Fotogramas

Paolo Vasile, el jefe de Telecinco Cinema.

El ‘ deus ex machina’ de ‘Ocho apellidos vascos’ lleva 31 años haciendo televisión. Primero en Italia y, desde hace 15 años y medio, en España, como consejero delegado de Mediaset. Buscamos al hombre de cine que convive con el lince comercial de las priva

- por Paula Ponga y Toni Ulled Nadal. Fotos: César Núñez.

Pragmático, romántico, paternalis­ta, tiburón, sentimenta­l, simpático, contradict­orio. En las dos horas y media que dura nuestro encuentro, Vasile es todos esos hombres y alguno más. Yo tengo mi personalid­ad, mis ideas, pero quizás lo que mejor sepa hacer son los equipos, no tardará en decir. Ha llegado puntualísi­mo a la cita, en el hotel de Barcelona donde se aloja, en una semana cargada de acontecimi­entos: Ocho apellidos vascos (de Telecinco Cinema, la productora cinematogr­áfica de su cadena) se convertía en la película con mayor permanenci­a en el top de la taquilla española; El Príncipe reventaba los audímetros; fundían a negro canales de TDT (dos de Mediaset, La Siete y Nueve) y Telefónica compraba Canal +. Para Paolo, el cine es sagrado, dice Ghislain Barrois, consejero delegado de Telecinco Cinema. Sabe muchísimo de cine y tiene dos objetivos primordial­es: que no hagamos películas inútiles, es decir, que no aporten nada, y recuperar la inversión, que no significa ganar dinero. La cadena ha invertido en cine español, desde su creación

en 1999, 331 millones de euros. Una cantidad de la que sólo se ha recuperado un tercio. A pesar del éxito de Ocho apellidos vascos, sospecho que la cuenta del cine sigue siendo negativa a día de hoy, dice Barrois. Queremos ser ambiciosos con la segunda parte, muy ambiciosos. Pero enfoquemos al deus ex machina...

ÉRASE UNA VEZ...

Érase una vez, en Roma, un niño llamado Paolo, el menor de cuatro hermanos, las tres mayores mujeres, que pasaba mucho tiempo solo. Ellas iban al colegio por la mañana, por la tarde estudiaban y, en ese tiempo en el que yo no sabía qué hacer, porque uno no iba tan pequeño a la guardería, tocaba el piano. Me di cuenta luego, al estudiar Música, que lo que tocaba tenía un sentido. No digo que fuera Mozart, cuidado, sino que fue un gran hallazgo para mí descubrir la regla que había detrás de lo que yo instintiva­mente tocaba de niño. Si echo la vista atrás, me pasa algo parecido con mi vida profesiona­l. Muchas veces vivimos intensamen­te el punto

y no vemos la línea continua. Su padre, Turi Vasile, era productor, guionista, director, escritor y crítico literario. Así que su geografía infantil fueron los platós: Tengo muchos recuerdos de Cinecittà. He leído muchísimos guiones de pequeño. Papá nos hacía leer todo y hablábamos mucho de guiones. Si iba muy bien en el colegio, el premio era ir a doblaje los sábados.

LA GRAN ILUSIÓN

Fui a Venecia, aprovechan­do un puente en el colegio, al rodaje de Anónimo veneciano (un éxito de Enrico Maria Salerno, producido en 1970 por su padre). La protagonis­ta, Florinda Bolkan, sólo bebía agua de Fuji, y se nos terminó. Tuvimos que rellenar la botella con agua del grifo, se la llevé y le dije: Señora, su agua. Y ella exclamó: Ah, gracias, es diferente a todas. Paolo Vasile tenía 17 años cuando descubrió, en todos los sentidos, la gran ilusión del cine. A los 23, trabajando como director de producción, se le quedó algo grabado. Era un viernes, acabábamos una película y en pocas semanas empezábamo­s otra. Yo estaba encantado, porque en el cine no hay vacaciones (o estás en el paro o estás trabajando), y tenía un hambre tremenda de aprender. Pregunté al productor qué película empezábamo­s y me dijo: No sé, pero tenemos a Renato Pozzetto (prolífico actor cómico con el que trabajó en dos ocasiones), con un contrato de tres semanas, así que algo haremos. Y me recuerdo súper feliz porque tenía trabajo, pero desconcert­ado, porque la regla que yo tenía era que no se hace una película porque se tiene un actor, sino que se busca un actor porque se tiene una historia. Me di cuenta de que el cine estaba en un callejón. Un callejón del que, opina Vasile, todavía no ha salido: Los productore­s han muerto. Es una raza desapareci­da. Cuando el cine era grande es porque había grandes productore­s. Un cine pequeño es porque hay pequeños productore­s. La película la hace el productor, que es quien da vida a todo esto, el deus ex machina, el que vigila la compatibil­idad de un director de fotografía con un músico. El que hace un trabajo global. Esto ha desapareci­do.

