Fotogramas

¿QUIERE USTED, SEÑOR HURT?

El realizador Álex de la Iglesia, que está a punto de estrenar el thriller ‘El Bar’, del que hablamos en este número, recuerda no sólo cómo conoció al recienteme­nte fallecido John Hurt, a raíz del rodaje de ‘Los Crímenes de Oxford’, sino también cómo admi

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Uno de los momentos más emocionant­es y aleccionad­ores de mi vida profesiona­l dependió de la decisión, por otro lado, fácil de tomar, de elegir al protagonis­ta de mi película Los Crímenes de Oxford (2008). Amaba de toda la vida a John Hurt, y la sola idea de tenerle cerca me ponía los pelos de punta. Desde su papel de Calígula en la mítica serie de los años 70 Yo, Claudio, su mirada confusa y peligrosa me cautivaba como una de las más atractivas y fascinante­s del panorama interpreta­tivo británico. Después, mi cerebro se descompuso en pedacitos muy pequeños cuando presencié el espectácul­o cinematogr­áfico que cambiaría el rumbo de mi trayectori­a vital. Me refiero a la película Alien, el 8º Pasajero (Ridley Scott, 1979). No miento si os confieso que en aquella época, en su estreno, la vi más de 30 veces. En el cine, pagando, comiéndome tres sesiones seguidas. Claro, fue el primer nombre que propuse a la directora de cast i ng, y nadi e me di j o que e r a prácticame­nte imposible que ese se- ñor dijera que sí a un proyecto extraño de un director español gordo y con gafas, que hacía películas de ciencia-ficción con demonios y naves espaciales de hojalata.

¿CÓMO CONVENCERL­E?

Pues allí estaba yo enfrente del Ritz de Londres esperando al mítico actor, muerto de miedo, y no sabía qué decir, cómo convencerl­e, porque mi inglés era patético y porque no había ninguna razón efectiva para que un proyecto como ese le resultase digno de confianza, salvo que hubiera leído el guion, y mágicament­e, lo hubiera disfrutado.

John Hurt me esperaba sentado en una mesita individual, en la que mi cuerpo oblongo prácticame­nte no cabía. Cuando me senté, el suelo crujió, y su mirada se perdía entre mis michelines, buscando ayuda. Y entonces decidí sincerarme, no fingir ser quien no soy, como hacemos todos, todos los días. Dije la verdad, algo muy peligroso en este mundo de farsantes profesiona­les en el que me gano la vida.

... Y EL DOCTOR SELDOM ACEPTÓ

La verdad, señor Hurt, es que no soy la persona adecuada para dirigir esta película. Fue mi primera frase, cortante y seca, pero tremendame­nte significat­iva. Entonces, puedo asegurarte que quiero protagoniz­arla, me contestó él, también de manera rápida y sencilla. Al parecer, Hurt tampoco se encontraba muy acostumbra­do a utilizar la sinceridad como tablero de juego. Y así continuó nuestra relación durante el rodaje, el más maravillos­o y dulce de todos los que he disfrutado en mi vida. Gracias a ese caballero llamado John Hurt, mi película Los Crímenes de Oxford era un hecho comprobabl­e empíricame­nte, como diría su personaje, el doctor Seldom.

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