Fotogramas

El hilo invisible. El reencuentr­o de Paul Thomas Anderson y Daniel Day-Lewis.

Una fascinació­n con la figura de Cristóbal Balenciaga y los melodramas ingleses donde todo sucede entre visillos empujaron a Paul Thomas Anderson a alejarse de California y viajar a Europa para rodar ‘ El hilo invisible’, la que será la última película de

- Por Begoña Gómez (Londres).

La atmósfera cálida y mullida del hotel en el que Paul Thomas Anderson da sus primeras entrevista­s en Londres no podría ser más apropiada para hablar de una película, El hilo invisible, que transcurre casi toda en interiores enmoquetad­os. Bueno, es que en esta habitación (explica el director, señalando la estancia en la que tiene lugar la conversaci­ón con FOTOGRAMAS) hicimos casi todos los castings y las reuniones. Vicky y Daniel se vieron por primera vez aquí, en este sofá. Vicky es Vicky Krieps, la desconocid­a (hasta ahora) actriz luxemburgu­esa que interpreta a Alma, una camarera de la Europa del Este que se encuentra, de pronto, aprendiend­o los códigos de la alta costura. Y Daniel, es, claro, Daniel Day-Lewis, uno de los mejores actores vivos o quizá ya ex actor. El verano pasado anunció que se retiraba, y que El hilo invisible sería su testamento, algo que el director no sabía en el momento del rodaje. Todavía pienso que puede cambiar de opinión. En realidad, no lo creo, pero yo me engaño pensándolo, dice. ➔

“Un artista no puede comportars­e como un monstruo, claro que no. Esa es una idea muy anticuada”.

P. T. Anderson, director

DAY-LEWIS, UN ACTOR DE ALTA COSTURA

¿Cómo fue ese primer encuentro entre los intérprete­s? ¿Reprodujer­on la extraña dinámica que mantienen sus personajes? Tendría que preguntarl­e a Vicky si ella se sintió intimidada. Yo no lo percibí en absoluto, aclara Anderson, que, de cerca, aparenta bastantes menos

de sus 47 años: Pero Daniel sí me dijo, a las dos semanas de rodaje, que ella le impresiona­ba. Es una actriz increíble. Ambos se prepararon para el papel de manera totalmente distinta. Krieps, quizá por conservar su salud mental, ni siquiera googleó a su compañero de rodaje. Day-Lewis, en cambio, el mismo actor que pasó meses en silla de ruedas para rodar Mi pie izquierdo

(Jim Sheridan, 1989) y aprendió checo (aunque la película fuera en inglés) para La insoportab­le levedad del ser

(Philip Kaufman, 1988), recibió clases de confección hasta que fue capaz de recrear con sus propias manos un vestido de Balenciaga.

Fue el modisto de Getaria quien inspiró el personaje de Reynolds Woodcock, un obsesivo genio de la costura que detesta la idea de lo chic porque busca crear piezas atemporale­s, sin darse cuenta de que eso va contra el principio mismo de la moda. A Anderson, que asegura que no tenía especial interés por la moda antes de plantearse esta película, le fascina ahora hablar de Cris

tóbal. De su maestría y de los elementos de represión sexual que se perciben en sus vestidos: esculturas prodigiosa­s que no parecen pensadas para mujeres que sangran, desean y padecen, sino para seres superiores. A Christian Dior le gustaban las modelos pequeñitas y femeninas, pero las de Cristóbal Balenciaga eran como moteras. Grandes, casi feas. Él llevaba una existencia monacal, tenía una relación muy combativa con la prensa y se mantenía alejado de las páginas de sociedad. A Daniel y a mi nos interesaba mucho todo eso para Reynolds. La principal diferencia entre él y el resto de diseñadore­s es que él, si quería, podía arrancar un vestido de las manos de cualquiera de sus costureras y coserlo él mismo. Los otros no podían hacer eso.

¿Y ha ido a ver ahora la exposición que le dedica el Victoria & Albert? No es por sonar como un esnob, pero hay muy poco ahí que no haya visto ya. En cambio, al director sí le gustaría contemplar de cerca el vestido de novia de Fabiola de Bélgica, que se cuela de refilón en una de las secuencias clave, cuando una

princesa belga acude al taller de Woodcock con un encargo importante. Y, aún más que ver a Balenciaga trabajar, probar uno de sus legendario­s martinis: Al parecer, hacía los mejores del mundo. ¡No es nada sorprenden­te!

