¿Se puede disfrutar más en el trabajo?
Las bromas deben hacerse con cuidado, pero sería mejor si hubiera más.
No deja de ser revelador lo poco que se oye hablar de diversión en el trabajo hoy en día
¿Cuánto se divierte en el trabajo? Yo me hice esta pregunta el otro día, cuando me topé con William Donald, profesor asociado de Desarrollo profesional y Gestión de recursos humanos en la Universidad de Southampton. Me dijo que en 2022 se le ocurrió una idea: ¿qué pasaría si publicara un artículo con otro profesor que se apellidara Duck, de modo que cualquiera que citara su investigación tuviera que decir que era de Donald y Duck? o sea, el pato Donald de Disney.
Donald me dijo que hizo esto principalmente porque pensó “que sería divertido”. Pero, para su desgracia, encontrar un pato cooperativo le resultó arduo; pasó 18 meses poniéndose en contacto con posibles candidatos a través de LinkedIn hasta que al final encontró a Nicholas Duck, un psicólogo organizacional de Australia que dirige una consultoría de productividad laboral llamada Opposite. A diferencia de otros candidatos, Duck no consideró ofensiva ni ridícula la propuesta de Donald. De hecho, le dijo que su idea le iba como anillo al dedo: “Me gusta cambiar las cosas y no tomármelas demasiado en serio”.
Como ambos tenían un interés común en el mundo laboral, decidieron escribir un artículo sobre lo que llamaron el fenómeno del Pato Donald, que consiste en las razones poco convencionales que llevan a los académicos a publicar. Entre ellas, figuraban la venganza contra un rival, la colaboración con un héroe, el deseo de promover una causa y la simple diversión. El resultado fue un artículo de apenas tres páginas –cinco incluyendo referencias y notas– que, sorprendentemente, se publicó el mes pasado en la revista GiLE Journal of Skills Development, una revista relativamente nueva, de acceso abierto, que, no obstante, afirma que sigue un “rígido” proceso de revisión por pares.
A pesar de ello, el artículo no aporta gran cosa al conocimiento humano. Podría decirse que es autoindulgente e infantil. Pero también es una delicia y ojalá hubiera más locuras como ésta. No se trata sólo de que estas cosas hagan más llevadera la gran parte de la vida que pasamos en el trabajo. Hay serias razones para divertirse en el trabajo cuando los gobiernos de toda Europa están preocupados por la caída de la jornada laboral a la que se culpa de que sus economías sean más débiles y poco competitivas. Obviamente, las bromas por sí solas no son la respuesta.
Pero no deja de ser revelador lo poco que se oye hablar de diversión en el trabajo hoy en día.
El sentido del humor de los jefes
Hace 17 años que Steve Jobs se subió a un escenario en San Francisco para presentar un nuevo producto de Apple llamado iPhone y llamó a un Starbucks cercano para pedir “4.000 cafés con leche para llevar, por favor”. Inmediatamente dijo “número equivocado” y colgó. Pero la tienda siguió recibiendo pedidos de esa cantidad de cafés de los fans de Apple años después, para desconcierto de los gerentes.
No obstante, es raro que los directivos hagan bromas. Hace poco leí con asombro que Jane Fraser, consejera delegada de Citigroup, es una bromista en serie. Según The Wall Street Journal, en 2022, Fraser pidió a los miembros de su equipo directivo que firmaran una autorización para hacer paracaidismo y les dejó angustiados ante la perspectiva de que todos murieran juntos. Pero poco después les envió otro correo electrónico diciéndoles: “Día de los Inocentes”.
En otra ocasión le quitó un oso de peluche que le había regalado a un ejecutivo encargado de reducir costes, le pegó las patas con cinta adhesiva y le dijo que si no reducía los recortes le cortaría las patas al oso. Esta broma puede resultar de mal gusto
para los empleados de Citi, donde Fraser está supervisando una amplia reducción de empleo. Esto demuestra que algunas bromas de este tipo pueden ser contraproducentes.
En la década de 1940, un físico llamado George Gamow decidió que sería divertido añadir el nombre de un amigo eminente, Hans Bethe, a un artículo que Gamow y su alumno Ralph Alpher habían escrito sobre los orígenes del universo. Esto tuvo el excelente efecto de crear un artículo de Alpher, Bethe y Gamow, un juego de palabras con las tres primeras letras del alfabeto griego: alfa, beta y gamma. Pero Alpher se sintió ofendido porque su contribución se viera disminuida por la adición del nombre del eminente Bethe.
Se entiende. Las bromas en el trabajo deben hacerse con cuidado. No obstante, las mejores son gloriosas y el mundo laboral sería mucho mejor si hubiera muchas más.
Es raro que los directivos hagan bromas, pero Steve Jobs presentó el primer iPhone con una de ellas