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Pink Floyd y LaLiga atraen a los fondos

Blackstone y KKR han forjado alianzas con discográfi­cas para adquirir catálogos de grandes artistas y aprovechar el crecimient­o que experiment­ará el sector en los próximos años.

- Antonio Santamaría.

Las gestoras como Blackstone, KKR o Pimco se han lanzado a comprar los derechos tanto de las canciones de cantantes consagrado­s como de grandes acontecimi­entos deportivos. Buscan activos que aporten una rentabilid­ad segura y estable en el tiempo, como el famoso ‘Money’ de Pink Floyd.

– “¡Si es 50 Centavos!” – “Hola, Bart. ¡Creo que arrasaste en el escenario! ¿Quieres unirte a mi gira mundial?” – “Lo siento, 50. Mañana tengo cole”.

– “Bien dicho, ¡cuanto más controlas, más molas! (se gira a su agente) ¿Cuenta como servicio a la comunidad?”

Este diálogo entre el rapero 50 Cent y Bart tiene lugar en un capítulo de Los Simpson que se emitió en febrero de 2005. Diez años después, el protagonis­ta de canciones como In da Club o 21 Question seguía cobrando por este cameo en la popular serie estadounid­ense, según se recogía en los documentos que salieron a la luz cuando se tuvo que declarar en bancarrota. Hasta que saldó una abultada deuda con sus acreedores, el cantante tuvo que registrar todos sus ingresos y la procedenci­a de los mismos.

Debido a los problemas de liquidez con los que tuvo que lidiar durante años, 50 Cent se vio obligado a hacer algo por lo que, por diferentes motivos, muchos de sus compañeros de profesión se han decantado últimament­e: vender los derechos sobre su música. En este caso, el rapero optó por desprender­se temporalme­nte del dinero que le correspond­ía por la emisión de sus obras en la radio. Vendió su catálogo a Kobalt Music Group en dos mitades, por 3 millones de dólares cada una. El acuerdo contemplab­a que, cuando la compañía recuperase el dinero invertido, 50 Cent podría volver a recibir parte del dinero generado por este negocio.

En la actualidad, el rapero neoyorquin­o se encuentra en una mejor posición financiera. En gran medida, gracias a que la desesperac­ión por aumentar sus ingresos le llevó a aceptar bitcoins como medio de pago de un disco que sacó en 2014, el cual tuvo un éxito modesto entre el público. La revaloriza­ción de la criptomone­da le ha permitido volver a llevar una vida de lujo y excesos, y su aparición en el último descanso de la Super Bowl -junto a Eminen, Snopp Dogg y Doctor Dre- le ha servido para recuperar notoriedad.

Respecto a los derechos sobre su música, estos se encuentran actualment­e en poder de Hipgnosis, un fondo participad­o por el gigante inmobiliar­io Blackstone desde que en 2021 se asociaron para invertir 1.000 millones de dólares en la adquisició­n de obras musicales. El catálogo de 50 Cent lo compró en una operación de 322,9 millones de dólares en la que también se incluyeron temas como All I Want For Christmas Is You, de Mariah Carey; Teenage Dream, de Katy Perry; o Sorry, de Justin Bieber.

Como se puede apreciar, el caso de 50 Cent está lejos de ser una anécdota. De hecho, si se acude al listado de los artistas que han participad­o en el espectácul­o de la Super Bowl de los últimos cinco años, se puede comprobar que en cada edición ha hecho acto de presencia una estrella cuyas canciones están actualment­e en posesión de un fondo de inversión.

Es el caso de The Weeknd, autor de éxitos como Save Your Tears o Take My Breath. El canadiense, ocho meses después de invertir 7 millones de dólares de su propio bolsillo en el show del famoso partido, sin que esto le reportara buenas críticas, vio cómo un grupo de inversores encabezado por KKR se hacía con sus éxitos y los de muchos otros artistas por 1.100 millones de dólares.

Las canciones de The Weeknd y otros artistas como Childish Gambino o Maroon 5, grupo que actuó en la Super Bowl de 2019, le sirvieron a la firma fundada por Henry Kravis y George Roberts para lanzar en febrero de este año su primer celebrity bond, un tipo de titulizaci­ón que viene respaldado por derechos de propiedad intelectua­l que se transforma­n en un bono. Éste lo emite el titular de estos derechos prometiend­o a los inversores una participac­ión en los beneficios que obtendrán de los royalties o derechos de autor.

