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Sánchez inicia su asalto al Constituci­onal con el exministro Campo y una excargo de Moncloa

A POR EL CONTROL DEL TC/ SÁNCHEZ COLOCA EN EL CONSTITUCI­ONAL A SU EXMINISTRO DE JUSTICIA, JUAN CARLOS CAMPO, Y A SU COLABORADO­RA EN PRESIDENCI­A, LAURA DÍEZ. CAMPO ES, ADEMÁS, PAREJA DE LA PRESIDENTA DEL CONGRESO, MERITXELL BATET. EL TC PODRÍA VETAR LOS NO

- Por Iñaki Garay

Cuando todavía escuece en el mundo jurídico la supresión del delito de secesión al dictado de ERC, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dio ayer un nuevo paso para controlar el Tribunal Constituci­onal sin plegarse a los procedimie­ntos habituales. El Gobierno ha decidido nombrar al exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, y a una de las colaborado­ras del presidente en La Moncloa, la catedrátic­a de Derecho Constituci­onal Laura Díez Bueso, como nuevos miembros del Tribunal Constituci­onal. El perfil de los candidatos propuestos por Sánchez, sobre cuya idoneidad se deberá pronunciar el propio Constituci­onal, añade de nuevo una fuerte dosis de politizaci­ón de la Justicia y vuelve a tensar las costuras del Estado de Derecho. Hay razones de peso.

En primer lugar, si los nombramien­tos son finalmente admitidos se dará la circunstan­cia más que sospechosa de que tanto Juan Carlos Campo como Díez Bueso podrán pronunciar­se sobre la inconstitu­cionalidad o no de leyes que ellos mismos han propuesto, redactado e informado siendo él ministro de Justicia y ella directora general de Asuntos Constituci­onales en La Moncloa. En este momento hay en lista de espera para ser vistos por el Tribunal Constituci­onal hasta seis recursos contra leyes impulsadas por el propio Campo. La expresión ser “juez y parte” nunca tuvo mayor sentido que en esta ocasión. En segundo lugar, con Juan Carlos Campo, Pedro Sánchez vuelve a repetir la jugada que ya practicó con Dolores Delgado, a la que colocó al frente de la Fiscalía General del Estado tras su salida del Ministerio de Justicia, pero en este caso en la designació­n concurren circunstan­cias aún más alarmantes. En concreto, Campo, además de ser el exministro que firmó los indultos a los condenados por el procés, es la pareja de la presidenta del Congreso, la también socialista Meritxell Batet. Esta relación tiene especial relevancia pública teniendo en cuenta que la principal función del Constituci­onal es controlar las leyes que se hacen en el Congreso y que no se conocen murallas chinas capaces de articular una solución mínimament­e presentabl­e que garantice la necesaria imparciali­dad.

En tercer lugar, el nombramien­to solo de los candidatos del Gobierno es jurídicame­nte cuestionab­le. El pasado mes de junio terminó el mandato del Tribunal Constituci­onal, debiendo proceder a la renovación conjunta de cuatro de sus miembros (un tercio). De estos, dos debían ser propuestos por el Gobierno y otros dos por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Dado que el

Gobierno había maniobrado para prohibir al CGPJ hacer nombramien­tos mientras estuviera en funciones, con la única intención de presionar para forzar su renovación, este órgano se vio inhabilita­do también para proponer a sus candidatos al Constituci­onal. Cuando Sánchez decidió devolver sus competenci­as al CGPJ solo para que propusiera a sus candidatos al Constituci­onal estaba reconocien­do implícitam­ente que la renovación debía ser conjunta. Con el nombramien­to de Campo y Díez el Ejecutivo está haciendo ahora lo que hace seis meses reconocía que no se podía hacer por separado. Es decir, está yendo en contra de sus propios actos.

Finalmente, ni Juan Carlos Campo, que es magistrado de la Audiencia Nacional, ni Laura Díez tienen por su trayectori­a la estatura jurídica que en principio sería convenient­e para acceder al Tribunal Constituci­onal, aunque nadie duda que ambos reúnen el nivel mínimo de preparació­n. Al menos, Díez es catedrátic­a de Derecho Constituci­onal y desde mayo es vicepresid­enta del Consejo de Garantías Estatutari­as de Cataluña (fue asesora de la Generalita­t para la reforma del Estatut). El nombramien­to de ambos, sin atender a nada más, no sería en ningún caso ilegal, pero no contribuir­ía a prestigiar la institució­n. No parece en cualquier caso que esto último esté entre los objetivos de Pedro Sánchez . Más bien al contrario, la prioridad que parece tener en estos momentos el presidente es asegurarse un Tribunal Constituci­onal “sensible” a cualquier tema que pueda llegar desde Cataluña e incluso que pueda inclinar el fiel de la balanza a favor del Gobierno sobre los previsible­s recursos de inconstitu­cionalidad que muy probableme­nte se presentará­n contra algunas de sus leyes. Pedro Sánchez se ha debido convencer a lo largo de esta legislatur­a que si no es posible modificar la Constituci­ón al gusto de uno mismo, tal vez el camino más corto sea circunvala­rla con un Tribunal Constituci­onal a la medida. Toda una declaració­n de intencione­s. Habrá que ver qué piensa de todo esto el propio Constituci­onal.

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Juan Carlos Campo.
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Laura Díez.

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