MANDAMIENTO CINÉFILO: NO MATARÁS
Un repaso a las frases cortas y minisentencias más de moda entre la cinefilia moderna, aliñado con guiños a John Carpenter o James Wan.
Cada vez me gusta más, al salir del cine, escuchar los primeros comentarios de los espectadores: especialmente, de las parejas. El invierno y el protocolo de ponerse el abrigo, la bufanda y el gorro propician una especie de pausa dramática durante la cual cada uno va pensando qué dirá para estar a la altura de las expectativas y no alterar los vulnerables equilibrios conyugales. A los que vamos solos nos queda el vicioso privilegio de escuchar qué dicen los demás. Y me encanta que se establezca una espontánea corriente según la cual cuanto más pretenciosa es la película, más pretencioso debe ser el comentario. Ya no digo si los espectadores son cinéfilos recalcitrantes. Entonces resulta mucho más adecuado e instructivo escuchar con bolígrafo y libreta, y tomar apuntes. Siempre se aprende algo, pero, de entrada, da la impresión de que el dilema es: como cinéfilos,
¿ debemos mostrarnos inocentemente entusiastas o, por el contrario, situarnos en un sofisticado distanciamiento preventivo?
UNA POSTURA FILOSÓFICA
Tomemos el comentario clásico que ha sobrevivido a varias generaciones de cinéfilos desigualmente bordes: No mata.
El nomatismo no es una ciencia exacta,
que conste. Es una postura filosófica y, aplicado al cine, consiste en no sorprenderse jamás y, sobre todo, en ser capaz de intuir que sólo deben gustarte las películas que no le gustan a nadie. Ah, importante: el nomatismo no se refiere a ninguna película que mate literalmente, como esas cintas de vídeo de la película
Rings (F. Javier Gutiérrez, 2017) o el experimento de John Carpenter para la serie
Masters of Horror, titulado El fin del Mun
do en 35 mm (2005). Tampoco se refiere a películas capaces de, saltándose olímpicamente la cuarta pared, acabar con la vida de un espectador, como presumía la campaña publicitaria de la terrorífica Ex
pediente Warren: El caso Enfield (James Wan, 2016), que incluía un muerto por infarto entre sus despiadados méritos. Ni al pobre Boris Vian, al que le reventó el corazón viendo la adaptación de una de sus novelas al cine, nunca sabremos si como consecuencia de la ancestral ley causa-efecto.
LATIGUILLOS TÍPICOS
El comentario no mata, sobre todo, si se pronuncia poniéndote la bufanda, sitúa al cinéfilo en la posición que más le gusta: la superioridad. Para algo tiene que servir haber invertido media vida en salas desa ngel a das , t r a g á ndote abstrusos rollos existenciales e interminables pajas mentales subtituladas para que, saliendo de un feliz y pletórico Coco (Lee Unkrich & Adrian Molina, 2017) cualquiera, tengas que mostrar tu entusiasmo en lugar de refugiarte en un no mata más oportuno, misterioso y metafórico que nunca. Pero no sólo de no matas vive el cinéfilo de bufanda. Así que, últimamente, he detectado un comentario de difusión creciente entre los (y las) más expertos que también permite salir adelante sin atentar contra el prestigio que cada uno defiende como buenamente puede. Tomen nota: Normalilla. Te preguntan: ¿Qué tal la película? Y, para no contestar previsible, que ya es una respuesta de mortal hípster mainstream, sueltas un suficiente normalilla. ¿Qué demonios significa normalilla? Pues lo mismo que no mata. O sea: nada.
“Si, al juzgar una película, dices ‘normalilla’ es como si dijeras ‘no mata’. O sea: nada”.