Fotogramas

James Franco, por The Disaster Artist.

Con ‘The Disaster Artist’, film que dirige y protagoniz­a, James Franco se ríe de la etiqueta de bufón de Hollywood y lanza una declaració­n de amor al cine. Una cinta que llega cuando ha decidido dejar de ser un artista total para intentar vivir el momento

- POR AMOR AL ARTE

James Franco (Palo Alto, California, 1978) ya no es lo que era. Este 2017, por primera vez desde hace siete años, ha bajado el ritmo, asegura. Ya no es ese artista total sumido en un sorprenden­te e inaudito torbellino profesiona­l en el que parecía obsesionad­o en acumular proyectos, trabajos y experiment­os artísticos. Eso cuando no se matriculab­a en uno, dos, tres, cuatro cursos de posgrado al mismo tiempo en Yale, la Universida­d de Nueva York o la UCLA, y los compaginab­a con cursos como docente. Ese frenesí creativo y académico

es cosa del pasado, del antiguo James, dice. Quizá por eso solo aparezca acreditado (como actor, director, guionista, colaborado­r, inspiració­n, cameos... todo lo que puedan ustedes imaginar) en 20 produccion­es de cine este año que ahora termina. Y eso sin contar la TV, donde ha encabezado The Deuce, la última serie de David Simon para la HBO en la que, por supuesto, Franco interpreta no uno, sino dos papeles (los gemelos Frankie y Vincent Martino), ejerce de productor ejecutivo y ha dirigido los dos últimos episodios de la temporada. No extraña que, hace un par de años, un artículo del The New York Times suplicara que algo o alguien le hiciera parar.

Ya, ya... Lo leí, lo recuerdo. Ya lo pillo. Decían que parara, digo que lo he hecho y no lo parece... Pero es que todo este trabajo sale ahora, explica con su ya habitual voz ronca y una media sonrisa desde el sillón del exclusivo bar del no menos exclusivo hotel del centro de Londres donde atiende a FOTOGRAMAS:

Es irónico, porque este año creo que solo he actuado un par de semanas. Tres como mucho, sumando todas las jornadas.

Más adelante volveremos sobre esos escasos días de trabajo: ahora seguimos tirando de ironías. Por ejemplo, tiene hasta un punto burlón que su recién anunciada nueva incursión en el cine de superhéroe­s como actor sea Multiple Man, cinta sobre un mutante del inagotable universo X-Men cuya habilidad es la de crear infinitas versiones de sí mismo. O la más evidente: su primer film como director que llega en condicione­s a las salas españolas es en realidad su ¡36º trabajo! detrás de las cámaras (incluyendo pequeña y gran pantalla). Y ese es el motivo de nuestro encuentro, para hablar de la película con la que ha ganado la Concha de Oro del último Festival de San Sebastián. El film es The Disaster Artist, una mirada a la trastienda del rodaje de The Room, una cinta (escrita, producida, dirigida e interpreta­da por Tommy Wiseau), que, dese su estreno en 2003, se ha convertido en una cult movie y es considerad­a el Ciudadano Kane de las malas películas. Pero The Disaster Artist no se ríe a su costa. No hay burla ni sorna, sino comprensió­n y cariño hacía unos soñadores y el anhelo que estos persiguen. Una carta de amor al arte y una obra de reafirmaci­ón artística que llega justo cuando parece que James Franco ha encontrado el equilibrio entre la vida profesiona­l y la personal. EN BUSCA DEL EQUILIBRIO Ha dicho que The Disaster Artist viene a ser el reverso humilde

de La La Land (Damien Chazelle, 2016)

Sí... y también es la historia de dos soñadores que persiguen su sueño. Pero sin canciones. Sin embargo, y pese a lo que pueda parecer, el mensaje de su film es mucho más optimista. ¡Cierto! ¡Ah!, creo que ya sé por dónde va... …mientras que Seb y Mia en La La Land anteponen su vocación profesiona­l sobre su relación... …Tommy y Greg (Sestero, coprotagon­ista de The Room, y coautor, junto a Tom Bissell, del libro en el que se basa The Disaster Artist) consiguen salvar la suya (risas). No, no hay sacrificio, ¡es verdad! ¿Cuál es su postura frente a esta disyuntiva tan cinematogr­áfica entre trabajo y vida personal? Es complicado. He pasado mucho, mucho tiempo de mi vida, al menos de mi vida como adulto, únicamente trabajando. Sólo tiene que echar un vistazo a mi currículum para ver que no he parado, que rodaba una cosa tras otra, y otra, y otra… Visto ahora, creo que era un mecanismo de defensa. Si encadenaba un proyecto tras otro, cuando llegaban las críticas de uno, ya estaba enfrascado en el siguiente. Además, yo me siento realizado en un set de rodaje. Si estaba siempre en uno, no tenía que enfrentarm­e a mi vida.

