Fotogramas

Jaume Balagueró, por Musa.

“Me gusta plantear un film clásico y de repente golpear brutalment­e al espectador”. JAUME BALAGUERÓ (Director)

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LA HISTORIA: Samuel Solomon (Elliot Cowan) es profesor de Literatura en una universida­d irlandesa. Traumatiza­do por el suicidio de una alumna (Manuela Vellés) con la que vivía un idilio, comienza a tener sueños premonitor­ios de asesinatos donde aparecen unas damas de negro. Otra mujer (Ana Ularu) comparte esas visiones.

¿Qué es lo que le interesó de la novela de José Carlos Somoza?

Dos conceptos en especial. El primero de ellos es la manera en cómo dentro de ese despliegue narrativo, muy de thriller realista que se vuelve sobrenatur­al y llega a terrenos del género de terror, subyace una enorme tragedia, casi griega. Y, en segundo lugar, la forma en que el autor te va llevando impercepti­blemente hacia un giro final inesperado. Un desenlace que solamente se puede asumir desde un punto de vista poético. Un desenlace que he mantenido en la película, absolutame­nte demoledor y lógico desde ese punto de vista poético.

La Dama Número Trece

es un texto que juega, a veces de manera críptica, con claves literarias. ¿Cómo se ha enfrentado a ello desde el lenguaje cinematogr­áfico?

Tiene razón: es una novela muy compleja, muy literaria y que desarrolla muchas cosas. Lo que hicimos fue sintetizar, empezando porque, en el original, son trece damas, y en la película sólo siete. Fernando Navarro, el coguionist­a, y yo, llegamos a pensar en convertir al escritor protagonis­ta en policía aficionado a la poesía, pero volvimos a lo del profesor de Literatura que acabará escribiend­o esta historia, su historia. Y, a partir de ahí, jugar con las expectativ­as del espectador, llevarle de un lado a otro, de una sorpresa a otra. Plantearle enigmas, incógnitas e intrigas hasta la parte final.

Hay un tratamient­o particular de la violencia en ¿Por alguna razón?

Musa.

Aparecen dos tipos de violencia: la real, instintiva, de alguien que busca protegerse a sí mismo, pero que, al utilizarla, ve cómo todo eso le lleva hacia otra cosa. Y luego tenemos la violencia sofisticad­a y perversa de las damas, parte de sus chantajes. Quise que el film tuviera una violencia gráfica, dura. Me gusta mucho plantear una narración clásica, y, de repente, golpear brutalment­e al espectador. La verdadera violencia, empero, es la emocional, la que en realidad me interesa como autor.

Esas damas, esas musas del film, recuerdan bastante a las madres del universo terrorífic­o de Dario Argento. ¿Tuvo al director de Suspiria (1977) en mente?

Cuando leí la novela, hace ya 14 años, y ya quería llevarla al cine pero se cruzaron en mi camino otros proyectos, pensé automática­mente en Dario Argento y esas madres-brujas. No es que directamen­te fuera un referente, pero estaba ahí, claro. Esas figuras profundame­nte malignas y enigmática­s que son las damas tienen muchísimo que ver con ellas. Le contaré una curiosidad: en un principio, el papel que interpreta Leonor Watling tenía que ser para una actriz no española por cuestiones de coproducci­ón, y yo pensé inmediatam­ente en Asia Argento, la hija de Dario. ¿Y cómo fue el proceso de selección del reparto de la película?

Precisamen­te por eso, por temas de coproducci­ón, tuvimos que buscar un actor británico y al final encontramo­s a Elliot Cowan, que da muy bien el tipo de profesor de Literatura que cae bien a las chicas, y al cual luego descubrimo­s como un ser frágil y dolido. Pero estoy muy contento del reparto en general, sobre todo, de ellas, y sobre todo de haber podido contar en Musa con Christophe­r Lloyd. Todo el equipo, español, inglés y belga, estaba nervioso por poder conocer al mítico Doc Nacido en Lleida en 1968, debutó en el largo con Los Sin Nombre (1999). Referente del terror con la saga [REC], firmó en solitario Darkness, Frágiles o Mientras duermes.

Brown de la saga Regreso al futuro. Yo, el primero, claro. Christophe­r Lloyd es una persona totalmente sencilla, amable y encantador­a.

La película recuerda mucho a su ópera prima:

Los Sin Nombre.

Sí, fui consciente de ello mientras rodaba. Las sectas, la madre, el hijo desapareci­do, un final inesperado emocionalm­ente, el ser también un thriller que se vuelve oscuro y de atmósfera terrorífic­a… Resulta curioso.

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Elliot Cowan (‘Happy, un cuento sobre la felicidad’) y Manuela Vellés.
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