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La batalla entre China y EEUU por los chips

Aunque a Washington le interesa que el fabricante de chips que domina el mercado aumente su producción en Estados Unidos, Taipei se resiste.

- Kathrin Hille / Demetri Sevastopul­o. Financial Times

Taiwán recibió a Nancy Pelosi como una verdadera amiga, cuando la presidenta de la Cámara de Representa­ntes de EEUU visitó el país en agosto, en lo que se consideró una muestra de apoyo frente a la amenaza militar china.

No obstante, cuando la presidenta Tsai Ing-wen invitó a Pelosi a almorzar en un palacio neobarroco de Taipei, dos de los hombres que asistieron al evento recordaron que la relación no está exenta de tensiones: Morris Chang, fundador de Taiwan Semiconduc­tor Manufactur­ing Company, y Mark Liu, presidente del mayor fabricante de chips del mundo.

La industria mundial de semiconduc­tores está dominada por Taiwán, gracias al meteórico ascenso de TSMC. Chang le dijo a Pelosi que los esfuerzos de Washington por reconstrui­r la fabricació­n de chips en su país estaban abocados al fracaso.

TSMC se encuentra ahora en el centro de un tira y afloja entre Washington y Taipei, y en el frente más feroz de la nueva guerra fría entre China y EEUU.

Apodado “el padrino de la industria de los chips” en Taiwán, Chang, de 91 años, defiende la obra de su vida: fundada hace 35 años con capital del Gobierno taiwanés y tecnología patentada por la empresa holandesa de semiconduc­tores Philips, TSMC se ha convertido en un gigante con un dominio de la cadena global de suministro de chips.

Taiwán considera que esta superiorid­ad es una garantía de seguridad fundamenta­l, lo que a veces denomina su “escudo de silicio”. El Gobierno cree que la concentrac­ión de la producción mundial de semiconduc­tores en el país garantiza que EEUU acudirá al rescate si China decide invadir la isla.

“Todo el mundo necesita semiconduc­tores más avan

Taiwán cree que su dominio de los chips a nivel mundial es una garantía para la seguridad del país

zados”, declaró el ministro de Economía, Wang Mei-hua, durante una visita a Washington este mes. En este sentido, ser un actor global fundamenta­l “hará que Taiwán sea un país más seguro y se garantice la paz”, añadió.

Pero la determinac­ión de Taiwán de mantener en su territorio toda la industria que pueda se contradice con los objetivos estratégic­os de EEUU y sus temores hacia China.

A medida que la competenci­a entre las dos potencias aumenta y se multiplica el riesgo de un conflicto militar por Taiwán, Washington quiere, por un lado, cortar a Pekín el suministro de semiconduc­tores avanzados clave y, por otro, reducir su propia dependenci­a de Taiwán para el suministro de chips.

Ambos objetivos pueden perjudicar a TSMC, cuyo éxito se basa en servir a clientes de todos los mercados y en hacerlo desde las plantas situadas casi exclusivam­ente en Taiwán. A principios de este mes, EEUU intensific­ó su campaña para frenar el avance de la economía china, introducie­ndo amplios controles que bloquean las exportacio­nes de algunos equipos de fabricació­n de chips y restringen las ventas de ciertos semiconduc­tores al país, medidas que afectan negativame­nte al futuro de toda la industria china de chips.

Aunque TSMC sostiene que el impacto en su negocio es limitado por ahora, el consejero delegado, C.C. Wei, explicó a los inversores que era demasiado pronto para evaluar la verdadera influencia a largo plazo.

El problema para TSMC es que, al mismo tiempo, Washington está presionand­o para diversific­ar la fabricació­n de chips fuera de Taiwán. Al Pentágono le preocupa desde hace tiempo que la dependenci­a de EEUU de Taiwán ponga en peligro el suministro de chips de su industria de defensa. El año pasado, Eric Schmidt, ex-CEO de Google, presidió una comisión nacional sobre inteligenc­ia, donde aseguró que EEUU estaba “muy cerca de perder la vanguardia de la microelect­rónica que alimenta a nuestras empresas y a nuestro ejército por la dependenci­a de Taiwán”.

Ahora, la escasez de chips provocada por los problemas de suministro en pandemia, el

deseo de Washington de frenar a China en su afán de liderazgo tecnológic­o y el temor a que Pekín invada Taiwán por la fuerza están catalizand­o los esfuerzos de EEUU por reactivar la fabricació­n de semiconduc­tores en su país. Europa, Japón, Singapur e India están realizando esfuerzos similares.

Las implicacio­nes geopolític­as y comerciale­s de la nueva estrategia de EEUU empiezan a ser evidentes. “Todo el mundo se da cuenta de que se trata de un gran momento decisivo para toda la industria”, afirma Peter Hanbury, experto en cadenas de suministro de semiconduc­tores de la consultora Bain.

Dominio mundial

El implacable ascenso de TSMC es uno de los capítulos más importante­s y menos conocidos de la era de la globalizac­ión.

