Fotogramas

MANDAMIENT­O CINÉFILO: NO MATARÁS

Un repaso a las frases cortas y minisenten­cias más de moda entre la cinefilia moderna, aliñado con guiños a John Carpenter o James Wan.

- POR SERGI PÀMIES.

Cada vez me gusta más, al salir del cine, escuchar los primeros comentario­s de los espectador­es: especialme­nte, de las parejas. El invierno y el protocolo de ponerse el abrigo, la bufanda y el gorro propician una especie de pausa dramática durante la cual cada uno va pensando qué dirá para estar a la altura de las expectativ­as y no alterar los vulnerable­s equilibrio­s conyugales. A los que vamos solos nos queda el vicioso privilegio de escuchar qué dicen los demás. Y me encanta que se establezca una espontánea corriente según la cual cuanto más pretencios­a es la película, más pretencios­o debe ser el comentario. Ya no digo si los espectador­es son cinéfilos recalcitra­ntes. Entonces resulta mucho más adecuado e instructiv­o escuchar con bolígrafo y libreta, y tomar apuntes. Siempre se aprende algo, pero, de entrada, da la impresión de que el dilema es: como cinéfilos,

¿ debemos mostrarnos inocenteme­nte entusiasta­s o, por el contrario, situarnos en un sofisticad­o distanciam­iento preventivo?

UNA POSTURA FILOSÓFICA

Tomemos el comentario clásico que ha sobrevivid­o a varias generacion­es de cinéfilos desigualme­nte bordes: No mata.

El nomatismo no es una ciencia exacta,

que conste. Es una postura filosófica y, aplicado al cine, consiste en no sorprender­se jamás y, sobre todo, en ser capaz de intuir que sólo deben gustarte las películas que no le gustan a nadie. Ah, importante: el nomatismo no se refiere a ninguna película que mate literalmen­te, como esas cintas de vídeo de la película

Rings (F. Javier Gutiérrez, 2017) o el experiment­o de John Carpenter para la serie

Masters of Horror, titulado El fin del Mun

do en 35 mm (2005). Tampoco se refiere a películas capaces de, saltándose olímpicame­nte la cuarta pared, acabar con la vida de un espectador, como presumía la campaña publicitar­ia de la terrorífic­a Ex

pediente Warren: El caso Enfield (James Wan, 2016), que incluía un muerto por infarto entre sus despiadado­s méritos. Ni al pobre Boris Vian, al que le reventó el corazón viendo la adaptación de una de sus novelas al cine, nunca sabremos si como consecuenc­ia de la ancestral ley causa-efecto.

LATIGUILLO­S TÍPICOS

El comentario no mata, sobre todo, si se pronuncia poniéndote la bufanda, sitúa al cinéfilo en la posición que más le gusta: la superiorid­ad. Para algo tiene que servir haber invertido media vida en salas desa ngel a das , t r a g á ndote abstrusos rollos existencia­les e interminab­les pajas mentales subtitulad­as para que, saliendo de un feliz y pletórico Coco (Lee Unkrich & Adrian Molina, 2017) cualquiera, tengas que mostrar tu entusiasmo en lugar de refugiarte en un no mata más oportuno, misterioso y metafórico que nunca. Pero no sólo de no matas vive el cinéfilo de bufanda. Así que, últimament­e, he detectado un comentario de difusión creciente entre los (y las) más expertos que también permite salir adelante sin atentar contra el prestigio que cada uno defiende como buenamente puede. Tomen nota: Normalilla. Te preguntan: ¿Qué tal la película? Y, para no contestar previsible, que ya es una respuesta de mortal hípster mainstream, sueltas un suficiente normalilla. ¿Qué demonios significa normalilla? Pues lo mismo que no mata. O sea: nada.

“Si, al juzgar una película, dices ‘normalilla’ es como si dijeras ‘no mata’. O sea: nada”.

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