Un fin de año de máxima incertidumbre
bien a finales de 2022 o en el primer trimestre de 2023, la inflación va a seguir siendo elevada, y los riesgos energético y financiero pueden empeorar la situación de forma notable y a una velocidad elevada. a producir este año. De hecho, mi escenario base pasa por una revisión a la baja del dato de PIB correspondiente al segundo trimestre del año, un tercer trimestre muy débil pero en positivo, y el primer dato negativo en el último trimestre del año.
Los últimos datos del mercado laboral que hemos conocido afianzan esta hipótesis, aunque debemos tener en cuenta la destrucción de empleo artificial creado por los contratos fijos discontinuos. La recesión en el sector manufacturero y la debilidad de los servicios es un hecho.
Segundo, porque no hay ni un solo indicador que avance un parón súbito de nuestra economía. La desaceleración es evidente desde principio de año, y es probable que en los últimos meses veamos los efectos de pérdida de renta disponible. Pero eso es compatible con una recesión ligera (caída de en torno al 1% en 2023), frente a la caída superior al 3% de 2009 y 2012.
Tercero: Lo que vamos a ver a nivel financiero es un proceso de normalización. Nada más y nada menos. Es probable que se disparen las insolvencias empresariales por el fin de la moratoria de los créditos ICO y que la prima de riesgo se incremente. Según el Banco de Pagos Internacionales, nuestra prima de riesgo el año pasado debería haber tocado los 150 puntos básicos. O, dicho de otra manera, lo que queda en los últimos meses del año no es un deterioro adicional de las condiciones financieras, es tener consciencia del estado real de nuestra economía.
Y cuarto, porque aún no hay ni un solo indicador, ni en España ni en ningún lugar del mundo, que nos permita avanzar un escenario de crisis financiera (que fue lo que ocurrió en 2011) inminente con un grado de certeza elevado.
Lo anterior, sin embargo, no debe hacernos bajar la guardia ni caer en la autocomplacencia. Por primera vez desde la gran crisis, en junio el coste de las nuevas emisiones de deuda pública (1,8%) ya superó el coste de la deuda en circulación (1,6%). Somos uno de los países más dependientes del BCE, y eso nos hace vulnerables ante la retirada de estímulos en los próximos meses y ante cualquier empeoramiento de las condiciones financieras internacionales.
En resumen, mi escenario está lejos de la catástrofe que muchos anuncian. El PIB de España podría caer un –1,3% en 2023 y la inflación estabilizarse en torno al 8%. No obstante, si alguno de los riesgos (especialmente el financiero) cristaliza, el deterioro será súbito. Hemos tenido la oportunidad durante años de hacer reformas que fortalecieran nuestra economía, y ahora tenemos la de convertirnos en el proveedor energético de referencia en Europa. Las hemos dejado pasar todas, y estas son las consecuencias.