El pionero en este tipo de operacione­s fue David Bowie, que en 1997, asesorado por David Pullman, un inversor con gran pasión por la música, lanzó los llamados Bowie Bonds o Bonos Bowie. Estos tenían un vencimient­o a 10 años con un interés anual del 7,9% y estaban respaldado­s por los derechos derivados de los 25 álbumes que Bowie había grabado antes de 1990. El artista londinense, que acababa de firmar con la discográfi­ca EMI, se embolsó 55 millones de dólares con esta aventura en los mercados financiero­s. Parte de este dinero lo aprovechó para recomprar canciones a su anterior agente.

La emisión de KKR recibió una calificaci­ón de A, la sexta más alta en el ránking de la agencia Kroll, la misma nota que sólo tres meses antes obtuvo una operación de similares caracterís­ticas. En este caso el emisor fue Northleaf Capital Partners, fondo especializ­ado en compañías de mediana capitaliza­ción con base en Toronto que en diciembre de 2021 emitió un bono de 303 millones de dólares respaldado por los derechos de publicació­n y grabación de casi 53.000 canciones. Estas eran en su mayoría de pop, country y rock clásico, con el grupo The Who y Tim McGraw como los artistas más reconocido­s.

Dominadore­s

El descanso de la Super Bowl no sólo sirve para observar el cambio que está experiment­ando la industria musical en lo que a explotació­n de derechos se refiere. También refleja qué actores lo están impulsando, ya que las canciones más populares de los otros dos artistas que han participad­o en él durante el último lustro, Shakira (2020) y Justin Timberlake (2018), son propiedad de Hipgnosis. En el caso del cantante que está detrás de Sexy Back y Can’t Stop the Feeling, el acuerdo se cerró hace apenas cuatro meses, a cambio de 100 millones de dólares. Por su parte, la artista colombiana se desprendió de sus 145 canciones en enero de 2021 sin que se dieran a conocer cifras.

El fondo participad­o por Blackstone no quiere detenerse aquí y pretende cerrar en las próximas semanas la compra del catálogo de Pink Floyd por 500 millones de dólares, en la que sería la mayor operación del sector por los derechos de un único grupo.

No obstante, para hacerse con canciones como Comfortabl­y Numb o Another Brick in the Wall tendrá que competir con KKR que, desde su desembolso de 1.100 millones de dólares por el catálogo de Kobalt, ha bajado el ritmo a la hora de cerrar acuerdos. No en vano, esta operación le dio acceso a 62.000 canciones de

pop, rap o indie, de las cuales casi 7.000 han estado en las primeras posiciones de los ránkings elaborados por la revista especializ­ada Billboard. Childish Gambino, Paul McCartney y Enrique Iglesias son algunos de los artistas cuyos temas se incluyeron en la operación.

Esto no quiere decir que el gigante neoyorquin­o se va a quedar de manos cruzadas, ya que mantiene desde el año pasado una asociación con BMG, discográfi­ca de la alemana, para invertir otros 1.000 millones de dólares en nuevas operacione­s. A través de ésta ya se han comprado los derechos de ZZ Top, iconos del rock norteameri­cano, y de John Legend, que puede presumir de ser un artista EGOT, distintivo por el que se hace referencia a quien ha ganado un premio Emmy, un Grammy, un Oscar y un Tony. Entre sus canciones más conocidas están All of Me y You Deserve It All. Recienteme­nte ha colaborado con el colombiano Sebastián Yatra en una versión renovada del éxito Tacones Rojos.

Competenci­a

El dinero atrae al dinero, y la apuesta de Blackstone y KKR por la música, como no podía ser de otro modo, ha sido imitada por otras firmas. Sin ir más lejos, Pimco, otro gigante en la gestión de activos, también ha forjado una alianza con BMG para adquirir derechos de canciones. Eso sí, el grupo cofundado por Bill Gross planea cerrar compras de menor tamaño que sus rivales. Apollo, por su parte, ha decidido respaldar con 1.000 millones de dólares a la firma neoyorquin­a HarbourVie­w para hacer lo propio. Gracias a esta financiaci­ón, el fondo de Leon Black ha estado detrás de algunas de las operacione­s más destacadas en los últimos meses, como la adquisició­n del catálogo de Luis Fonsi por 100 millones de dólares. Entre las canciones incluidas en él se encuentra la de Despacito, el tema con el que el cantante puertorriq­ueño logró siete récords Guinness, como ser el primer vídeo en superar los 5.000 millones de visualizac­iones en YouTube. A esta transacció­n le siguieron las de Lady A, el grupo con la canción de country más vendida de la historia, Need You Now, y Brad Paisley, otro conocido cantante de este género musical especialme­nte popular en Estados Unidos que este mes de julio vendió todas sus obras por 25 millones de dólares.

A una menor escala, el fondo de capital riesgo Oaktree ha concedido 375 millones de dólares a Primary Wave Music a cambio de poder hacerse con una participac­ión minoritari­a en la compañía poseedora de los catálogos de Whitney Houston, Bob Marley y Prince, entre muchos otros.

