Expansion Primera ED - Sabado

No siente las piernas

- SIN DOGMAS Iñaki Garay Director adjunto de EXPANSIÓN

La película alemana que ponen en la tele los sábados a la hora de la siesta en la que una joven bióloga, dolida por la muerte de su abuelo que le enseñó a apreciar el jazz de Billie Holiday, se instala en un pueblo de la costa huyendo de sus recuerdos y monta un prometedor negocio haciendo mermelada con los frutos del melocotone­ro que tiene en el patio trasero y se enamora finalmente del hombre que habla con las abejas no pertenece al género de comedia romántica sino al de ciencia ficción. Exactament­e lo mismo que este Gobierno, en el que todas sus decisiones se fundamenta­n en intentar dar brillo a un protagonis­ta que tiene ya menos registros que Stallone. Uno no siente las piernas y el otro ya solo ve fango, porque la bruja del norte ha echado una maldición sobre la tierra del progresism­o para sumirla en las tinieblas. Y nadie le dice al productor que eso ya no vende, de la misma manera que el protagonis­ta de Good Bye Lenin le ocultaba a su madre la caída del Muro de Berlín. Y para que no se entere le preparan encuestas adobadas por Tezanos en las que le dicen que va a ganar por goleada las europeas, como a la señora del síncope en la RDA le preparaban un telediario ficticio en el que la fórmula de la Coca Cola no era cosa de los americanos sino de los comunistas, que en realidad sí eran creativos y competitiv­os pero incautos. Segurament­e el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, no comparte la decisión de retirar a la embajadora en Buenos Aires, de la misma manera que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, no creo que comparta la idea de frenar la opa de BBVA sobre Sabadell. Ni se ha atacado a institucio­nes en el primero de los casos ni la competenci­a está en peligro en el segundo. Y todo el mundo sabe que las razones son inconfesab­les por la vergüenza que producen. En la puesta en escena que ambos ministros protagoniz­aron para exponer los motivos de las decisiones que se sabe que ellos no han tomado hay signos inequívoco­s de melancolía. Ambas medidas han sido decididas personalme­nte por Pedro Sánchez, con el asesoramie­nto de filósofos del viento como José Luis Rodríguez Zapatero, sin obedecer a razones objetivas de peso sino a la necesidad de seguir aferrándos­e al poder como Gollum se aferraba al anillo. Para nada cuenta la opinión de los ministros propios, que se limitan hacer lo que el líder ordene. Como si ya tuvieran bastante con haber llegado a ministros. Y los ajenos a ser creativos, pero no por maldad sino por desesperac­ión, para intentar alargar la ilusión más allá de las 12 de la noche. Siempre dentro de sus posibilida­des. De ahí que cuando Yolanda Díaz dice, más que nada para desmentir la superficia­lidad que le atribuyen, lo de “desde el río hasta el mar”, se le malinterpr­ete pensando que quiere acabar con el Estado de Israel cuando ella lo único que pretendía era citar a Alberti. De Urtasun hay quien dice que su aversión a los toros esconde un trauma infantil. Que en realidad él quería ser un torero bueno, como Jon Idigoras, el Txikito de Amorebieta, pero se acabó cortando la coleta como Iglesias porque no era hábil en la suerte del descabello. Y los socios ya no son socios sino fondos buitre dispuestos a arrancarle los higadillos. Lo del amor progresist­a era solo sexo. De ahí que una vez enterrada la pasión la legislatur­a esté acabada. De ahí que en su entorno solo queden sombras dispuestas a arrancar la grifería de los baños para alargar la velada. Lo mismo un fiscal filtrador que un Constituci­onal creativo. Hasta la UCO, esa en la que nadie firma los informes, tiene estatus de juez, como lo del caballo que llegó a cónsul. En este contexto, raro será que no llegue al Banco de España un fabricante de cohetes. Dice Patxi que Milei ha atacado a nuestras institucio­nes. Pero todos hemos visto quien dejaba a los pies de los caballos a La Corona por dar carnaza a los socios y quien burlaba al Parlamento con decretos y quien nombraba a innombrabl­es. Hemos visto quién cedía qué por siete votos, mientras Begoña escribía cartas, parece ser que por puro entretenim­iento.

Una vez demostrado que la pasión progresist­a no era lo que parecía, la legislatur­a está acabada

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