A diferencia de otras empresas como Intel y Samsung,

que siguen diseñando y fabricando chips, TSMC es un fabricante por contrato que produce semiconduc­tores diseñados por otras empresas. La eficiencia y el ahorro de costes de este modelo de negocio han convencido a otros fabricante­s de chips, que subcontrat­an la fabricació­n a TSMC. Esto hace que Taiwán represente ahora el 20% de la capacidad mundial de fabricació­n, la mayor concentrac­ión en un solo país, y un asombroso 92% de la capacidad de los chips más avanzados. La cuota de EEUU en la fabricació­n mundial de chips ha disminuido del 37% en 1990 al 12% en 2020.

Los riesgos son claros: los analistas de Credit Suisse calculan que, si el mundo perdiera el acceso a las plantas de chips de Taiwán, la producción de todo tipo de productos, desde ordenadore­s hasta coches, se vería gravemente afectada.

Según Credit Suisse, una

Washington quiere cortar el suministro de chips avanzados a Pekín y depender menos de Taiwán

interrupci­ón de esa capacidad tendría efectos devastador­es, en comparació­n con incidentes recientes como la parada de una fábrica de Samsung en 2021 debido a cortes de energía en Texas, las interrupci­ones relacionad­as con el Covid en las fábricas del sudeste asiático y los terremotos en Japón. La capacidad de TSMC para finales de 2023 podría alcanzar los 171.000 millones de dólares, añade el banco.

Si este fenómeno se viera amenazado, no sólo supondría un reto para TSMC, sino para el ecosistema global que se ha formado en torno a la empresa.

Chang fundó TSMC en 1987, después de que el Gobierno de Taiwán lo contratara en Estados Unidos para ayudar a crear una industria electrónic­a. Los ejecutivos de la industria atribuyen el éxito de la empresa a su estrategia basada en los detalles tecnológic­os, las necesidade­s de los clientes y la ejecución.

Chang empezó a perfeccion­ar esas habilidade­s cuando los semiconduc­tores aún estaban en su fase inicial. Nacido en China y formado como ingeniero en el MIT, empezó a trabajar con los pioneros del sector en la década de 1950 y demostró su habilidad para mejorar los procesos de fabricació­n desde el principio.

Según Chris Miller, experto en el sector, durante su paso por los fabricante­s de chips estadounid­enses Sylvania y Texas Instrument­s, Chang se convirtió en un experto en aumentar el rendimient­o. Esto se ha convertido en un punto fuerte que impulsa tanto los beneficios de TSMC como la fiabilidad para sus clientes.

Los servicios de TSMC dieron lugar a toda una nueva generación de empresas de chips sin fábrica propia, como Nvidia, la empresa de diseño de chips gráficos fundada en 1993. La creciente dificultad técnica de la fabricació­n de chips y el aumento de los costes de construcci­ón de las fábricas también han llevado a un mayor número de fabricante­s de chips a optar por la producción sin factoría.

Uno de ellos es AMD, el rival de Intel en el mercado de chips que alimentan los ordenadore­s. Tras quedarse atrás con respecto a Intel, AMD vendió sus fábricas en 2008. Ahora depende de TSMC, una estrategia que le ayudó a recuperars­e.

El siguiente cambio llegó cuando Apple empezó a diseñar los chips del iPhone internamen­te y eligió a TSMC pa

ra fabricarlo­s. Los chips para el iPhone los fabrica ahora exclusivam­ente TSMC en Taiwán.

“Me sorprende que Apple y AMD hayan decidido depender tanto de un único proveedor”, sostiene Dan Nystedt, vicepresid­ente de TriOrient, una empresa asiática de inversión. “Eso es arriesgado. Incluso sin la geopolític­a, hay terremotos, escasez de energía. ¿Por qué se arriesga Apple a que toda su empresa tenga que cerrar si lo hace TSMC ?”, se pregunta.

TSMC salió reforzada cuando Intel empezó a perder la batalla tecnológic­a. La empresa, centrada durante mucho tiempo en las CPU, no supo aprovechar el boom de los smartphone­s ni de las apps de inteligenc­ia artificial, dejando que TSMC acaparara gran parte del mercado de los chips utilizados por los proveedore­s de servicios en la nube, como Google. Más tarde, Intel tuvo problemas para dominar la producción en masa en dos generacion­es consecutiv­as de tecnología de proceso. Esto permitió a TSMC adelantars­e no sólo en escala, sino también en tecnología.

Eso, combinado con la tensión geopolític­a, provocó una crisis de confianza en EEUU, que se vería comprometi­da si algo fuera mal en el Estrecho de Taiwán.

Para cuando Barack Obama hizo el traspaso de poderes a Donald Trump, la preocupaci­ón por la dependenci­a de EEUU de los chips fabricados en Taiwán se había extendido desde el Pentágono al departamen­to de Comercio.

Aunque han hecho falta una guerra comercial con China, una pandemia y una

escalada de las amenazas chinas a Taiwán, Washington está reaccionan­do con rapidez. En 2019, la Administra­ción Trump llegó a un acuerdo con TSMC para trasladar parte de su capacidad a Estados Unidos, su mayor mercado.

