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¿Funciona la política monetaria?

Los bancos centrales actúan ahora, más que nunca, en el momento y sobre el terreno, con una visión inevitable­mente de corto plazo.

- Francisco Rodríguez Fernández Catedrátic­o de Economía en la Universida­d de Granada, economista sénior de Funcas y colaborado­r en Cunef

La política monetaria cumple un cometido esencial, pero hoy, más que nunca, se enfrenta al desafío de la credibilid­ad. El reto va más allá de la capacidad para controlar la inflación. Se extiende a una misión pedagógica para hacer entender cómo funciona la economía en un entorno de incertidum­bre y cambios súbitos, y los instrument­os que se utilizan para regular la temperatur­a. Los ciudadanos europeos más jóvenes no han vivido apenas entornos de tipos de interés e inflación positivos y significat­ivos. En todo caso, antes y ahora, a la mayoría le cuesta entender cuál es el objetivo de las políticas monetarias y a quién benefician. Más intrincado es el camino que lleva a preguntase hasta qué punto funcionan. Lo hacen, pero de forma algo distinta a la que aún figura en los principale­s manuales de macroecono­mía.

El título provocador de este artículo está a medio camino entre un burdo mecanismo de atracción y una inocente forma de reflexiona­r en torno a importante­s matices monetarios. ¿Qué cabe esperar de los bancos centrales a punto de encarar el otoño de 2022? Las autoridade­s monetarias han sido referencia indiscutib­le de política económica desde la crisis financiera. Ahora conviven entre dos perturbaci­ones significat­ivas: la pandemia y una escalada inflaciona­ria con múltiples aristas. Entender su comportami­ento y que se comprenda el suyo es importante porque parte del canal de transmisió­n de la política monetaria consiste en acomodar las expectativ­as. En este momento, que se internalic­e la seriedad de la subida de precios y la necesidad de enfriar el consumo y la deuda para evitar males mayores.

Que la política monetaria es relevante y funciona en muchos aspectos parecería obvio simplement­e comproband­o cómo los mercados aguardan, interpreta­n y reaccionan ante las decisiones que adoptan los banqueros centrales. Sin embargo, ha habido partes del canal de transmisió­n que han estado algo comprometi­das por una extraña mezcla entre la formación de expectativ­as y las políticas excepciona­lmente expansivas que, con breves excepcione­s, se han venido aplicando hasta este año. El manual dice que un banco central actúa a través de la liquidez o del tipo de interés. El primer mecanismo ha sido, hasta hace poco, una inundación de recursos, hasta el punto de que la liquidez “oficial” ha dominado sobre la privada.

El segundo componente, los tipos de interés, se llevó al extremo contrario, dejándolos en cero o, incluso, en registros negativos. Este fuerte desequilib­rio sirvió para sortear situacione­s extremas desde la crisis financiera. No obstante, numerosos estudios académicos reportaron disfuncion­es asociadas a los mismos. Entre los efectos secundario­s estuvieron que el crédito se redujo en lugar de aumentar en momentos en que el coste de la financiaci­ón era reducido, un excesivo apetito por el riesgo ante la dificultad de generar rentabilid­ades mínimament­e atractivas o problemas para fijar precios en un entorno extraño en el que se pagaba por ahorrar y se cobraba por endeudarse. Tratando de volver a un contexto más normal de tipos y liquidez estábamos cuando la inflación se desbocó. Primero, por shocks energético­s y de canales de suministro. Después, por fuertes tirones de la demanda. Una situación muy incómoda para los bancos centrales porque, aunque saquen toda su artillería, no pueden controlar factores de oferta. Problema añadido son los factores de comportami­ento. Tratar de desentraña­r qué pasa por la mente de un consumidor, de un hipotecado o de un ahorrador que ha pasado por una pandemia y que ahora observa cómo sube el precio de casi todo entre el temor, el hastío por tantos fenómenos inesperado­s y la desconfian­za generaliza­da.

Disenso en la interpreta­ción

No puede perderse de vista que la inflación más relacionad­a con la demanda y el consumo, la subyacente, también es muy elevada. ¿Solución? Tomar el camino de en medio y subir tipos de forma muy considerab­le. ¿Se notará en el canal de transmisió­n? Se aprecia cierta disensión en la interpreta­ción de los últimos movimiento­s del BCE y la Reserva Federal de EEUU. Para algunos, una pasada de frenada que llevará a una contracció­n o desacelera­ción más fuerte de lo necesario. Para otros, un ajuste necesario, una clara llamada a la moderación para evitar que la espiral de precios se desboque, sobre todo ahora que se llega a esa parte del año en que deben negociarse los salarios para el próximo año.

Se seguirá debatiendo mucho tiempo si el problema estuvo en mantener tipos reducidos tanto tiempo. Ese límite inferior efectivo de los tipos de interés que se situó en cero (zero lower bound) y que, para muchos, creó más problemas que otra cosa. Lo que sí tendrán a favor los dos principale­s bancos centrales en la entrada de 2023 es margen para operar a la baja con los tipos de interés si fuera preciso. Hoy se ve como algo lejano y poco probable mientras la inflación no muestre signos de bajar. A favor de los últimos movimiento­s más agresivos está la importanci­a del momento. A las puertas del otoño, se hace una llamada a la precaución. Veremos una conquista por capítulos de la normalidad. Se celebrará primero que el pico de la subida de precios se deje atrás. Se seguirá con atención, después, el ritmo de bajada de los precios. Se mirará de reojo a la geopolític­a, cruzando los dedos para que no haya más shocks. Hasta qué punto haya habido o no pasada de frenada sólo lo sabremos en unos meses. Los banqueros centrales lo han dejado claro: en estos momentos, más que nunca, se actúa en el momento y sobre el terreno, con una visión inevitable­mente de corto plazo. Entre tanto, los manuales bien cerrados en las estantería­s.

Hasta qué punto haya habido o no pasada de frenada sólo lo sabremos en unos meses

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Christine Lagarde, presidenta del BCE, junto a su homólogo de la Reserva Federal norteameri­cana, Jerome Powell.
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