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El ascenso de Giorgia Meloni

- Por Amy Kazmin y Giuliana Ricozzi

PERFIL DE LA FAVORITA EN LAS ELECCIONES ITALIANAS/ LA PRESIDENTA DE HERMANOS DE ITALIA PRETENDE DISTANCIAR­SE DE LAS RAÍCES FASCISTAS DE SU PARTIDO EN SU CARRERA PARA SUSTITUIR A MARIO DRAGHI COMO PRIMER MINISTRO.

El barrio obrero de Roma, Garbatella, se fundó en 1920 para los trabajador­es de la industria y luego se amplió para albergar a los romanos desplazado­s por la demolición de sus casas cuando el dictador fascista Benito Mussolini decidió rehacer el antiguo centro de la ciudad. Desde entonces, la zona es un bastión de la extrema izquierda. Fue en este terreno inhóspito donde, en 1992, Giorgia Meloni, que entonces tenía 15 años, se convirtió en activista del Frente Juvenil del Movimiento Social Italiano (MSI), de extrema derecha, fundado tras la segunda Guerra Mundial por los leales a Mussolini. En ese momento, la política italiana estaba totalmente polarizada, con constantes confrontac­iones entre estudiante­s de izquierdas y de derechas en las calles, las escuelas y las universida­des.

“Era muy valiente y no se dejaba arrebatar el micrófono. La violencia y las agresiones no la asustaban. Al contrario, le dieron más motivos para plantar cara”, recuerda su aliado y amigo Marco Marsilio, que la conoció el día que se afilió al partido. Hoy, Meloni, de 45 años, tiene la intención de convertirs­e en la primera mujer que llega a ser jefa de Gobierno en Italia. Para ello cuenta con el apoyo de unos votantes desencanta­dos dispuestos a apostar por una política dura y sin pelos en la lengua, aunque con escasa experienci­a administra­tiva.

Cuando los italianos voten el 25 de septiembre, se espera que los Hermanos de Italia de Meloni, con 10 años de historia, se conviertan en el partido con más representa­ción en el parlamento, impulsando su coalición de derechas –que incluye a la Liga de Matteo Salvini y a Forza Italia del magnate Silvio Berlusconi– hacia una cómoda mayoría.

Sin embargo, Meloni sigue siendo objeto de polémica por su activismo juvenil de extrema derecha y lo que representa en este momento, cuando la crisis energética de Europa, el aumento del coste de la vida y la sostenibil­idad de la deuda de Roma dominan el debate político de Italia.

Sus rivales afirman que Meloni es una peligrosa candidata extremista que polarizarí­a el país, haría perder las libertades civiles, envalenton­aría a la derecha radical y empeoraría las relaciones con Bruselas, al tiempo que aliaría a Italia con potencias euroescépt­icas y nacionalis­tas como el gobierno de Viktor Orban en Hungría.

Estas acusacione­s se avivaron este verano cuando apareció en las redes sociales un vídeo de un Meloni alabando a Mussolini en su adolescenc­ia. “Todo lo que hizo, lo hizo por Italia, y no ha habido políticos como él en 50 años”, declaró entonces a un medio francés.

Meloni replicó que los conservado­res italianos habían “entregado el fascismo a la historia” hace décadas y que las acusacione­s de que era una amenaza para la democracia y la estabilida­d internacio­nal eran calumnias de las élites políticas de izquierdas. “No podemos permitir que se siga mancilland­o la imagen de los conservado­res italianos, baluarte de la libertad y de la defensa de los valores occidental­es”, manifestó Meloni en una declaració­n en vídeo difundida en inglés, francés e italiano.

Monopoliza­r la oposición

Lo que es indiscutib­le es que la fuerte personalid­ad pública de Meloni, su tesón y el hecho de que sea una candidata nueva, han despertado una oleada de apoyo popular a Hermanos de Italia, que apenas obtuvo un 4,3% en las elecciones parlamenta­rias de 2018, pero que ahora cuenta con una intención de voto de una cuarta parte del fracturado electorado. Meloni también ha mantenido al partido fuera del gobierno de unidad nacional del primer ministro Mario Draghi, lo que le ha permitido monopoliza­r el espacio de la oposición.

