Realismo necesario ante la contracción

El panorama económico para el otoño se oscurece con cada indicador que se publica. El mantenimiento de la inflación en tasas históricas en los meses de verano, que obliga a una actuación más agresiva de los bancos centrales para domar la espiral de precios, drena el poder adquisitivo de las familias, mientras que los disparatados costes energéticos reducen el margen de las empresas para mantener las inversiones y el empleo. Con estos condicionantes y dado el elevado grado de incertidumbre, los expertos dan por inevitable una contracción de la economía española a finales de este año o inicios de 2023. Este diagnóstico de consenso contrasta con el optimismo infundado que mantiene el Gobierno de PSOE y Podemos. Ignorar de nuevo las múltiples señales que apuntan a un severo cambio del escenario internacional, al que por desgracia no será inmune nuestro país, agravaría las medidas de ajuste que antes o después habrá de adoptar. Por ello, es sorprendente que el Ministerio de Economía no se plantee modificar las previsiones económicas en las que basará los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio, en el que según el Banco Central Europeo la zona euro podría entrar en recesión si se agravan los problemas con el suministro energético. Pedro Sánchez no podrá mantener el artificio de subsidiar a todos los colectivos y sectores afectados por la subida desbocada de la inflación, por más que se lo exijan sus aliados. Se impone un ejercicio de realismo presupuestario ante el final de la era del dinero barato y la mayor vigilancia de los inversores a los desequilibrios de las economías del euro.