FELLINI Y YO

“YO QUERÍA HACER CINE. LA TELEVISIÓN HA SIDO CASUAL, AUNQUE ME PERMITE HACER LO QUE QUERÍA: COMPAÑÍA.” “ES UNA BESTIALIDA­D QUE NOS OBLIGUEN A FINANCIAR EL CINE. UNA TELEVISIÓN NO DEBERÍA HACER CINE.”

“LOS PRODUCTORE­S HAN MUERTO. ES UNA RAZA DESAPARECI­DA. ESA ES LA TRAGEDIA DEL CINE.”

Que su padre se dedicara al cine fue determinan­te. Me marcó absolutame­nte. Yo soy del cine. Uno que nace del cine, siempre será del cine, aunque lo rechace. Yo sólo quería hacer cine. Y creo que para conocer el cine es básico empezar desde abajo, aparcando los camiones de producción a las cuatro de la madrugada. Antes de convertirt­e en un gran productor, tienes que hacer la producción de la calle. La televisión ha sido casual. Aunque luego he descubiert­o que me permite hacer lo que yo quería hacer a través del cine: compañía. Que su padre se arruinara haciendo cine (el coste de Roma, de Federico Fellini, el título más prestigios­o de la filmografí­a de su progenitor, subió tanto que Turi Vasile tuvo que endeudarse), también lo marcó. Hacer una película que, por ejemplo, gane el Oso de Oro en Berlín es lo peor que te puede pasar. El deber que tenemos como empleados de una empresa es trabajar por el éxito, no por la gloria. Si yo trabajara para ganar el Oscar, deberían echarme. Porque sería una cuestión de orgullo personal, cuando Mediaset es una empresa que cotiza en Bolsa. Tenemos una responsabi­lidad grandísima hacia nuestros accionista­s y nuestro personal. Dicho esto, no hay ningún productor en España que haya producido tanto éxitos.

MELÓMANO

La pasión por la música de aquel niño que tocaba el piano en sus horas solitarias encontró su salida en el cine. Compuse música, sí, para películas totalmente olvidables, pero no era mal músico, ¿eh?, era melodista. Lo hice entre los 18 y los 26 años, fue otra gran pasión. Siempre digo que si hiciera lo que verdaderam­ente sé hacer, sería el montador de la música, que es un trabajo muy específico y lo único que sé hacer bien, creo. El resto lo improviso. Montar la música, y que no se note, me parece algo importantí­simo en una película. Cuando en una película se ve la música, se han equivocado.

POR EL AMOR DE UNA MUJER

Si mi mujer no me hubiera obligado a presentarm­e el 1 de marzo de 1982 en Piazza Adriana número 12, no lo hubiera hecho. Era la sede romana, cerca del Vaticano, de la incipiente televisión de su amigo Silvio Berlusconi. Nacía, en Milán, y buscaban una persona para producir en Roma. Mi mujer me dijo:

Pruébalo, nunca se sabe. Fue un mix entre ella y Berlusconi. Y así fue, estimulado por su mujer, Ana Lisa, madre de sus tres hijos (de 32, 29 y 25 años; el mayor trabaja en producción de cine y la segunda en televisión) cómo Paolo Vasile dejó el cine para dedicarse a un negocio supuestame­nte más estable y en expansión: la televisión. Hoy, su vida pasa entre Fuencarral, en las inmediatas afueras de Madrid, sede de la cadena, y Roma: Durante los cuatro años en que mi familia ha vivido aquí, tenía una vida fuera, pero ahora estoy de lunes a viernes dentro de ese despacho, el viernes por la tarde me voy a Roma y el lunes por la mañana vuelvo a Madrid. ¿Que cómo lo llevo? Me siento tan afortunado de tener este trabajo que podría venir andando.

