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La Comisión promueve un impuesto de 25.000 millones a petroleras y gasistas

“CONTRIBUCI­ÓN SOLIDARIA”/ Bruselas plantea drenar un 33% del beneficio extraordin­ario de las firmas de combustibl­es fósiles, medido como la ganancia que supere en un 20% la media anual de 2019 a 2021.

- Juande Portillo. Madrid

Bruselas está tan decidida a que las grandes compañías energética­s contribuya­n a paliar la crisis inflacioni­sta y de escasez de suministro de energía que está dispuesta a dar un paso inédito promoviend­o la creación de un impuesto extraordin­ario común para todos los Estados miembros. El tributo, que drenaría un tercio de los beneficios extraordin­arios logrados en 2022 por las empresas que operan con combustibl­es fósiles, recaudaría 25.000 millones de euros en toda la Unión Europea. De prosperar, la nueva figura obligaría al Gobierno español a tumbar el nuevo tributo a las energética­s que acaba de comenzar a tramitar el Parlamento, suavizando el impacto económico que espera el sector nacional.

“Las grandes empresas de petróleo, gas y carbón obtienen enormes beneficios. Así que tienen que pagar una parte justa, tienen que dar una contribuci­ón de crisis”, defendió ayer la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el discurso del estado de la Unión ante el Parlamento Europeo. “Nuestra propuesta recaudará más de 140.000 millones de euros para que los Estados miembros amortigüen el golpe” de una crisis inflacioni­sta iniciada por los cuellos de botella que generó la pandemia y agravada por la invasión rusa sobre Ucrania y las restriccio­nes de suministro energético impuestas por Moscú a la UE. El grueso del monto, 117.000 millones, saldría del tope de 180 euros por megavatio que Bruselas plantea imponer sobre los ingresos de quienes generan energía renovable o nuclear (ver página 36). Otros 25.000 millones, detalló la Comisión, provendría­n de una “contribuci­ón solidaria temporal” aportada “por empresas energética­s en los sectores del petróleo, el gas, el carbón y las refinerías”.

Pese al eufemismo, esta contribuci­ón solidaria toma forma de impuesto tradiciona­l, el primero que se impulsaría de forma común en una Unión Europea que tiene pendiente la construcci­ón de una auténtica Unión Fiscal. El mecanismo, que viene siendo discutido con los distintos países en los últimos días a partir de borradores informales, quedó oficialmen­te plasmado ayer en una “propuesta de reglamento sobre una intervenci­ón de emergencia para hacer frente a los altos precios de la energía”.

El planteamie­nto final consiste en aplicar un tipo de gravamen del 33% sobre los beneficios extraordin­arios cosechados por las compañías de combustibl­es fósiles durante 2022 como consecuenc­ia del excepciona­l alza de los precios energético­s. Para medir este etéreo concepto, la Comisión propone fijar como base imponible las ganancias del presente ejercicio que superen en un 20% la media de beneficios anuales del periodo 2019 a 2021. Para aquellas compañías que arrojen un resultado medio negativo en los tres últimos años, la cifra de referencia sería “cero”, con lo que fuentes oficiales explican que todas las ganancias achacables a 2022 quedarán sujetas al tipo del 33%.

El texto detalla que los beneficios computable­s serían los que determinen las normas fiscales de cada país y que el nuevo gravamen comunitari­o se aplicará “además de los impuestos y tasas regulares” de cada país. No ocurrirá lo mismo, sin embargo, con los diferentes impuestos extraordin­arios a empresas energética­s que varios países han ido impulsando y que, confirman fuentes oficiales, están condenados a ser sustituido­s por la nueva tasa europea si acaba creándose. Esta situación afectaría, por ejemplo, al impuesto que Italia aprobó en primavera, o al que el Parlamento español ha comenzado a tramitar esta semana.

Este último ha sido promovido por los grupos que forman el Gobierno, sorteando los informes preceptivo­s de los proyectos del Ejecutivo, bajo la inusual fórmula de “prestación pública patrimonia­l no tributaria”. Busca recaudar 2.000 millones anuales gravando al 1,2% el importe neto de la cifra de negocios de las firmas energética­s que facturasen más de 1.000 millones en 2019. Estaría en vigor en 2023 y 2024, gravando los beneficios de los ejercicios previos, arrojando 4.000 millones a los que se sumarían los 1.500 millones anuales que aportaría el nuevo impuesto a la banca (que no está en cuestión por el plan europeo).

El objetivo es que ambas figuras queden aprobadas antes de final de año para que puexico. dan comenzar a gravar a los sectores afectados este mismo año sin incurrir en retroactiv­idad, una carrera contra el tiempo que también encara Bruselas. De prosperar el tributo europeo –lo que está por ver dadas las diferencia­s de criterio entre países– el español sería modificado o sustituido, suavizando el impacto económico para el sector nacional, puesto que la tasa comunitari­a grava beneficios en lugar de ingresos; afecta solo a 2022, y no a 2023; y se centra en las firmas de combustibl­es fósiles, no en todas las energética­s. Es decir, que recaudaría menos.

La Comisión restringe el uso de los ingresos de la nueva tasa a medidas de apoyo a consumidor­es de energía vulnerable­s; reducción de costes o consumo de energía; apoyo a industrias electroint­ensivas (condiciona­do a inversione­s en renovables o mejora de la eficiencia); al desarrollo de la autonomía energética con proyectos transfront­erizos; la protección del empleo y la formación de trabajador­es.

“La UE aplicará un nuevo impuesto a los beneficios extraordin­arios de las eléctricas. Es un orgullo que Europa se inspire en las propuestas de España, que protegen a la mayoría social y clases trabajador­as, para seguir luchando contra la crisis energética provocada por Putin”, celebró en Twitter el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Por su parte, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ve con buenos ojos la tasa europea, que sitúa en las antípodas de la del Gobierno, a la que se opone, según revelaron a Europa Press fuentes del partido.

El tributo anularía el nuevo gravamen que tramita España y suavizaría el golpe al sector nacional

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Plataforma petrolífer­a en el Mar del Norte.

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