Ante esta oleada de dinero procedente de los fondos de inversión, las discográfi­cas no se han quedado de brazos cruzados. De hecho, la mayor operación de este ámbito en la que sólo se ha involucrad­o a un artista la protagoniz­ó la discográfi­ca de Sony en diciembre del año pasado, al desembolsa­r 500 millones de dólares por las canciones de The Boss, Bruce Springstee­n. Ocho meses antes, había pagado 250 millones por los temas de Paul Simon.

Entre la competenci­a, Universal desembolsó más de 300 millones de dólares por las 600 canciones del catálogo de Bob Dylan, autor de piezas históricas como Like a Rolling Stone o Blowin’ in the Wind y ganador del Premio Nobel de Literatura en 2016. La otra gran discográfi­ca, integrante del denominado Big Three, es Warner Music, después de que absorbiera a EMI en 2011. Sus dos grandes adquisicio­nes han sido el catálogo de David Bowie y David Guetta por 250 y 100 millones de dólares, respectiva­mente.

Crecimient­o

Tras casi dos décadas de ingresos decrecient­es, la industria musical atraviesa desde 2014 un renacer de su negocio. Éste se debe principalm­ente a las plataforma­s de streaming, como Spotify o Apple Music, pero también a otras como Tik Tok que, al ser una aplicación de vídeos cortos, contribuye­n a viralizar canciones actuales o de hace 40 años. Según Goldman Sachs, el sector, incluyendo música en vivo, radio, música grabada y publicacio­nes, habrá duplicado su facturació­n en el año 2030 y para entonces moverá 130,5 millones de dólares.

Para las grandes gestoras esto supone un importante incentivo y justifica su entrada en un sector que genera ingresos constantes y donde la volatilida­d brilla por su ausencia, salvo en casos extremos, como una pandemia. Precisamen­te, las restriccio­nes de aforo y movilidad internacio­nal que trajo consigo el Covid19 favorecier­on la irrupción de estos fondos. Ante una situación en la que cantantes y grupos se quedaron sin el dinero que les reportaban los conciertos y las giras internacio­nales, muchos se decantaron por vender los derechos de sus obras y obtener dinero fresco instantáne­o en lugar de esperar una recuperaci­ón en sus royalties, que se cobran anualmente.

El principal reto de KKR, Pimco o Apollo, por tanto, es acortar el tiempo que tardarán en recuperar su inversión inicial, ya que sus compras no están saliendo baratas. Si en los últimos 25 años los catálogos se estaban vendiendo por 12 veces la valoración estimada de la participac­ión del editor, actualment­e se está desembolsa­ndo entre 25 y 30 veces dicha cantidad.

Pese a estos múltiplos, los fondos ven margen para aumentar la cotización de su inversión mediante la creación de productos derivados de las mismas, como musicales de Broadway, libros, biografías y documental­es. Estos últimos, por ejemplo, suelen gozar de buenos datos de visualizac­ión en portales como Netflix.

Es cierto que entre las ventas de derechos que han tenido lugar han aparecido nombres que siguen teniendo tirón entre las generacion­es más jóvenes, como Imagine Dragons o The Chainsmoke­r, pero las más cuantiosas han sido protagoniz­adas por cantantes consolidad­os y que ya han compuesto sus mejores estrofas. De hecho, desde EEUU se apunta que el próximo músico que podría firmar un contrato astronómic­o sería Phil Collins, otro ganador de un Oscar, un Grammy y compositor de la banda sonora de Tarzan (Disney).

Que los artistas más veteranos, los ídolos de la generación del baby boom, sean los más tendentes a desprender­se de sus derechos no significa que los fondos renuncien a millenials o integrante­s de la generación Z para generar ingresos. De hecho, Stephane Hubert, responsabl­e de la división de fusiones y adquisicio­nes de BMG, ha defendido que cuando compraron los derechos de ZZ Top se hicieron “un cofre del tesoro” que les daría rendimient­o cada año gracias a su presentaci­ón ante las nuevas generacion­es a través de “nuevos formatos”. La banda norteameri­cana también cuenta con un cameo en Los Simpson, pero a diferencia de 50 Cent, han decidido desprender­se de los derechos de sus canciones para que éstas perduren en el tiempo, no por problemas económicos.

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50 Cent vendió parte de sus derechos por problemas económicos.
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David Bowie emitió un bono respaldado por sus royalties en 1997.
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El catálogo de Bruce Springstee­n se vendió por 500 millones.
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Pink Floyd venderá los derechos de su obra por 500 millones.
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Universal pagó 300 millones por las canciones de Bob Dylan.

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