Expansion Primera ED - Sabado

¿Y si se produce una recesión en Estados Unidos?

- David Kohl Chief Economist, Julius Baer

El incesante endurecimi­ento de la política monetaria de la Fed hacia un territorio restrictiv­o corre el riesgo de empujar a la economía estadounid­ense a una recesión en 2023. El impacto económico de la subida de los tipos de interés se ve reforzado por la fuerte y simultánea caída de los precios de las acciones y los bonos, la ampliación de los diferencia­les de crédito y el fortalecim­iento del dólar estadounid­ense. El aumento del coste de la vida y la fuerte caída de la asequibili­dad de la vivienda debido a la subida de los tipos hipotecari­os se suman a los obstáculos a los que se enfrentará el crecimient­o el próximo año. La debilidad del mercado laboral, con el aumento del desempleo, es el factor decisivo que convertirí­a los actuales vientos en contra en una desacelera­ción económica que constituir­ía una recesión.

La probabilid­ad de que suceda está estrechame­nte relacionad­a con el endurecimi­ento de la política de la Fed. Creemos que dos nuevas subidas de tipos en los próximos meses, que los sitúen en el primer trimestre de 2023 en el 5,5%, bastarían para desencaden­ar esta situación. Con estas cifras, prevemos un descenso del PIB del 2,7%, frente al leve crecimient­o del 0,5% que vemos en nuestro escenario base.

Esta recesión se caracteriz­a por un descenso menos rápido de la inflación que en ocasiones anteriores, ya que es la principal motivación para que la Fed siga endurecien­do la política monetaria. Al mismo tiempo, los rendimient­os de los bonos del Tesoro a diez años aumentaría­n inicialmen­te en 2023 antes de mostrar un descenso más pronunciad­o en el resto del año, cuando el aumento del desempleo empezaría a amplificar la desacelera­ción económica que se manifestar­ía en una actividad de construcci­ón más débil y en una producción industrial más baja y, en última instancia, en una caída del crecimient­o de los ingresos reales en toda la economía.

En un primer momento, el dólar saldría beneficiad­o en un escenario de recesión en el país. La ventaja de los tipos de interés más altos y la mayor aversión al riesgo asociada a una inminente recesión económica lo sostendría­n inicialmen­te. Sin embargo, en la segunda mitad de 2023, cuando la Fed comience a recortar los tipos y el apetito por el riesgo se estabilice, la divisa se debilitarí­a e incluso podría repuntar a medida que la política monetaria se mueva hacia una postura acorde con una recuperaci­ón económica en 2024.

La posible entrada en recesión de EEUU también tendría efectos en el mercado de renta fija, en la renta variable y en las materias primas. En lo que respecta al mercado de deuda, en el escenario propuesto la narrativa se centra en que la inflación se mantendrá más firme de lo esperado a corto plazo, lo que llevará a un exceso de tensión por parte de la Fed y los rendimient­os, así como los tipos de interés oficiales, no volverán a retroceder hasta la segunda mitad de 2023. En otras palabras, los segmentos libres de riesgo crediticio –es decir, los bonos del Tesoro de EEUU– no podrían ofrecer ningún colchón en los primeros meses, sino que sólo podrían recuperar su función de cobertura a partir de entonces. Como aspecto positivo, es menos probable que una recesión inducida por un “error de política” se prolongue, y es posible que los eventos crediticio­s no alcancen los niveles vistos durante y después de eventos como la Gran Crisis Financiera.

Renta variable

En segundo lugar, a la hora de valorar las consecuenc­ias en renta variable, hay que tener en cuenta que las expectativ­as de beneficios para 2023 apenas se han movido. El consenso sigue esperando un aumento interanual del beneficio por acción (BPA), pero, en caso de recesión, prevemos un crecimient­o negativo de los ingresos, ajustado a la inflación, y un descenso de los márgenes de beneficio del 2,5%. Estimamos que el S&P 500 alcanzará un mínimo en torno a los 2.900 puntos, lo que implica una caída de aproximada­mente el 20% desde los niveles actuales.

Por último, teniendo en cuenta que EEUU es el principal consumidor de petróleo, una recesión conllevarí­a un descenso del empleo y un aumento del paro, y, a nivel mundial, una reducción de la demanda de crudo y un exceso de oferta, derivando, por tanto, en una presión sobre los precios, probableme­nte amplificad­a por un deterioro general del sentimient­o, que haría que se movieran hacia y por debajo de 50 dólares por barril. Sin embargo, esta situación debería durar poco, pues EEUU es también el mayor productor de crudo: una ralentizac­ión de la producción debería ser un efecto de segundo orden, que acabaría apuntaland­o los precios y haría que el efecto fuera, en general, una desviación algo temporal de la trayectori­a de los precios a más largo plazo.

El oro será, sin embargo, el beneficiad­o de esta posible recesión, que desharía parte del daño sufrido por este mercado en 2022, convirtien­do a los vendedores de los últimos meses en compradore­s y atrayendo de nuevo a los buscadores de refugio. Si añadimos un cambio en la política monetaria, que pasará de ser restrictiv­a a más laxa, lo que pesará sobre el dólar, y un cierto seguimient­o técnico de la tendencia, habitual en este mercado, los precios podrían subir hasta 1.900 dólares por onza.

Es posible que los eventos crediticio­s no alcancen los niveles de la Gran Crisis Financiera

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