La Cordillera
LA CORDILLERA (Argentina, España, Francia, 2017, 114 min.). Dirección: Santiago Mitre.
Int.: Ricardo Darín, Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano. Guión: S. Mitre y Mariano Llinás. Fotografía: Javier Juliá. Música:
Alberto Iglesias. DRAMA DE SUSPENSE.
El Mal existe y no se llega a presidente si uno no lo ha visto, al menos, un par de veces. La confesión del protagonista a una periodista (Elena Anaya) podría resumir a la perfección el cinismo mefistofélico que planea en los pasillos de la cumbre de presidentes iberoamericanos citados en La Cordillera. Pactos y propuestas a lo House of Cards imposibles de rechazar dibujan la única mirada decente (el idealismo de Sorkin y su El Ala Oeste de la Casa Blanca se antoja, hoy, casi disneyiano) que puede realizarse de un agitado mundo, el de la política, marcado por la corrupción y la manipulación.
El cine es política y posicionamiento, el de Santiago Mitre (El estudiante, Paulina) también. Aunque en su tercer largometraje apuesta más por las sombras del juego polanskiano, por la paranoia de su tono, por la atmósfera desasosegante. Y ahí interpreta un rol crucial la calculada ambigüedad de un Ricardo Darín que domina cualquier registro sin esfuerzo. Su carisma presidencial inunda la película, bien apoyado por unos soberbios Érica Rivas, Dolores Fonzi o Gerardo Romano.
El cruce de conflictos, personales y profesionales, que vive el gobernante Darín estallan ante una nada gratuita (y muy hitchcockiana) sesión de hipnosis, acaso el mejor tratamiento terapéutico para la traumatizada hija del máximo mandatario argentino. También para despertar al espectador: un elemento dramático, casi fantástico, que no deja de recordarnos que vivimos bajo el hechizo de la cháchara sin contenido de quienes rigen nuestros destinos.