‘The End of the F***ing World’: Viviendo deprisa
Janis Ian cantó mejor que nadie la soledad que invade a quien se siente fuera del grupo a los 17 años. Alyssa (Jessica Barden) y James (Alex Lawther) son los raros del instituto. Él está convencido de que es un psicópata; a ella le molesta todo el mundo que la rodea. Gracias a sus monólogos internos, el recurso narrativo definitivo para que los adultos comprendamos el errático comportamiento de los adolescentes, sabemos que Alyssa y James, más que gustarse, se llaman la atención mutuamente. Por la razón que fuere, tras darse el filete en un cambio de clase, se hacen novios. Y antes de que termine el primer capítulo se habrán escapado de casa. Con el subterfugio de averiguar si James abrirá en canal a Alyssa, The End of the F***ing
World (Netflix) nos engancha en una aventura iniciática a veces torpe, a veces brillante, como es el breve recorrido de sus protagonistas. Ellos son displicentes, obvio, la edad, pero la serie evita ese exceso de pedantería tan Dawson Crece, rebajando con ironía las máximas pomposas tipo a veces todo cambia de repente como si salieras de tu cuerpo, de tu vida, y te ves con claridad dónde estás y piensas: A la mierda todo.
A la pareja protagonista no los juzga ni los condena: los observa reaccionar ante el peligro y las dificultades.
Alyssa y James prueban a ser adultos improvisando. Podría ser un capítulo embotellado de Skins; podría ser una película de Sundance. The End of the F***ing World es una road movie en ocho entregas muy mona que no se da demasiada importancia.