ASÍ LA VEMOS
Merece la pena invertir un tiempo en explorar la nueva Macbor Eight Mile 125 en parado. Prácticamente en cada rincón encontrarás un aspecto que llame tu atención. El manillar con barra central de refuerzo al estilo de las "scrambler" originales, el tapón de gasolina con apéndice móvil para ocultar la entrada de la llave, la inyección Mikuni con imagen exterior a modo de carburador clásico, las llantas de radios de aluminio o el asiento semejando una unidad de piel son solo algunos de ellos. En el arranque permite calentar el motor en punto muerto con la pata de cabra extendida. Una vez en equilibrio, la estrechez de la zona de unión de asiento y depósito permiten llegar con ambos pies al suelo aunque no seas muy alto.
Una vez en marcha, todo es suavidad. Así contrasta aún más el profundo bramido de su motor, un detalle definitivo de su carácter. Las estiradas son limpias y el ansia de decibelios te empuja a buscar cotas cada vez más altas. Vestido a juego con su estética, la transición a épocas pasadas es directa.
Las suspensiones están regladas bastante deportivas, algo que se agradece en secciones de curvas donde la velocidad de paso es esencial. El chasis y los neumáticos de la Eight Mile te permiten jugar lo impensable en este sentido, con una estabilidad y nobleza sobresaliente. Al mismo nivel se situan los frenos. Su rendimiento es impecable en todos los sentidos, tanto potencia como progresividad, además acompañado de una respuesta de CBS que supera las dudas de otros sistemas equivalentes en motos populars de 125 cc. Te permite clavar la rueda trasera si te lo propones, pero sin modificar un tacto preciso en la maneta.
Todo su conjunto brilla a su máximo esplendor en la ciudad, con una agilidad extrema, un radio de giro muy correcto y un motor siempre a tu disposición. Y sin olvidar el componente estético. Definitivo. En carretera es preferible que cuente con un trazado muy revirado, donde te dibujará una infinita sonrisa kilómetro tras kilómetro. Obviamente, la autovía es un coto restringido a ocasiones puntuales, aunque por postura de conducción jamás será un obstáculo el paso del tiempo a sus mandos.