Destinos
★★★★★
(Bulgaria, Alemania, República de Macedonia, 2017, 103 min.). Dirección:
Stephan Komandarev. Intérpretes: Vasil Banov,
Ivan Barnev, Assen Blatechki, Stefan Denolyubov. Guion:
S. Komandarev y Simeon Ventsislavov. Fotografía:
Vesselin Hristov. DRAMA.
Un
short cuts de taxistas búlgaros. Conductores hastíados que se cruzan en la gélida y deprimente noche de Europa del Este. El pasado comunista y el descorazonador presente, dividido entre perdedores al volante y explotadores capitalizados que mandan desde el asiento de atrás. La buena gente y los malvados, maniqueísmo a lo Ken Loach. Realismo y alegoría social. Bulgaria no es un país para entrar a vivir, aunque eso ya lo sabíamos. La sensación, al final de la carrera, es que nos han devuelto al punto de recogida. Con todo, tampoco ha sido un viaje en balde.
Si bien Komandarev carece de la sutileza elusiva de un Raymond Carver, este viaje al final de la noche búlgara
Dirección
tiene cierta fuerza como radiografía humanista, y resulta visualmente mucho más estimulante que cualquier película del director de Yo, Daniel Blake (2016). Planos largos, poderío hipnótico en el constante movimiento por las calles de la ciudad dormida, y hábil planificación en la composición entrecruzada de estos relatos salvajes que dejan un sabor amargo. Lo mejor: su reflexión sobre la violencia.
Lo peor: es demasiado dispersa y descompensada. ro: La Cosa (1982), de John Carpenter, y un slasher tan simpático como Angustia en el Hospital Central (JeanClaude Lord, 1982). 34 años después, El vacío, canadiense como la cinta dirigida por Lord, hermana ambos títulos con entrañable cariño ochentero y con una peleona y reivindicativa declaración de intenciones a favor de los maquillajes viscosos, lo analógico, los monstruos y la ausencia de hipsterismos.
La película es un festival para verdaderos amantes del horror claustrofóbico que toma un giro al infierno desde el realismo sucio hacia las sectas diabólicas lovecraftianas y en el que todo funciona sin necesidad de risas nostálgicas. Algo que desapareció con Stuart Gordon. Lo mejor: su amor incondicional por las maneras de antaño. Lo peor: la hemos visto cientos de veces antes.