Jupiter’s Moon
★★★★★
(Hungría, Alemania, 2017, 123 min.).
Dirección: Kornél Mundruczó.
Intérpretes: Merab Ninidze, Zsombor Jéger, György Cserhalmi. Guion: Kata
Wéber y K. Mundruczó.
Fotografía: Marcell Rév.
Música: Jed Kurzel.
FANTÁSTICO.
Da la impresión de
que al húngaro se le ocurre una imagen, una visión –en White God (2014), una jauría de perros rebeldes, aquí un refugiado mesiánico desafiando la gravedad–, y luego arma un discurso para justificarla. Un método a contracorriente que no tendría pega si no se le viera tanto el plumero, desarrollando una trama demasiado artificiosa y forzada, con no pocas toprezas de guion y algunos elementos que parecen metidos con calzador para tratar de redondearla.
Eso sí, los efectos especiales tienen su magia, la fotografía se recrea con eficacia en el glauco decadentismo del Este, y las persecuciones son bastante trepidantes. Más que esa trascendente película sobre el gran tema de los refu- giados por la que pretende pasar, Jupiter’s Moon se lee mejor como un mero cómic con Super-Refugee y personajes picarescos. No es de extrañar que Hollywod ya haya contratado a Mundruczó para rodar una historia espacial de Max Landis, el guionista de Chronicle (Josh Trank, 2012). Ha nacido otro fabricante de tebeos, pero con marchamo de qualité festivalera. Lo mejor: el carisma del médico, y algunas imágenes poderosas. Lo peor: la trama terrorista, que no pinta nada. amargura de la estupenda Negociador (2014) y la mala leche de sus gags en Vaya semanita, la mirada del dúo a la patética decadencia del mundo etarra tiene más de terapia mordaz que de voluntad transgresora (aunque, en malos tiempos para expresarse libremente, todo parece transgresor).
Con cuatro cómicos de enorme nivel al frente, la gran fuerza de Fe de etarras está en su guion: equilibrado y preciso, juega con mucha gracia con los tópicos (nada de apellidos, apuntemos al txipirón y a la Roja), y está trufado de diálogos para recordar (la pregunta del Trivial sobre la obesidad, la comparativa entre una crisis de pareja y las Conversaciones de Argel, los pósters que calientan a un chaval de Chinchilla) y para llorar... de risa. Lo mejor: su reparto, y que resulta imposible no troncharse.
Lo peor: las polémicas absurdas que haya podido levantar. Estreno en núm. 2.088