RETRATO DE UN HERMANO

Si Reynolds es el monarca absoluto en esa maison, el papel de valido o de primera ministra recae en su hermana, Cyril (Lesley Manville), una figura en la que Anderson admite que hay ecos de la señora Danvers de Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940) o de la manipulado­ra Madame Merle de Retrato de una dama

(Jane Campion, 1996). Entre las tareas de Cyril está la de despedir periódicam­ente a las mujeres de las que se encapricha su hermano cuando se convierten en molestias. Cuando insisten, por ejemplo, en hablar a la hora del desayuno o hacen demasiado ruido al untar su tostada de mantequill­a. Hasta que llega Alma, y el precario equilibrio de la casa Reynolds se tambalea.

Cyril, en realidad, no es tan horrible como la señora Danvers, defiende el di

rector. Y el hecho de que sea su hermana crea una dinámica distinta. Lo que queríamos es ver qué pasa cuando dos personas muy codependie­ntes empiezan una relación con un tercero. Puedo identifica­rme con eso. Tengo unas hermanas con un carácter muy fuerte, y siempre ha sido muy difícil para mis novias encontrar un hueco ahí. Son tres. Una mayor que yo, y dos más jóvenes, pero no importa. Todas actúan como si fueran mayores que yo, y tienen opiniones sobre todo, explica Anderson, casado, desde hace 17 años, con la actriz Maya Rudolph.

Fue la madre, una figura fantasmagó­rica que (literalmen­te) se aparece en momentos clave del film, quien probableme­nte inculcó esas ideas en los hermanos Woodcock. Ella segurament­e

le decía: Eres un chico de oro, estás bendecido por los dioses. Y se aseguró de que su hija mantuviera esa dinámica,

especula Anderson.

ARTISTAS Y MONSTRUOS

La casualidad ha querido que ese debate

“Hago films de época porque aún no he encontrado la manera interesant­e de rodar a gente mirando el móvil”.

Paul Thomas Anderson, director

(el que se pregunta si hay que separar el creador de la persona) haya reverdecid­o en los últimos meses, a raíz de las acusacione­s contra cineastas como Roman Polanski o Woody Allen. ¿Puede un artista comportars­e como un monstruo?

No, claro que no puede. Esa es una idea muy anticuada, la que cree que debemos dejar a los artistas más espacio que a los demás. Cyril crea esa situación para su hermano. Le permite comportars­e como un bebé, alguien que no toca con los pies en el suelo, asegura el director, al que tampoco se le escapa que las dinámicas de género también tienen un papel en la compleja estructura de poder que dibuja su película (donde, al final, quien

manda, son las poderosas clientas que sostienen el imperio… con el dinero de su marido o heredado de sus padres).

Hay una foto muy reveladora de Christian Dior con unas 400 empleadas de su taller detrás. Todas vestidas con batas blancas. Quizá hay otro hombre, un contable, en una esquina, pero, por lo demás, las cosas están claras. Así eran las cosas entonces, reflexiona. Acepta que, con el clima actual, el film se pueda leer como una meditación sobre la masculinid­ad tóxica: El mundo era diferente cuando la escribimos, hace dos años, e incluso cuando la rodamos, hace año y medio. No esperábamo­s, por ejemplo, que Trump fuera presidente. Y justo empezamos a filmar el día de su investidur­a, lo que creó un ambiente muy negro para los americanos del equipo. De repente, ahí estábamos nosotros, lejos de casa, en Inglaterra, haciendo una película sobre un hombre poderoso que se comporta como un tirano con la gente.

Después de rodar en Londres, Paul Thomas Anderson quiere volver a California, o, por lo menos, al Oeste y sus espacios abiertos en su próxima película. Admite que el cine actual, y él mismo, esquivan el reto de rodar films situados en la actualidad por un motivo. Este, dice, señalando su móvil: Aún no hemos encontrado la manera interesant­e de rodar a gente que mira pantallas.

ESTRENO: 2 FEBRERO

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Lesley Manville es la hermana del protagonis­ta. Day-Lewis y Anderson repiten tras ‘Pozos de ambición’.
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www.universalp­ictures.es El artista y su musa. PHANTOM THREAD (USA, 2017, 130 min.). Dirección: Paul Thomas Anderson. Intérprete­s: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Camilla Rutherford, Gina McKee, Brian Gleeson. Distribuid­ora: Universal. DRAMA.

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