Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, por La Peste.
Entre asesinatos, epidemias y mugre, y una reconstrucción de la Sevilla del siglo XVI que deja boquiabierto, Alberto Rodríguez y Rafael Cobos han dado forma a ‘La Peste’. Hablamos con ambos sobre la nueva serie de Movistar, que protagonizan Pablo Molinero
Después de Vergüenza o La Zona, llega el salto a la televisión de una pareja de campanillas: Alberto Rodríguez y su guionista habitual, Rafael Cobos, Falete para los amigos y para el director. Ambos han fantaseado mil y una veces con cómo sería su ciudad cinco siglos atrás. Y ambos han construido una ficción que aúna ese sueño con el género que han demostrado dominar en films como Grupo 7, La Isla Mínima o El hombre de las mil caras. En La Peste hay suspense y hay rigor histórico (queríamos que fuera más verosímil que rigurosa, matiza el director, que en esta ocasión no firma el guion; lo hacen Cobos y Fran Araújo), y se mantiene la máxima que ambos siempre buscan en sus trabajos: Queríamos que fuera una serie muy entretenida, constata el cineasta. Situados en aquella Sevilla de mediados del siglo XVI cuyo esplendor financiero mandaba en Occidente, los seis episodios de esta primera temporada de La Peste
(habrá una segunda, probablemente sin Rodríguez, pero con Cobos) dan protagonismo a la epidemia que diezmó la capital hispalense. En ese entorno, un hombre y un muchacho, casi émulos de Guillermo de Baskerville y Adso de Melk, entablan una relación de maestro y discípulo, mientras se ven inmersos en la investigación de varios asesinatos.
Sí, El nombre de la rosa estuvo en nuestra cabeza desde el principio,
admite Rafael Cobos. Es un ejemplo estupendo, añade Alberto Rodríguez: La película de Jean-Jacques Annaud me encanta, y la novela de Umberto Eco aún más. Pero, en esa relación mentor-alumno, nuestro Mateo no tiene nada de ejemplar... Y los motivos por los que toma al joven bajo su manto son mucho más oscuros de lo que parece.
Poco destaparemos de una trama que se toma su tiempo, pasado un primer capítulo que sirve para situarnos. Pone las reglas del juego sobre la mesa, pero no tiene mucho que ver con la serie en sí, apunta Rodríguez. El director sí nos descubre el tono que tendrá, tras rodar varias películas en las que el thriller encontraba diversas variantes: Creo que de todos los que hemos escrito, este es el primero que tiene un componente metafísico. Podía haber algo de eso en el personaje de Javier Gutiérrez en La Isla Mínima, haciéndose preguntas sobre cosas más allá de la vida. Pero, en La Peste, estas preguntas están abiertas todo el tiempo. Este es un mundo en el que Dios lo era todo... De hecho, creo que lo más bonito de crear la trama fue hacer el ejercicio de pensar como hombres del siglo XVI, y ahí aparecían cosas muy interesantes, y muy chocantes para el espectador. Que el supuesto héroe, por ejemplo, coja un cinturón y le dé una paliza a un niño...
SEVILLA TIENE UN COLOR (Y UN OLOR) ESPECIAL
Con 10 millones de euros de presupuesto y un ingente trabajo de recreación histórica (el departamento de arte era todo un ejército que transformaba cualquier cosa en dos días, apunta Rodríguez: Ha sido fundamental. También la gente de efectos digitales, aunque por fortuna sucede lo que debe suceder, que no se notan), la serie nos sumerge en esa Sevilla de contrastes, por la que campan inquisidores, mendigos, prostitutas y comerciantes, ladrones, usureros y asesinos. Una Sevilla en la que la riqueza de algunos choca con la miseria, la suciedad, de sus calles (Montaigne decía que las tres ciudades
“Había una voluntad de diálogo entre pasado y presente, y el tema de la corrupción es muy evidente”.
Rafael Cobos, guionista
más bonitas del mundo eran también las que peor olían: la nuestra, París y Venecia, recuerda Rodríguez).
Y una Sevilla en la que está presente una corrupción que funciona muy bien como espejo de nuestro día a
día. Arranca con una declaración de intenciones clara, apunta Rafael
Cobos: Estás pisando barro, caminando por la periferia de una de una de las ciudades más importantes del planeta, de la mano de un advenedizo, de un nuevo rico, un médico, y de un político corrupto que está evitando anunciar algo, probablemente, en beneficio propio. No está tan lejos de los conseguidores de la Trama Gürtel. En ese sentido, sí había una voluntad de diálogo entre pasado y presente, y el tema de la corrupción es muy evidente.
Otro aspecto fundamental está en su elenco, que mezcla caras más o menos nuevas con secundarios que Alberto Rodríguez conoce bien (los Manolo Solo, Estefanía de los Santos o Manuel Morón), y con una de esas sorpresas de casting que ya empiezan
a convertise en un clásico del cineasta: Paco León, que sigue los pasos de apuestas como las de Carlos Santos
(en El hombre de las mil caras) o Javier Gutiérrez (en La Isla Mínima). Pensaba que, en términos de verosimilitud, iba a estar bien que los protagonistas fueran rostros nuevos. Claro que, en medio de todo esto, Eva Leira y Yolanda Serrano
(encargadas habituales de los casting
de su cine) llegaron con una prueba buenísima... ¡de Paco! Le conozco desde los tiempos en que estaba en el Instituto del Teatro, y yo en la Facultad, pero no pensé nunca que fuéramos a trabajar juntos, admite Rodríguez, y continúa:
Tanto Pablo Molinero como Sergio Castellanos o Patricia López-Arnáiz llegaron de los castings. Pablo sale en el 80 por ciento de las secuencias, era muy importante acertar, y le hicimos muchas pruebas. Pero es un actor con una verdad enorme y una capacidad de trabajo increíble. Los tres están estupendos.
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