Por la boca muere el pez

ualquiera que haya aparecido ante las cámaras de televisión sabe que existe un ritual que debe ser cumplido: el del maquillaje. La frente presenta brillos que se tienen que eliminar. Pero ahora hay otras cosas que corregir.

En Navidad, una señora orquesta y un magnífico coro interpretan villancicos clásicos españoles. De pronto, alguien me pregunta si a esos cantantes no les maquillan la boca. Por un efecto de la grabación en Alta Definición, las caries, la suciedad en los dientes, la gengivitis, aparecen en todo su esplendor. Cantan muy bien, pero necesitan una visita urgente al odontólogo. Terminan los villancicos y comienza en el mismo canal un programa. El presentador (no diré el nombre) no ha visitado al dentista en los últimos 20 o 30 años. Lo prometo: cambio el canal para no ver esa boca. Y eso es ahora. ¿Qué sucederá cuando lleguen las emisiones en 4K?

Quien sí va a su dentista de cabecera es Donald Trump, que cuando lean ustedes estas líneas ya será presidente de Estados Unidos. En su caso, el problema es otro: lo que dice y cómo lo dice. Es posible que sus cuerdas bucales estén sumergidas en un pantano de bilis. Pero hay algo más: su maquillador es su peor enemigo y, con el cambio de color originado en el paso de los satélites para que su rostro llegue hasta nosotros, no he conseguido saber si es rubio, pelirrojo, panocha... ni si su piel es blanca o de color salmonete. A mí, sus gestos, me recuerdan a los de los protagonistas de la serie Dinosaurios que vimos en TVE a principios de los años 90.

Y parece que la audiencia de Sálvame está de baja. Es posible que la fórmula esté gastada, pero yo les sugiero algunas ideas. Nada de Limón y Naranja: la transmisión en directo de la visita de todos sus protagonistas al odontólogo. Que les desvitalicen un nervio, unos implantes, cualquier cosa parecida. Tras el dentista, puede venir el urólogo y hacer a los hombres unas pruebas de flujometría. Incluso se podría hacer un concurso para saber quien hace pipí a mayor distancia.

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