Expansion Primera ED - Sabado

Un páramo de películas

- Por Eduardo Torres-Dulce Lifante

La crisis del cine en salas, y en general, se debe a diversos factores pero hay uno indiscutib­le: cada vez se le ofrece al espectador, digamos de tipo medio, normal, no cinéfilo, ni activista de nobles causas sociales o políticas, películas muy poco atractivas. Uno echa la mirada a la cartelera y siente muy escasa pulsión para aventurars­e en las salas de cine, y no digamos cuando películas interesant­es a priori, como Hasta el fin del mundo, se saldan con una notable decepción. Miedo da leer las crónicas entusiasta­s de los críticos acreditado­s ante el Festival de cine de Cannes; la cosecha triunfante de cada año es recibida luego en las pantallas, por lo general, con un saldo más bien magro en la taquilla, cayendo con rapidez en el olvido.

A tal efecto, llama la atención Ripley, del contrastad­o Steven Zaillian, al que el cineasta y guionista Steven Spielberg le debe no poco por su colaboraci­ón en La lista de Schindler. En dicha serie, nada barata, ha desplegado su notable talento, adaptando con acierto y elegancia hitchcocki­ana –del Hitchcock de Sospecha y Extraños en un tren– esa suma de malestar y amoralidad que soporta la novela de Patricia Highsmith, El talentoso Mr. Ripley. Así que cabe interrogar­se sobre las razones por las que Zaillian, con setenta años a sus espaldas, no estrena películas en las pantallas desde 2006, si no recuerdo mal. Y tantos otros, que se consumen en silencio o se han pasado con armas y bagajes a las plataforma­s.

Y es que el tradiciona­l cine de Hollywood, como la comedia sentimenta­l más convencion­al, ofrece su decadencia en películas difuntas casi desde el primer fotograma como ocurre con Lo que sucede después, dirigida, es un decir, por la actriz Meg Ryan, que además la protagoniz­a. El reencuentr­o de una pareja en un aeropuerto, una situación que no está mal, es despachada con una falta de humor y emoción notables, merced a un guión sin ton ni son y una directora que ignora, y no parece que le importe, cómo debe dirigirse una película.

‘La Fuga’ no va más allá de una corrección tan común en productos televisivo­s patrios

Banalidad o intranscen­dencia

Luego viene el batallón de películas que no están mal pero que cuando sales del cine, te interrogas sobre, bien su banalidad, bien sobre su intranscen­dencia. Así me resulta simpática y agradable La fuga, cuya idea central no es ciertament­e novedosa; un grupo de ancianos internados en una residencia a los que la idea de salir de allí constituye el leitmotiv de sus rutinarias y achacosas existencia­s. La novedad del asunto reside en un equívoco, en cambio poco habitual, pero muy efectivo en una comedia que se precie de tal: una vez que se han fugado son confundido­s con músicos de los que se espera un concierto. Lo que echo de menos es un guión un tanto, digamos perezoso, o muy conservado­r, que desaprovec­ha el riesgo de ir más allá una vez que se aventura por caminos inesperado­s, lo que tiene que ver con trabajar más las situacione­s y ser menos convencion­al en el dibujo de los personajes, justo el terreno en el que brillaban los maestros Berlanga y Azcona. Tampoco su puesta en escena –obra de Tuti Fernández, no recuerdo ninguna película suya– va más allá de una corrección tan común en productos televisivo­s patrios. Y en cuanto al reparto, muy

desigual, me da la impresión que campa un poco a sus anchas. Pareciera que el director ha confiado más en sus peculiarid­ades físico personales, tampoco sus personajes están demasiado trabajados, que en un mayor rigor en su desarrollo. Aún así, La fuga entretiene y se deja ver porque al menos apuesta por una modesta sencillez sin pretension­es y mira con humanidad a seres desvalidos.

Otro tanto vale para Cabrini. Una mujer italiana, biopic de Francesca Cabrini, una inmigrante italiana que en el Nueva York de finales de siglo se encuentra inmersa en un mundo de implacable olvido respecto de la pobreza, la enfermedad y la infancia. Una mujer excepciona­l que se enfrenta a autoridade­s municipale­s ausentes o indiferent­es y que jamás pierde el deseo, la pasión por cambiar el mundo y las personas. Es una película muy correcta, dirigida con habilidad artesanal por Alejandro Monteverde, bien ambientada, bien interpreta­da, que te descubre a un personaje admirable, que no te deja indiferent­e pero a la que, a mi juicio le falta la grandeza y la emoción de películas como Un hombre para la eternidad o Tierras de penumbras.

‘Cabrini. Una mujer italiana’ es una película muy correcta, dirigida con habilidad artesanal

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Meg Ryan protagoniz­a y dirige la comedia ‘Lo que sucede después’.

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