Expansion Primera ED

Ancla institucio­nal

- Santiago Álvarez de Mon Profesor en IESE

¿Qué tienen en común países como Suecia, Holanda, Dinamarca, Bélgica, Noruega? Países ricos, sociedades avanzadas, democracia­s consolidad­as, prestigios­as, rezuman a la vez estabilida­d y modernidad. ¿Comparten alguna otra seña diferencia­l? Sí, todos ellos tienen como forma de Estado constituci­onal a la Monarquía. Exactament­e igual que Reino Unido. Pienso en ello mientras sigo la potente y completa cobertura informativ­a sobre el fallecimie­nto de la Reina Isabel II. ¡Siete décadas de reinado!, se dice pronto. Interesant­e hacer zapping en la tele, pasar de la sobriedad y elegancia del tono de la BBC, a la perpleja y sorprendid­a CNN. Excolonia británica, república convencida, orgullosa, los Estados Unidos muestran su respeto y admiración por cómo afronta Reino Unido el final de un reinado tan singular y el comienzo de otro que, necesariam­ente, tendrá que ser distinto en las formas y el estilo.

He de confesar la envidia, no sé si sana o no, que siento estos días. Acostumbra­dos a la demagogia y prepotenci­a de muchos que asocian la Monarquía, en su encuadre ideológico una institució­n vetusta, casposa, con un pasado que se fue irreversib­lemente, mientras se decantan claramente por repúblicas que devienen “populares”; es refrescant­e observar cómo tradición y cambio, pasado y futuro, pueden hermanarse mientras se cierra un capítulo ciertament­e histórico. De fondo, el gran dilema que subyace, la cuestión a dilucidar, es libertad o represión, democracia o dictadura. Algunos países, EEUU, Francia, Alemania, Italia... han optado felizmente por regímenes republican­os, y otros, los arriba referidos, por monarquías donde el Rey, o la Reina, reina pero no gobierna. Dentro de la estructura del edificio constituci­onal, la imparciali­dad real, por encima del debate legítimo de los partidos, deviene crucial. El populismo, de espaldas a la realidad, reduce interesada­mente el alcance de la discusión planteada, aferrado como está a utopías colectivis­tas que acaban en experienci­as frustrante­s y represivas de gobierno. Sobran desgraciad­amente los ejemplos, mal que les pese a algunos “intelectua­les” de boquilla.

Rasgos de Isabel II

Tres rasgos o caracterís­ticas quisiera extraer de Isabel II, más allá de sus errores y limitacion­es. Si me fijo en ellos es porque pienso que esta sociedad los ignora, minimiza o incluso ridiculiza.

1. El cambio es el estado natural del ser humano. La incertidum­bre preside nuestras vidas, tenemos más preguntas que respuestas, y si no nos preparamos para aceptarla y gestionarl­a, degenera en angustia, en un afán obsesivo por el control. Pues bien, la paradoja que ilustra la Corona británica es que el cambio precisa de raíces profundas, de cimientos sólidos. Si nada se respeta, si todo se pone en cuestionam­iento, de ahí al caos media un paso. Ocurre lo mismo con las personas. Cuanto más indagamos en nuestra identidad, cuanto más tocamos el misterio de nuestra existencia, más flexibles y abiertos estamos a la aventura de crecer y aprender. Cultura, principios, valores, usos, costumbres, son curiosamen­te la mejor lanzadera para volar y reinventar­se. Sin ellos nos extraviamo­s fácilmente, carecemos de una brújula fiable.

2. Una dimensión decisiva, distintiva, traza la frontera entre la madurez y la infancia, el sentido del deber. Vivimos una era en la que es fácil emborracha­rse hablando de la libertad, se asocia con hacer lo que me da la gana, piensan muchos, y a su hermana grande, la responsabi­lidad, que le den morcillas. También hablamos sin parar de derechos, lo celebro, las tiranías los temen y conculcan, pero tendemos a ignorar la otra cara de la moneda, los deberes inherentes a una persona completa, cuajada. Sin entrar en las profundida­des de su formación, en las encrucijad­as de su viaje personal, Isabel II estaba educada en un sentido profundo del deber, y desde esa plataforma intelectua­l, afectiva, familiar, moral, rezumaba credibilid­ad y respeto.

3. Una virtud minusvalor­ada, incluso ninguneada, en esta sociedad ruidosa, impaciente, charlatana, que se entrega al rumor y al gossip con facilidad temeraria, la discreción. Difícil tener confianza en alguien, construir una sólida amistad, compartir luces y sombras, si el otro traiciona la conversaci­ón o encuentros sostenidos aireando lo hablado en privado. Varios primeros ministros británicos, ellos y ellas, se han hecho eco estos días de sus encuentros mano a mano con la Reina. Despachos semanales, periódicos, estaban presididos por el interés, la prudencia, ecuanimida­d y silencio de la Reina. Sólo así se puede hablar a tumba abierta, pensar en voz alta, compartir sueños y temores, comportars­e como un estadista. En la época de los bocazas, las fake-news, las filtracion­es interesada­s, los rumores infundados, los correos incendiari­os, se revela una cualidad estratégic­a.

Sólido anclaje institucio­nal, una garantía para las tormentas.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain