Barcelona: 50 años, dos escuelas
La Barcelona de mediados de los años 60 albergó dos fenómenos cinematográficos de primer orden: la Escuela de Barcelona y la creación del circuito de exhibición Círculo A. Al cumplirse 50 años de uno y otro, reflexionamos sobre el impacto que tuvieron en su momento y sobre la rica herencia artística que nos dejaron.
Se cumplen estos días los 50 años de la Escuela de Barcelona, pero resulta inútil buscar la placa conmemorativa porque nunca tuvo una sede. Sus aulas y pupitres estaban en Bocaccio, la discoteca de moda que congregaba a cineastas, escritores, fotógrafos, modistos, arquitectos o editores bajo la consigna de contra Franco se vivía mejor. La facción cinematográfica de esa Gauche Divine fue la Escuela de Barcelona, un movimiento de vanguardia que adaptó su nombre de la de Nueva York. El Hollywood de aquella época, salvando las distancias, era el cine comercial que aquí se producía en Madrid con Manolo Escobar o Paco Martínez Soria como grandes estrellas de las pantallas. La capital catalana se reflejaba, en cambio, en la Nouvelle Vague francesa, mientras el Nuevo Cine Español todavía arrastraba los aires de un Neorrealismo italiano que había sido diluido por la Censura franquista.
ESTRATEGIAS, REALISMO Y POESÍA
La Escuela de Barcelona cambió de estrategia. Cuando Joaquín Jordá, su ideólogo, afirmó que si no podemos hacer Victor Hugo, haremos Mallarmé, quería decir que si el Franquismo no toleraba el realismo, ellos se dedicarían a la poesía. Si no sacáis obreros en vuestras películas, no habrá problemas, fue el compromiso que recibieron por parte de una Censura que no se sentía amenazada por el hermetismo de Vicente Aranda en Fata Morgana (1965); los ditirambos policíacos de Gonzalo Suárez; las influencias dadaístas de Jordá y Jacinto Esteva en Dante no es únicamente severo (1967); la Barcelona pop de Cada vez que... (1967) y ni siquiera por las metáforas políticas de Pere Portabella, cuando tituló Nocturno 29 (1968) como alusión a los años de la ya entonces larga noche franquista.
Cineastas de muy diversa procedencia, como Jordi Grau, el portugués José María Nunes, el afrancesado Carlos Durán o el arquitecto Ricardo Bofill completaron la nómina de alumnos de la Escuela bajo la tutela estratégica de Ricardo Muñoz Suay. Serena Vergano, Romy, Teresa Gimpera y modelos extranjeras de paso por Barcelona desempeñaron el papel de musas, y FOTOGRAMAS fue el altavoz de un movimiento repleto de talento y de ingenio: un oasis de color en las tinieblas culturales de la dictadura.
AQUEL INOLVIDABLE 1967
Las películas más emblemáticas se estrenaron en 1967. De ahí que sea ahora el momento de conmemorar las bodas de oro de la Escuela de Barcelona. Se hizo en la pasada edición de la Seminci de Valladolid, capital de aquella meseta que los cosmopolitas decían que olía a trigo y ahora reparte espigas de oro. Y allí estuvieron la actriz Serena Vergano y los directores Gonzalo Suárez y Jordi Grau como testimonios. Buena parte de las copias procedían de Filmoteca de Catalunya, que también se ha sumado a la fiesta con una edición en DVD de la obra de Jacinto Esteva, que incluye desde su prohibido cortometraje sobre la inmigración hasta sus inacabados documentales africanos.
Paralelamente, en la propia filmoteca barcelonesa, se puede visitar actualmente una exposición sobre el Círculo A, la cadena de salas de Arte y Ensayo promovida por Pere Fages, Jaume Figueras y
Antoni Kirchner entre 1967 y 1992. Allí se estrenaron Noche de vino tinto (1966), con coloquios diarios de Nunes, o Dante no es únicamente severo, con la platea tapizada por hojas de árboles que caían desde el anfiteatro. Y allí se cotejó a Portabella con Jean-Luc Godard, a Esteva con Glauber
Rocha o a Jordá con Bernardo Bertolucci, a la vez que se recuperaban El acorazado Potemkin (S.M. Eisenstein, 1925) o Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942), y El marido de la peluquera (Patrice Leconte, 1990) se mantenía un año en cartel gracias a una original campaña publicitaria.
Eran otros tiempos para la cartelera barcelonesa y también, probablemente, para un valor cultural del cine mucho más elevado del que goza actualmente. Ver aquellas películas en el tardofranquismo y la Transición fue, para diversas generaciones, una verdadera escuela de cine. Otra Escuela de Barcelona.
* Esteve Riambau es director de la Filmoteca de Catalunya y coautor de La Escuela de Barcelona. El cine de la “Gauche Divine” (Anagrama).
“Se cumplen 50 años de la Escuela de Barcelona, que nunca tuvo una sede. Sus aulas y pupitres estaban en Bocaccio, la discoteca de moda”.