Detroit
★★★★★
DETROIT (USA, 2017, 143 min.). Dirección: Kathryn Bigelow. Intérpretes: John Boyega, Will Poulter, Algee Smith, Anthony Mackie, Jacob Latimore, Jack Reynor. Guion: Mark Boal. Fotografía: Barry Ackroyd. Música: James Newton Howard. DRAMA.
El cine de la insobornable e imprevisible Kathryn Bigelow busca siempre ponernos en el lugar del otro, aunque eso resulte particularmente doloroso. Donde lo mostró de manera directa, envuelto en un marco de cine de anticipación (que no lo era tanto: el año 2000, contado desde 1995), fue en Días extraños. Pocas diferencias se aprecian entre los altercados callejeros de aquella ficticia víspera del siglo XXI con la Detroit en estado de sitio de finales de julio de 1967: de la inmersión tecnológico-lisérgica para sentir el placer o el sufrimiento ajenos (Días extraños) hasta una cámara nerviosa, de corresponsal de guerra, que nos pasea, zarandeándonos violentamente, por las llamas de los conflictos raciales y por sus ascuas, todavía hoy encendidas, vivas.
Muy pronto, Bigelow, en su trabajo más redondo e inspirado en años, va cerrando su visión coral de los acontecimientos (no hay un protagonista definido) hasta llevarnos a la depuración absoluta, al terror claustrofóbico… a meternos en la piel y en la psique de policías racistas, víctimas inocentes e improbables observadores neutrales. En ese intercambio de roles, en ese cruzar la línea (otra característica de la obra de la autora de Le llaman Bodhi, film de 1991 que cita explícitamente en la secuencia inicial con el agente infiltrado), es donde Detroit se convierte en algo más que una película de denuncia o una minuciosa reconstrucción histórica periodística. Nos pone un espejo delante para que veamos todas las sombras y los reflejos tenebrosos que nos hacen ser monstruos para los demás y para nosotros mismos.
Herida abierta
Sin tener necesidad de perder tiempo con el juicio final, despachado en menos de cinco minutos, Detroit sabe que la justicia no existe, que cualquier consideración legal está muy lejos de entender el odio, la tortura y la muerte. El film (de nuevo, con guion de Mark Boal) no juzga empero a sus personajes, llenos de incertidumbres y dobleces, pero sí que nos abofetea con sus actos y sus consecuencias. La magistral parte central de la película que pormenoriza angustiosamente lo que sucedió en el motel Algiers es, además de una lección de cine (ahí es nada recitar a John Carpenter y Costa-Gavras en una misma frase visual y dramática), la más cruel y veraz disección del Mal en estado puro.
Una crónica donde la música de la Motown es una nota aclaratoria a pie de página y donde se muestra de manera genial y metafórica la imposibilidad de diálogo en esta guerra: el vocalista de The Dramatics cantando ante un teatro tan vacío como el corazón de la sociedad estadounidense.
ESTRENO: 15 SEPTIEMBRE