Así es el mejor pastelero del mundo
El repostero puertorriqueño, de raíces libanesas, tiene negocios en Miami y México.
Cuando apenas había cumplido la mayoría de edad, tuvo que reaprender a hablar, escribir y andar, además de tratar de recuperar la memoria, cuando apenas conservaba tres recuerdos: reconocía a su madre, sabía que le gustaba la repostería y tenía claro que quería ser cocinero. Amable, positivo y generoso, Antonio Bachour (Rio Grande, Puerto Rico, 1975) está considerado el Mejor Pastelero del Mundo, según The Best Chef Awards, en su edición 2022 –cuya lista de los mejores cocineros del mundo está liderada por Dabiz Muñoz, de DiverXO–.
La semana pasada, el chef puertorriqueño visitó Madrid para presentar un proyecto que permitirá probar sus dulces en Madrid estas Navidades en un foodtruck aparcado en la Plaza de Colón, iniciativa dentro de La Caprichería de Baileys. Es una oportunidad para probar sus dulces en una ciudad en la que le gustaría “tener un local algún día, igual que en Barcelona; estamos viendo oportunidades”, comenta el pastelero.
Su historia
De padres libaneses y con seis hermanos, nació en Puerto Rico, país donde se asentaron sus padres tras emigrar de Líbano a Brasil. “Empezaron vendiendo ropa en la calle; después, tuvieron un supermercado y acabaron comprando una bakery”, cuenta. A la panadería-pastelería fue donde, con 10 años, Bachour comenzó a ir a diario, mientas estudiaba. “En otros negocios, se quejaban; en la pastelería, trabajaban con una sonrisa. Eso me encantó. Con 16 años, yo hacía todo el pan y los postres”, cuenta este pastelero, al que, con 17 años, descubrieron un tumor canceroso en la glándula pituitaria. “Los médicos no podían hacer nada en Puerto Rico. El único doctor que podía hacer algo estaba en el Hospital del Niño en Filadelfia, así que nos fuimos allí”.
Una operación exitosa, un año de recuperación en Filadelfia, problemas adicionales como un aneurisma, entradas y salidas del hospital en los años siguientes y medicación de por vida con hormonas de reemplazo… pero Bachour decidió marcharse a Nueva York para estudiar cocina. “Necesitaba vivir solo y hacer lo que me gustaba. Me olvidé de todo, tomé la medicación y dejé de tener tantos problemas de salud. Cuando tu mente deja de pensar en lo que tienes, deja de inyectarte energía negativa”, sostiene Bachour, que se graduó y comenzó a trabajar como pastelero en restaurantes y hoteles; incluso recibió premios como uno de los mejores pasteleros de Estados Unidos.
Sus negocios
En 2015, emprendió su primer negocio propio, en Miami, con un socio al que al año se lo vendió, por no estar de acuerdo en los parámetros de calidad que marcaba. Fue en 2019 cuando, por fin, arrancó el germen de su grupo empresarial actual; abrió Bachour en Miami, con un hermano suyo como socio, un espacio de 500 metros cuadrados bajo un formato que suma pastelería con tienda y café para comprar o sentarse para comer oferta dulce y salada.
El segundo local llegó en 2020, ya en plena pandemia, en la misma ciudad; después, creó cafés en concesionarios de Ferrari, Aston Martin y Land Rover.
México es la otra localización geográfica de sus negocios –en este caso, con socios locales–, donde este año creó tres conceptos en Mérida: un bistró, el restaurante libanés Habibi –que, por cierto, visitó Dabiz Muñoz en sus vacaciones del pasado verano– y un café-pastelería. Entre sus locales de Miami y México, tiene entre 450 y 500 empleados.
Para 2023, el pastelero prevé planes como inaugurar Tablé Bachour, un concepto de restaurante francés, y varios locales como una pastelería en Washington D.C; así como una apertura en Ciudad de México.
Bachour cuenta su de productos: “Bollería completa de más de 15 piezas, una vitrina de 12 piezas de postres individuales que cambiamos mensualmente y una gama de bombones y macaron, además de panes”. En su casa madre de Miami, vende unos 400 postres individuales al día de lunes a viernes y 800 en sábado y domingo, con un precio medio de 12 euros. Apunta las nuevas tendencias en pastelería: “Menos azúcar, menos grasa, más vegetales, más light y más sostenible”.
Su agenda actual
Bachour viaja con mucha frecuencia –y su medicación siempre a cuestas– por todo el mundo, siempre que puede con su mujer, mientras su otro gran referente es su madre, que vive en Miami: “Es quien aprueba mis postres y con quien compito, porque es una gran pastelera de casa de quien he aprendido y en quien me inspiro”.
Además, se dedica a impartir ponencias y a estudiar nuevos proyectos, que dice que le llegan constantemente. “Nunca pienso que estoy enfermo; solo pienso en hoy, no en mañana. Vivo al día y lo disfruto; lo que tengo hoy me lo gasto”, sentencia. “La pastelería me salvó la vida, porque la mente es traicionera y tenía que dejar de pensar en lo que me pasaba”, defiende el pastelero. “Siempre he creído mucho en Dios; vengo de una familia católica”. Eso y su mujer, de nacionalidad colombiana, con quien se casó al mes de conocerla y que identifica como un apoyo fundamental.