Expansión Nacional - Sabado - Fin de Semana

Oliver Blume, un fan de los coches al volante de Porsche

El ejecutivo alemán se enfrenta a una dura tarea al frente tanto de la famosa marca de coches deportivos que acaba de salir a Bolsa en Alemania como de su matriz Volkswagen.

- Peter Campbell / Olaf Storbeck.

Oliver Blume trata de evitar las colas, yendo en bicicleta a las oficinas de Porsche en lugar de enfrentars­e al tráfico de Stuttgart (Alemania) en uno de los coches deportivos de su empresa. Pero la semana pasada el consejero delegado tuvo que hacer cola. En la Bolsa de Fráncfort, con motivo de la salida a Bolsa del fabricante de automóvile­s, eran tantos los dignatario­s que querían hablar antes de la operación que las declaracio­nes de Blume se vieron interrumpi­das por el inicio de la jornada bursátil.

Fue un raro lapsus de gestión del tiempo tratándose de un ejecutivo conocido por sus colegas por su eficiencia y diligencia.

Blume necesitará todas sus habilidade­s con el tiempo, así como su actitud de consenso y la “voluntad de hierro” que, según sus asociados, se esconde bajo su encanto, para lograr un adecuado equilibrio en su doble papel de CEO de Porsche y Volkswagen.

En el roadshow se comunicó a los inversores que Blume, de 54 años, será capaz de conducir a Porsche hacia el futuro y, al mismo tiempo, supervisar un cambio tectónico en su enorme matriz, que se extiende por todo el mundo.

Sin embargo, en privado hay menos certeza. “Será muy difícil mantener esas dos funciones”, advierte una persona que trabajó en la OPV de Porsche y que dedicó el mes pasado a responder a las preguntas de los inversores sobre sus inusuales estructura­s de gobernanza. “Son dos mundos complejos con... complejas y diferentes partes involucrad­as en ambas compañías”.

Blume, afirma la persona, “está realmente convencido de que puede hacer frente a ambas funciones, pero también es lo suficiente­mente racional como para que, si percibe que no es capaz de hacerlo, se adapte y se quede con el papel de CEO de VW”.

Públicamen­te, el jefe de Porsche ha declarado que no hay un plazo para abandonar su antiguo papel. “No microgesti­ona, así es como creo que puede dirigir ambas”, señala un ejecutivo de la industria que ha trabajado con él.

Doble función

Hay precedente­s de ejecutivos de VW que hacen malabares con sus funciones. Herbert Diess, el predecesor de Blume como consejero delegado de VW, dirigió durante un breve espacio de tiempo la marca Volkswagen y el grupo en general. Blume, sin embargo, tendrá que supervisar dos empresas cotizadas, un enigma que recuerda al del difunto Sergio Marchionne, que dirigió el grupo Fiat al mismo tiempo que Ferrari, cuando ésta salió a Bolsa.

Mientras que Marchionne era un jefe de filas que a menudo sólo dormía en los coches entre reuniones, Blume volvía a casa el fin de semana para ver a su familia, incluso durante los periodos más ajetreados con la preparació­n de la salida a Bolsa. Pero siempre daba respuestas detalladas al “extenso material” enviado por los asesores el viernes en los dos días anteriores.

Equilibrar las dos funciones requerirá también la capacidad de atraer a un gran número de trabajador­es en un viaje que conllevará grandes cambios de la plantilla.

Entre quienes han trabajado junto a él se reconoce su tranquilid­ad. Blume fue uno de los impulsores del acuerdo de Porsche para formar una empresa conjunta entre la marca de gama alta Bugatti y Rimac, el grupo croata de hipercoche­s y tecnología.

Durante los dos años que duró el proceso, hubo más de un centenar de reuniones de grupo, algunas con ideas muy diferentes para la marca. Sin embargo, el acuerdo terminó cerrándose.

Sólo en una ocasión durante la interminab­le saga de la salida a Bolsa de Porsche los asesores vieron un mínimo atisbo de presión.

Blume se enteró de que iba a ascender al cargo en VW al mismo tiempo que hacía malabarism­os al frente de la marca de coches deportivos poco antes de presentar una estrategia corporativ­a para apuntalar la salida a Bolsa de Porsche que llevaba semanas diseñándos­e. “No era tan agradable como siempre”, explica una persona que trabajó estrechame­nte con él en aquella época. “Pero nunca perdió el control”.

Sin embargo, una vez terminadas las proyeccion­es de PowerPoint, Blume reunía a los empleados al final del día para agradecerl­es su trabajo tomando una cerveza en la oficina, algo que, según fuentes internas, no era infrecuent­e después de acontecimi­entos importante­s.

Un amigo recuerda cómo Blume, al final de una fastuosa fiesta del motor organizada cerca de la sede de la empresa hace varios años, subió al escenario a las dos de la madrugada para dar las gracias de forma individual al personal del catering de Porsche.

Los que recuerdan la dirección de VW en años pasados comentan que su enfoque no podría estar más alejado del de Martin Winterkorn, que estuvo al frente de VW durante muchos años, y que solía hacer que le sirvieran vino de mayor calidad en las cenas oficiales de la empresa.

Oliver Blume nació en Braunschwe­ig, la ciudad alemana más cercana a la sede de VW en Wolfsburgo, y estudió ingeniería mecánica en la universida­d técnica de la ciudad.

Se incorporó a Audi en 1994 como becario y fue ascendiend­o en el grupo VW hasta sus más altos niveles, incluyendo un periodo como jefe de producción de la marca Seat en España, donde todavía tiene una casa.

El consejero delegado de Renault, Luca de Meo, que trabajó con Blume durante su etapa en Seat, lo describe como un “hombre con los pies en la tierra y muy accesible... un tipo normal, que no se comporta como una superestre­lla”.

En 2015 fue ascendido a CEO de Porsche, la máquina de efectivo de Volkswagen y la joya de la corona de las familias Porsche y Piech que controlan el grupo. En Stuttgart entabló una estrecha relación con Wolfgang Porsche, que se interesa mucho por su empresa familiar.

Los dirigentes de Volkswagen suelen ser derribados desde arriba por la familia, o desde abajo por el comité de empresa, que es tan poderoso que muchos inversores bromean con que dirige la empresa.

Los socios de Porsche apuntan al unido equipo gestor de la marca y a la “cultura del rendimient­o”, amparada por Blume, como indicios de su enfoque moralizant­e.

Las personas que han visto a Blume al volante de coches deportivos lo describen como un “excelente conductor”, capaz de controlar vehículos sin rumbo con facilidad, aunque sus neumáticos echen humo.

Los inversores de la empresa querrán que muestre un nervio similar en los próximos meses.

Blume necesitará su actitud de consenso y su voluntad de hierro al frente de Porsche y Volkswagen

Entre quienes han trabajado junto al ejecutivo, se reconoce su tranquilid­ad

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Oliver Blume deberá hacer equilibrio­s para poder ejercer el liderazgo en Porsche y Volkswagen.

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