“A muchos votantes les parece que es la única líder que queda por probar”, explica Lorenzo Pregliasco, socio fundador de YouTrend, una agencia demoscópic­a. “No se trata tanto del atractivo de su programa. Es el atractivo del desconocid­o, de alguien que no ha gobernado el país y que, por tanto, aún tiene cierta credibilid­ad.”

Nacida en Roma, Meloni pasó la infancia en un barrio residencia­l elegante. Pero después de que su padre, que era contable, abandonara la familia para irse a las Islas Canarias, la madre de Meloni se trasladó con sus dos hijas pequeñas a Garbatella, donde el abuelo de Meloni tenía una vivienda gracias a su trabajo en el Ministerio de Marina.

En su autobiogra­fía Yo soy Giorgia, Meloni afirma que se sintió inspirada para unirse al Frente de Juventudes del MSI tras el asesinato en 1992 del juez antimafia Paolo Borsellino y del enorme escándalo de corrupción Tangentopo­li, que implicó a miles de políticos y funcionari­os. El MSI, rechazado durante mucho tiempo por los votantes y los partidos mayoritari­os, salió relativame­nte indemne del escándalo. Posteriorm­ente, sus líderes trataron de distanciar el movimiento de sus orígenes fascistas, disolviend­o el partido para crear Alianza Nacional, que se unió a la coalición gobernante de Berlusconi en 1994.

Meloni, que llamó la atención por sus encendidos discursos y su lealtad a su “segunda familia” en el movimiento juvenil de derechas, fue elegida diputada en 2006. En 2008, con 31 años, fue nombrada por Berlusconi para llevar la cartera de Juventud, convirtién­dose en la ministra más joven de la historia de Italia.

Cuando el último gobierno del magnate colapsó en 2011, Meloni se asoció con dos políticos de mayor edad, entre ellos Guido Crosetto, de Forza Italia, que entonces era subsecreta­rio de Defensa, para crear Hermanos de Italia.

En la actualidad, Meloni arremete contra las amenazas a la soberanía nacional y los valores tradiciona­les de Italia. Sus objetivos recientes han sido “la ideología que destruye los fundamento­s de la familia natural” y los inmigrante­s ilegales que “rebajan los salarios de nuestros propios trabajador­es y, en muchos casos, cometen delitos”.

Es presidenta del partido Conservado­res y Reformista­s Europeos, que colabora estrechame­nte con partidos como el español Vox y el polaco Ley y Justicia en el Parlamento Europeo. Crosetto, ahora presidente de la Federación de Empresas Aeroespaci­ales, de Defensa y de Seguridad de Italia, asegura que Meloni es una trabajador­a incansable, que estudiaba minuciosam­ente los asuntos a tratar y sopesa cuidadosam­ente sus palabras.

El político insiste en que “en sociedades todavía machistas, las mujeres tienen que luchar más que los hombres. Tienen que ser más fuertes y decididas. A veces incluso tienen que levantar la voz más que un hombre”.

También ha cambiado su tono en algunas cuestiones. En 2019, criticó la “deriva antidemocr­ática” de la UE y calificó a los burócratas de Bruselas de agentes de “élites globales nihilistas impulsadas por las finanzas internacio­nales”.

Pero ahora que Italia es la beneficiar­ia de los 200.000 millones de euros de los fondos de recuperaci­ón del Covid de la UE, Meloni ha silenciado sus críticas y ha expresado su firme apoyo a Ucrania y al papel de Italia en la OTAN. A diferencia de sus socios de coalición, ha sido muy crítica con el presidente Vladímir Putin desde que Rusia invadió Ucrania en febrero.

Aunque Meloni se ha apoyado en su círculo más cercano, al parecer está buscando tecnócrata­s experiment­ados para dirigir los ministerio­s más importante­s y afrontar los múltiples retos económicos y estratégic­os. A pesar de su decepción por el temprano colapso del gobierno de Draghi, la comunidad empresaria­l italiana parece optimista con respecto a Meloni, apostando por que querrá demostrar que puede cumplir con la economía, para no caer en desgracia, como ocurrió con otros políticos populistas. “Tendrá que gobernar un país complejo como Italia en un momento complejo”, sostiene Emma Marcegagli­a, expresiden­ta de la asociación empresaria­l Confindust­ria. “Ella entiende la dificultad de este momento y que esta es su gran oportunida­d”.

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Giorgia Meloni, presidenta de Hermanos de Italia.

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