BELIGERANT­E

Dice que hace un año hizo una promesa: no hablar del 5 por ciento (la tasa que las television­es privadas están obligadas a pagar para financiar el cine español). Pero la incumple constantem­ente a lo largo de la entrevista. Es una bestialida­d (…) Es una barbaridad en términos de democracia porque nadie puede obligar a un privado a invertir en algo. Ya sería injusto, aunque un poquito menos, que la obligación fuera sobre lo que se gana, pero encima es sobre los ingresos (…) Somos el único sector empresaria­l al que se obliga a invertir en otro sector (…) Inútil entrar en el tema de que en este país no hay libertad de empresa televisiva; que son concesione­s de un espacio radioeléct­rico público. ¿Y la radio? ¿En qué está obligada a invertir la radio? ¿No es un espacio público? ¿Y los que hacen las autopistas? (...) Nos podrían imponer hacer helados. (...) Una televisión no debería hacer cine (…) Y en gran parte me ahorraría también la producción de series (...) No puedo decir, en conciencia, que la inversión en cine quite algo a la televisión; quita

algo a la empresa, que hubiera tenido una situación económica mejor si no hubiéramos perdido tanto dinero en cine (…). ¿Las cadenas de televisión son los nuevos productore­s de cine? Las han obligado a producir cine. Pero una cosa es hacer y otra cosa es ser. Una cosa es tocar el piano y otra ser pianista; conducir y ser piloto. La tragedia del cine es que faltan los productore­s, porque es el productor quien descubre, anima y da oxígeno al talento. Yo reivindico para Telecinco Cinema algunas de estas capacidade­s, como dar oportunida­des al talento. No solamente hemos hecho películas con Guillermo del Toro o Amenábar, sino que ponemos 30 millones en la mano de un director seminovel, J.A. Bayona, porque no se puede simular que estás en Tailandia si estás en Benidorm y ha habido una gota fría. Creo que eso es un productor: alguien que tiene que saber dónde no hay que gastar el dinero y dónde hay que meterlo, porque, si no, es como poner una pistola en la mano de un niño... Pero si eso se pudiera prever, el cine lo harían los bancos, ¿no? No estoy hablando ahora de acertar, sino de hacer una buena película. ¿Si usted no tiene claro un proyecto, de cine o de serie, no se hace? Si no lo veo claro, intento que no se haga: es parte de mis deberes y mis derechos. Me pagan porque piensan que tengo un criterio, y me equivoco muchísimo, pero me siguen pagando. Por lo tanto, la cosa va bien, pero no soy infalible.

VISIONARIO PUEDE, ADIVINO NO

Hace dos años, en el Festival de San Sebastián, dijo que su grupo perdía un 35 por ciento de la inversión que hacía en producción de cine. ¿Sigue siendo así?

Depende del momento. Ahora, con Ocho apellidos vascos, hay una relación entre el coste y lo que está ingresando que está fuera del parámetro.

¿Emitir cine por televisón sale a cuenta? Emitir películas nacionales, no. Una vez, de cada 90 películas, te sale una que funciona de manera decente, pero casi siempre van muy mal. Luego hay períodos y franjas donde el cine funciona. Hasta el año 2013, el cine en televisión funcionaba estupendam­ente. Ahora funciona muy bien en el fin de semana y luego hay eventos, como

Avatar (James Cameron, 2009). Pero si hablamos del cine español en España, o del italiano en Italia... es que falta calidad. Y se hacen demasiadas películas. Se deberían producir una décima parte de las que se hacen.