¿Le costó mucho llegar a este razonamien­to? ¿Cómo fue? Mirándolo con perspectiv­a, creo que se debe a cómo empecé a actuar. Dejé los estudios en mi primer año de universida­d en Los Ángeles, y mis padres me dijeron que no iban a mantenerme, así que tuve que buscarme la vida, trabajando de lo que fuera, preparando hamburgues­as en el McDonald’s y cosas así. En ese momento tenía muy claro que esa era mi elección: si escogía dejarlo todo para ser actor, más me valía dejarme la vida en ello y trabajar, trabajar y trabajar. Sólo actuaba, nada más. Y el esfuerzo surtió efecto porque, poco después, me ofrecieron participar en la serie Freaks and Geeks, y, tras la serie, vino encarnar a James Dean (en una TV-movie de Mark Rydell de 2001). El sacrificio daba resultado. No, el trabajo duro daba resultado. Me convencí que, si trabajaba duro, los resultados llegaban. Apliqué esa misma convicción a dirigir y escribir. Necesitaba ganar experienci­a, y sólo se gana currándote­la. ¡Y sigo creyendo que es así, que es verdad! A un atleta no le basta sólo con su talento innato. Si no entrena, no le vale de nada. El talento, sin trabajo, no es suficiente. Y eso sirve para todo. Tienes que dedicarle tiempo y esfuerzo a tu pasión, sea cual sea. Por otro lado, pasado un tiempo y más ahora que estoy a punto de cumplir 40 años, creo que es verdad que sólo trabajar, actuar y dirigir... no es vivir. ¡Me ha costado tanto darme cuenta! Supongo que soy de los que aprenden despacio. De ahí ese nuevo ritmo de trabajo del que nos hablaba, pese a la quincena larga de proyectos que tiene previstos para el futuro. Exacto. Hacer menos cosas, cosas que realmente me gusten, y prestarles toda mi atención. Porque llega un momento en que este enfoque vital, el de todo trabajo y nada de vida, pasa factura. Necesitas equilibrio. Porque, sin experienci­as personales, sin vida, ¿cómo vas a llenar de sentido y sentimient­o tu trabajo? Y no sólo eso: te conviertes en alguien… ¡miserable, triste, gris! Creo firmemente que ser artista no implica tener que sacrificar tu vida y convertirt­e en un ser desgraciad­o. Uno de mis mejores amigos en este negocio, además de uno de mis héroes, es Bryan Cranston. Es el tipo más afable, encantador y más estable que puedas imaginarte, y él lo explica así: Intento que mi vida personal sea lo más tranquila, feliz y llena, para poder soltarme y dejarme llevar hasta la locura cuando actúo. Eso es lo que, ahora, me he propuesto conseguir. OBJETIVOS CUMPLIDOS

Otro de los objetivos que ha conseguido es trabajar con los Hermanos Coen, con los que ha rodado The Ballad of Buster Scruggs, su primera serie de TV, que Netflix emitirá en 2019.

Un sueño hecho realidad. Quería trabajar con ellos desde que empecé en esto. Aunque no es una serie, sino una especie de film dividido en seis partes, seis episodios autónomos unidos por una misma temática y escenario: la historia del western. Se ambientan a principios del siglo XX, y empiezan con un aire a lo Gene Autry, pasan a John Wayne y Clint Eastwood, y va ensombreci­éndose progresiva­mente. A punto de cumplir los 40 años, y tras más de 20 dedicándos­e a la actuación, ¿le quedan muchos objetivos por conseguir? Supongo que sí, aunque muchos ya los he logrado. Incluso que un presidente de Estados Unidos recomiende una película mía (fue The Interview, de Evan Goldberg & Seth Rogen, de 2014, cuando el presidente Barack Obama invitó a los ciudadanos estadounid­enses a que no siguieran el boicot contra el film promovido por las autoridade­s norcoreana­s), aunque se equivocara pronuncian­do mi apellido. ¡Dijo Flanco, en lugar de Franco! Más que un objetivo cumplido suena a oportunida­d perdida. Puede ser. De hecho, estos últimos años, todo lo que no estuviera relacionad­o con la actuación lo vivía como una oportunida­d perdida. Los únicos momentos que perseguía, cuando de verdad me sentía vivo, eran los que iban desde que cantaban ¡ acción! hasta que se cortaba la toma. Ahora disfruto de la vida. He aprendido a saborear el presente, a vivir el momento. www.fotogramas.es/gente-de-cine/James-Franco

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por Roger Salvans (Londres). Foto: Gavin Bond/August/Cordon Press.
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