Fotogramas

RICARDO GÓMEZ

"Mantengo mi vergüenza intacta porque jamás la he usado".

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(Madrid 25/02/1994)

Lo primero que le extraña a la gente al conocerme, comenta, divertido, Ricardo Gómez,

es que he crecido y ya no soy el niño de la serie Cuéntame cómo pasó, cuando lo extraño sería que, en 2018, me mantuviese igual que en 2001. Lo segundo es que esperan encontrar a alguien muy correcto, y yo no lo soy tanto.

Entró en la profesión por su madre, coreógrafa y bailarina, que lo llevaba con ella a los teatros. En uno de ellos, con 4 años, lo sacaron al escenario haciendo de potrillo en

Historia de un caballo, de Tolstói. Aunque su auténtico debut fue como la tacita Chip en el musical La Bella y la Bestia. Poco después llegó Carlitos Alcántara en la serie por la que se hizo el crío más popular de España. Ha superado con éxito el siempre difícil paso de actor niño a intérprete adulto, como demostró en 1898: Los últimos de Filipinas (Salvador Calvo, 2016).

Aficionado a jugar al fútbol, la buena mesa y la fotografía, ha recorrido un camino que ha incluido cine (Tiovivo c. 1950, de J.L. Garci), teatro (La cocina, La Orestiada) y televisión (El padre de Caín). Puntual y un poco cabezota, según él mismo acepta, no vive sin música, y hubiera matado por asistir al rodaje de la serie Los Soprano. Sin ningún recuerdo del que avergonzar­se, porque la vergüenza la conservo toda sin usarla, afronta la vida con una mezcla de responsabi­lidad y de no acabar de tomarse nada muy en serio, que no le ha ido nada mal. Compatibil­iza la carrera de Literatura General y Comparada con los rodajes de la 19ª temporada de Cuéntame cómo pasó y la serie Vivir sin permiso, y prepara Mammon, para los Teatros del Canal, de Madrid. Por qué le queremos: Por su simpatía y franqueza. Asignatura pendiente: Llegar a dirigir algún día un Hamlet.

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