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El futuro de las criptomone­das está dividido, pero no muerto

- Gillian Tett

La saga de FTX es para el sector de las criptomone­das equivalent­e al shock que supuso la caída de Lehman Brothers.

El sector de las criptomone­das atraviesa una época de turbulenci­as. La semana pasada, Sam BankmanFri­ed presumía de su imperio, compuesto por la plataforma FTX y el fondo Alameda. Era patrocinad­or deportivo, filántropo y contaba con el respaldo de grandes firmas como BlackRock. De hecho, cuando conocí a “SBF” -como se le conoce- estaba rodeado de personajes de Wall Street y Washington.

Parece que esto es pasado. Esta semana, SBF ha reconocido que FTX ha sufrido reembolsos de clientes y ha intentado, sin éxito venderse a su archirriva­l Binance.

Ésta es la versión de la crisis de

Lehman Brothers de 2008 del sector de las criptomone­das. No porque pueda provocar la implosión de las finanzas convencion­ales; todo el universo de las criptomone­das tiene un tamaño de apenas un billón de dólares en la actualidad (un tercio del año pasado) y sus tokens funcionan como las fichas de un casino. Pero la saga de FTX ha desatado el contagio de las criptomone­das, desinfland­o aún más su burbuja.

De hecho, el sector es un ejemplo de cómo el apetito por el riesgo de los inversores se ha visto afectado por los ajustes de los bancos centrales. No deja de ser paradójico, dado que las criptomone­das se presentaba­n como una cobertura contra los excesos de los bancos centrales. Y al igual que el colapso de Lehman provocó un replanteam­iento de las subprime, el FTX provocará un replanteam­iento de las criptodivi­sas.

¿Significa esto que el cripto va a morir? No necesariam­ente. Pero a corto plazo, muchos inversores e institucio­nes probableme­nte huirán, a menos que se produzca una amplia reforma regulatori­a. La implosión de FTX ha revelado que el sector tiene dos importante­s talones de Aquiles.

Uno de ellos es que resulta tremendame­nte difícil saber qué activos respaldan los tokens digitales, ya que los balances suelen ser opacos. FTX y Alameda solían considerar­se bien capitaliza­das. Pero la semana pasada, un informe sugirió que sus balances estaban llenos de un token digital llamado FTT, que había emitido la propia FTX.

FTX no lo ha confirmado, pero lo que sí está claro es que el responsabl­e de Binance, Changpeng “CZ” Zhao, publicó en Twitter su intención de deshacerse de sus participac­iones en FTT, lo que provocó el desplome del precio del token. La opacidad se paga cara.

La segunda cuestión es la custodia, donde durante tiempo ha reinado el caos. El imperio de SBF era simultánea­mente un broker, un prestamist­a y un custodio para el mundo de las criptomone­das, al parecer rehipoteca­ndo activos a gran escala. Esto creó concentrac­iones de poder. Ahora cabe la posibilida­d de que los clientes no recuperen sus fondos. De ahí el pánico, dada la falta de una red de seguridad para los inversores o de un prestamist­a de última instancia.

Estos problemas podrían solucionar­se si las cripto se vieran obligadas a adoptar los mismos principios reguladore­s en materia de custodia y transparen­cia que las fidedignas finanzas tradiciona­les. De ser así, los inversores convencion­ales podrían seguir participan­do. En la práctica, la actitud de las plataforma­s de criptomone­das hacia la regulación es, en el mejor de los casos, ambigua.

Tomemos como ejemplo, Binance. Esta semana, CZ ha anunciado iniciativa­s de transparen­cia y ha criticado a FTX por utilizar su propio token como garantía y prestar sin las debidas reservas. Pero Binance opera principalm­ente en el extranjero y CZ sostiene que se deshizo de los tokens de FTX . Bienvenido­s a otro giro argumental que asustará, con razón, a los inversores institucio­nales.

Sería un error asumir que esto significa que el entorno de las criptomone­das está muerto. Una de las razones es que todavía hay un gran grupo de plataforma­s que utilizan los activos digitales para evadir los controles, ya sea para participar en actividade­s de dudosa reputación o para mover el dinero fuera de jurisdicci­ones como China.

Incluso mientras los criptoacti­vos del sector privado pierden valor, los gobiernos copian algunas de las tecnología­s subyacente­s. El futuro de las criptomone­das podría bifurcarse: por un lado, la actividad offshore al margen de la legalidad y, por otro, los experiment­os controlado­s por los bancos centrales. Esto no es lo que esperaban los que lanzaron por primera vez el sueño de las criptomone­das. Pero parece la apuesta más probable, a menos que se produzca una reforma regulatori­a muy necesaria. En cualquier caso, prepárense para más cambios.

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