LA TELEVISÓN CIRCULAR

¿Y comprar paquetes de películas americanas, blockbuste­rs? Nosotros somos los que menos cine hemos comprado en los últimos diez años, por dos razones: porque costaba demasiado para lo que estaba dando, y porque lo hemos sustituido con una oferta que al público le ha gustado más. Hemos invertido en ficción española, que esto sí que ha sido un gran beneficio para la industria audiovisua­l y para el desarrollo de talentos. Porque el talento se alimenta trabajando, evidenteme­nte. Y también porque el cine llega a la televisión con dos años y medio de desfase debido a las ventanas de explotació­n. ¿Que la maquinaria promociona­l de su cadena sea tan fuerte es un empeño suyo? Telecinco ha puesto en escena lo que yo llamo la televisión circular, que alimenta y se autoalimen­ta, y hemos aplicado el mismo método a las películas. No a todas, porque si yo veo que la película no vale... Yo no puedo invitarte a cenar a mi casa diciéndote que hay una cena buenísima y que sea una mierda, porque no vuelves. No tenemos ningún interés en engañar a la gente, y la marca Mediaset es más importante que cualquier película que podamos hacer. Por lo tanto, no vamos a hacer nunca una promoción de una película que no merezca la pena, que haya salido mal. Otra cosa es que luego tenga éxito o no, pero que la gente encuentre lo que nosotros le hemos prometido, la calidad. Para poder hacer esto tiene que ser una televisión con mucho directo, muy en contacto con el público, no una televisión fría grabada. Y Telecinco está en directo todo el día. ¿Qué momento clave destacaría de estos 15 años como consejero delegado de Mediaset? Ha habido tantos... Quizá uno que no tiene nada que ver con mi actividad, porque yo soy un comunicado­r: la salida de la empresa a Bolsa, justo hará diez años el 24 de junio. Fue un momento importante de mi vida porque me di cuenta de que todo lo que había hecho al final lo había hecho instintiva­mente pero que tenía un sentido. Como cuando era niño y tocaba el piano.

“EL DEBER QUE TENEMOS COMO EMPLEADOS DE UNA EMPRESA ES TRABAJAR POR EL ÉXITO, NO POR LA GLORIA.”

Cuando leyó el guión de Ocho apellidos vascos, ¿imaginó usted que ocurriría algo parecido? Algo así es impredecib­le. Visionario, puede, pero adivino no soy. El guión es muy divertido: una historia de amor a partir del encuentro y desencuent­ro de dos culturas tan diferentes como la andaluza y la vasca. Funciona porque son elementos que la gente reconoce inmediatam­ente. Pero el fenómeno de hacer más de 50 millones en ocho semanas no hay vidente que lo vislumbre. ¿Cuánto se queda Telecinco Cinema de los 50 millones que lleva recaudados la película en taquilla? (Reclama con la mirada a su directora de comunicaci­ón desde hace 11 años, Mirta Drago, presente en toda la entrevista) 3 millones de euros (ella). Al final será alrededor de los 10 u 11 millones (él). Bastante dinero, en este caso, pero hay otros casos de películas que no han ganado nada, en las que la inversión era muy grande, y el retorno del éxito de una película no siempre es proporcion­al a la inversión. Por ejemplo, Lo Imposible nos ha costado 30 millones de euros, y ha recaudado 150 millones de dólares en todo el mundo, pero, teniendo en cuenta en cuánto tiempo se recupera el dinero, puedo decir que no hemos ganado nada o casi nada. No hemos perdido, pero, vamos a ver: si un empresario invierte 30 millones para ganar 3 millones y medio en ocho años, llamas al Samur y lo mandas a un psiquiátri­co.

¿Producir cine le sale caro o barato? Carísimo. Y no quiero volver a entrar en el 5 por ciento...

“SI ALGUIEN INVIERTE 30 MILLONES EN UNA PELÍCULA PARA GANAR TRES Y MEDIO EN OCHO AÑOS, LLAMAS AL SAMUR Y LO MANDAS A UN PSIQUIÁTRI­CO.” “PRODUCIR CINE NOS SALE CARÍSIMO.”

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