Llamando a las puertas de los premios
Se acerca el final del año y ya asoman los premios Goya y Óscar, cada vez más demediados en audiencias y prestigio, en buena medida por su ausencia de sentido popular y su seguidismo de lo políticamente correcto, incluidas las censoriales cancelaciones, aunque sigan conservando, parcialmente, el potencial de elevar las decaídas taquillas de algunas de esas películas. Por tierras gringas se la jugará, Alcarràs, la película de Carla Simón, a priori una elección un tanto arriesgada por su trama y color muy localista, intentando pasar las sucesivas fases de clasificación para alcanzar la final, un desafío en el que la industria del cine patrio cosecha anualmente fracaso, con nombres sonoros como el de Pedro Almodóvar en la última edición. Mucha mierda, que se dice en la profesión para desear suerte, para Carla Simón y su película.
As Bestas, la película de Rodrigo Sorogoyen, acapara, muy previsiblemente, las nominaciones para los Goya, nada menos que 17. Ya saben que no es precisamente mi película preferida: no me gusta su trama y mensaje tan previsible y predeterminado ni su grisura tonal, con un guion muy plano y una puesta en escena, y me extraña, porque Sorogoyen está muy dotado para el pulso narrativo y lo visual, no menos gris y absolutamente engullida por la tesis moral de la película, en mi opinión, francamente maniquea. Pero, en fin, para gustos pintan colores.
En las previsiones del año que viene lo más estimulante, ya veremos en qué queda el negocio, es el anuncio de que regresa el más famoso aventurero y arqueólogo de la Historia, incluido el legendario Howard Carter, de Tutankamon fama . Un tal Indiana Jones, alias Harrison Ford. La creatura de George Lucas y Steven Spielberg regresa en su quinta salida y uno se pregunta si no se sentirá como su padre que se revestía con los hábitos de Sean Connery en otra de sus expediciones. Una apuesta arriesgada porque la nostalgia del tiempo y los recuerdos pasados, pese a la vitalista afirmación del gran poeta Jorge Manrique, en mi opinión, que asegura que esos tiempos pasados nunca fueron mejores que los del hoy, puede arrasar la comparación con esta salida del arqueólogo del sombrero gastado, la chupa de cuero no menos ajada y el látigo en la diestra. Dios bendiga a esas leyendas que consiguieron hacernos vivir vidas de repuesto, Garci dixit.
Cuando escribo estas líneas me entero de que la revista británica de
Lo más estimulante del próximo año es que regresa Indiana Jones con su quinta película
cine Sight and Sound, con 90 años de vida, ha publicado su lista de las 100 mejores películas, algo que hace desde diez años. En esta edición han participado 1.600 cineastas, productores, guionistas y directores de todo el mundo.
En los 50 dominaba la lista Ladrón de bicicletas, la espléndida película de Vittorio de Sica, el icono del neorrealismo, un boom crítico en esos años. Luego tomó el relevo Ciudadano Kane, para ser reemplazada años más tarde por Vértigo. Los pronósticos apuntaban a El Padrino, como sucesora de la extraordinaria película de Hitchcock. Y no. La lista, que hay que respetar, revela cómo el gusto por las grandes películas universales han sido barridas por los conceptos de estricta modernidad, significación temática político social antes que artística y variedad étnica y geográfica. Si les digo el título de la ganadora, Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080, Bruxelles, dirigida por Chantal Akerman en 1975, no les dirá nada y, muy posiblemente, ni la han visto. Yo la ví hace muchos años y les confieso que no me acuerdo de casi nada, salvo, vagamente de una lenta crónica y retrato de una mujer, que ahora se presenta con una vitola de feminismo.
Los clásicos han sido ignorados o postergados: John Ford con Centauros del desierto cae al puesto 15º; nada de Howard Hawks, El Padrino queda relegado a la 12ª posición, Vértigo, eso sí, sigue en el podio, en segunda posición, que Hitchcock sigue considerado. Ciudadano Kane es tercera. El Tercer hombre, la 63, y Casablanca, la 64. Cantando bajo la lluvia cierra el top 10.
También aparecen Historias de Tokio de un gran Ozu, In the Mood for Love, de Wong Kar-wai, pura pirotecnia visual, 2001, una odisea en el espacio, extraordinariamente influyente en la ciencia ficción. Beau Travail, de Claire Dennis, otra sorpresa temática incomprensible; Mulholland Drive, un galimatías de David Lynch; muy de culto y secta El hombre con una cámara de Dziga Vertov, rodada en 1929 como anticipo del cinema verité, preferirla, pese a sus valores pioneros, a Chaplin, Murnau, Eisenstein o Griifith suena a broma.
Dentro de unas semanas se publicará la misma encuesta de Notorious Ediciones, promocionada por Cowboys de medianoche y cerrada antes del verano. Ni idea de quién ha ganado, pero seguro que no será Akerman. Eso es lo bueno del cine y del arte. Cada uno es muy libre de expresar sus gustos y todos son muy respetables.
Según ‘Sight and Sound’, la mejor película es ‘Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080, Bruxelles’