NUESTRA VIDA EN LA BORGOÑA.
Drama. Crítica pág. 16
arcelona en Una casa de locos (2002); Londres, París y San Petersburgo en Las muñecas rusas (2005), y la Gran Manzana en Nueva vida en Nueva York (2013), sólo por citar su trilogía. Se diría que Cédric Klapisch es un director urbano, pero helo aquí que se marca una feel-good movie en modo campestre y vinícola. Jean, el personaje que encarna Pio Marmaï, también es un trotamundos. Ha dado la vuelta al mundo, incluso, pero regresa cual hijo pródigo desde Australia, donde vive con con su pareja (nuestra María Valverde) y su hijo, al enterarse de la grave enfermedad de su padre. Un stand-by vital que durará un año y le servirá para reencontrarse con sus hermanos (Ana Girardot y François Civil) y con los viñedos de la familia.
BUN PAISAJE PARA QUEDARSE A VIVIR
La reconexión con los orígenes del protagonista le sirve a Klapisch para fotografiar el mismo paisaje en las cuatro estaciones, con todas las dificultades que eso entraña a nivel de producción y de cuadrar agendas. El cineasta francés quería hablar del vino, y, en particular, del bor-