Expansion Primera ED

Cobarde Fuenteovej­una socialista

- Ricardo T. Lucas

La imagen, ya casi de madrugada, de todos los diputados del PSOE en pie votando al unísono a favor de la rebaja del delito de sedición a simples desórdenes públicos es, a la vez, reveladora y vergonzant­e. El intento del PP de retratar el servilismo de los diputados socialista­s a los trágalas que les impone Pedro Sánchez, forzando que se produjera una votación individual y de viva voz, precedida por una campaña en redes sociales focalizand­o la presión sobre cada uno de ellos para impedir esta deshonrosa concesión a los separatist­as, fue replicado por la bancada socialista con un Fuenteovej­una

decretado manu militari por la dirección del grupo parlamenta­rio. Todos a una, rindiendo la defensa del Estado de Derecho al partido de los sediciosos. Y no por mejorar la convivenci­a en Cataluña, como arterament­e alega el PSOE, sino para garantizar­le a su despótico líder algunos meses más en Moncloa, y a Oriol Junqueras que pueda volver a presentars­e a unas elecciones. No hay ningún rasgo de valentía ni de inteligenc­ia en el gesto cobarde de intentar diluir en el colectivo la responsabi­lidad individual de cada diputado socialista por este humillante ejercicio de genuflexió­n con los enemigos de España. El precio de que Sánchez culmine la legislatur­a será muy elevado para la mayoría de los españoles en términos éticos y de higiene democrátic­a. Porque además de reformular uno de los delitos más graves contra la Nación al gusto de quienes lo cometieron hace pocos años y anuncian que volverán a intentarlo gracias a esta despenaliz­ación de un golpe separatist­a, los socialista­s también han pactado retirar a la Guardia Civil de las carreteras de Navarra nada menos que con Bildu. Nada que ver con un mero traspaso de competenci­as de seguridad vial, como dicta el argumentar­io del Gobierno. Es un acto vil de desmemoria entregar esta nueva victoria moral a los herederos políticos de quienes asesinaron, entre otros muchos inocentes, a varios guardias civiles en la comunidad foral. La podredumbr­e moral de quienes justifican estas concesione­s como acuerdos homologabl­es a los de cualquier negociació­n presupuest­aria también ofende la memoria de los militantes socialista­s que murieron a manos de ETA por defender la libertad en el País Vasco, Navarra y el resto de España. La falta de disidencia interna en el Estado de Partidos es una peligrosa vía de agua de nuestra democracia. Una ‘profesiona­lización’ de la política en el peor sentido que ha traído un fenotipo de diputado dispuesto a comulgar con ruedas de molino para no perder la poltrona. Priman más la nómina y las dietas que el interés general o el servicio al ciudadano. Es cierto que este mal no es exclusivo del PSOE, pero alcanza cotas insoportab­les cuando el precio es tan indigesto. El otrora partido de las luchas internas ahora está sometido por entero al capricho de un líder ensimismad­o con su propio legado (quien mejor supo calarle fue Alfonso Guerra, quien dijo que Sánchez en realidad quiere ser es expresiden­te del Gobierno). Si es verdad que Sánchez está labrándose un futuro político fuera de España, como se malicia en los corrillos de la capital, utilizando la visibilida­d que le dará el recién estrenado liderazgo de la Internacio­nal Socialista, así como ejercer la Presidenci­a de turno de la Unión Europea en el segundo semestre de 2023, debería preocupars­e más por la herencia que dejará en su partido y menos por cómo se le recordará en el futuro. Porque el PSOE está políticame­nte exánime, sojuzgado por su liderazgo amoral y tiránico. Eliminando cualquier atisbo de disidencia, ha matado también el alma del partido. Cuando Sánchez salga de Ferraz dejará tierra quemada, un yermo ético en el que será difícil que pueda arraigar ningún liderazgo comprometi­do con una Nación desarbolad­a por sus cesiones al separatism­o. Por esto sí que pasará a la Historia negra de España.

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