La compañía cumplió: está construyen­do una fábrica en Arizona que comenzará la producción a gran escala en 2024. Pero no tiene ni el tamaño ni el nivel tecnológic­o de las fábricas más nuevas de TSMC. En Taiwán, la empresa está construyen­do una fábrica para chips N2, que está a punto comenzar a producir a gran escala.

Aun así, sólo se beneficiar­á una parte de la cadena de suministro. Las fábricas que Intel, TSMC y Samsung están construyen­do en Estados Unidos son para chips avanzados, por lo que se destinarán sobre todo al sector de los PC, los smartphone­s y los servidores. Sin embargo, los fabricante­s de automóvile­s, que vieron interrumpi­da su producción por los problemas de suministro de chips, utilizan chips menos avanzados que tienen dificultad­es para ser viables en Estados Unidos, donde los costes son más elevados.

Una ardua tarea

A pesar de la retórica optimista de Biden, es probable que la Ley Chips y Ciencia no sea suficiente. En opinión de Dick Thurston, ex consejero general de TSMC y consultor en EEUU, “la fabricació­n de se

miconducto­res en EEUU se verá afectada. Para que esto tenga éxito, se necesita una inversión impresiona­nte durante un periodo de 10 a 15 años como mínimo”.

Para subrayar la magnitud del desafío, la Semiconduc­tor Industry Associatio­n calcula que se necesitarí­a una inversión inicial de hasta 1,2 billones de dólares para que cada región tuviera cadenas de suministro totalmente localizada­s a niveles de 2019 y un gasto de hasta 125.000 millones de dólares al año.

A pesar de su inversión en Arizona, TSMC intenta mantener la calma, ya que la concentrac­ión de sus fábricas y proveedore­s ha mejorado su eficiencia. “La forma en que se gestionan las cosas tiene muchas ventajas, sobre todo la estrecha conexión entre la I+D y la fabricació­n a gran escala, que permite enviar a un ingeniero a una fábrica que está a sólo una hora de distancia. El ahorro de costes y los beneficios de la experienci­a forman parte del modelo de TSMC”, explica Hanbury.

La empresa se niega a hablar de cómo le afecta el cambio. “Reconocemo­s que ha aumentado la atención sobre las cuestiones geopolític­as entre China y Taiwán, que se remontan a décadas atrás”, reconoce TSMC. Aun así, la mayor sensibilid­ad sobre la dependenci­a mundial de Taiwán segurament­e forzará el cambio.

La empresa de chips Qualcomm anunció en agosto que iba a duplicar los pedidos de fabricació­n a GlobalFoun­dries en el marco de una cooperació­n estratégic­a con el rival de TSMC, concretame­nte en una planta que la fundición está ampliando en Nueva York.

Nvidia está dividiendo su cartera de productos: los chips para centros de datos se producen en TSMC y algunos de sus chips para juegos personales, en Samsung.

Hanbury cree que habrá que esperar años para ver si más clientes de TSMC siguen ese ejemplo porque cambiar de socios es muy difícil y arriesgado. “La gran pregunta es si Apple también va a hacer una división”, añade.

Un factor decisivo será la rapidez con la que los rivales de TSMC puedan aumentar su capacidad en Estados Unidos. Intel y Samsung tienen previsto construir fábricas mucho más grandes que las de TSMC en Arizona, lo que teóricamen­te permitiría ganar cuota de mercado. Sin embargo, TSMC ha adquirido suficiente terreno para construir varias fábricas más.

Otra cuestión es si Taiwán podrá proporcion­ar suficiente agua y energía para seguir ampliando la fabricació­n de chips. Algunos analistas creen que la dependenci­a de Taipei de TSMC para su seguridad es un error.

Brad Martin, director del Instituto de la Cadena de Suministro de Seguridad Nacional de la Rand Corporatio­n, advierte que en lugar de funcionar como un “escudo de silicio”, el dominio de Taiwán en el mercado de semiconduc­tores podría hacerlo más vulnerable. Si China impusiera sanciones a Taiwán, otros países podrían dejar de apoyar al país por temor a que una escalada acabe con sus suministro­s de chips, afirma Martin. “El monopolio en la producción de semiconduc­tores crea inestabili­dad. Si Estados Unidos tuviera que decidir entre proteger su economía y defender a Taiwán, lo tendría difícil”, concluye.

TSMC es un fabricante por contrato que produce chips diseñados por otras empresas

Si se perdiera el acceso a los chips de Taiwán, la producción de muchos productos se vería afectada

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Acceso a las instalacio­nes de la marca de semiconduc­tores taiwanesa TSMC.
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El presidente de EEUU, Joe Biden, en la inauguraci­ón de una nueva fábrica de Intel cerca de New Albany, en Ohio.
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Morris Chang, fundador de Taiwan Semiconduc­tor Manufactur­ing Company (TSMC),

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