Harry Dean Stanton.
Se apagó la encarnación de los marginados del sueño americano, el icónico Harry Dean Stanton, un tipo entrañable que, a pesar de huir del éxito, acabó dejando su inconfundible huella en algunas de las mejores películas del último medio siglo. Ilustró como
Están las estrellas deslumbrantes que encarnan las fantasías del espectador, y luego los actores que imprimen carácter, realismo, a las películas. Harry Dean Stanton, que falleció el 15 de septiembre a los 91 años, era el rey de estos últimos. Con su cara de palo, su porte algo desgarbado y sus ojos hundidos en el dolor, era el prototipo de perdedor, aquel al que la chica deja para irse con otro. Como Rebecca De Mornay. Ella apenas si había hecho más que un pequeño papel en Corazonada (Francis Ford Coppola, 1981), donde coincidió con Stanton, que ya era toda una leyenda. Harry le consiguió el papel estelar de Risky Business (Paul Brickman, 1983), y Rebecca se fue con Tom Cruise.
EL JUERGUISTA MELANCÓLICO
Harry Dean Stanton (West Irvine, Kentucky, 1926) era un perdedor con clase, un mujeriego alérgico al compromiso, un canalla con el corazón roto, compañero de correrías, y de piso, de Jack Nicholson, que le dio la oportunidad de ser él mismo en el western A través del huracán (Monte Hellman, 1963). A partir de ahí, y hasta
Lucky (John Carroll Lynch, 2017), siempre hizo de sí mismo. Y con los grandes. Además de Hellman (Carretera asfaltada en dos direcciones, Cockfighter), Sam Peckinpah (Pat Garrett y Billy el Niño), F.F. Coppola (El Padrino parte II), Ulu Grosbard (Libertad condicional) o John Huston (Sangre sabia). Con David Lynch trabajó hasta en siete ocasiones, contando el glorioso retorno de la serie Twin Peaks, y sin contar Blue Velvet (1986), para la que Lynch le ofreció el rol de Dennis Hopper.
No quería enfrentarme a esas emociones, confiesa en el imprescindible documental Partly Fiction (Sophie Hubber, 2012), donde también confirma haber sido muy bueno esquivando el éxito. Tuve muchas oportunidades, pero, por una razón u otra, por la madera de la que estoy hecho, no fui a por ellas. Eriza el vello oírle cantar, pero tampoco fue ambicioso a la hora de grabar música.
El gran público le recordará por Alien, el 8º Pasajero (Ridley Scott, 1979). Pero se lo tomó con tanta calma que los roles protagónicos no le llegaron hasta casi cumplidos los 60. 1984 fue el año de un fantástico coup double: estuvo en Repo Man, de Alex Cox, donde suelta una de sus frases más memorables (Gente jodidamente normal, les odio), y París, Texas, de Wim Wenders, que aceptó porque su personaje no abre la boca en la primera media hora del film, y además le permitió hacer buenas migas con Nastassja Kinski. Debbie Harry le escribió una canción, I Want That Man, y se conocieron después. También tuvieron muy buena química. A algunas chicas no les gustan los astros. Prefieren al otro.