Fotogramas

Bárbara Lennie, por La enfermedad del domingo.

Estrena ‘La enfermedad del domingo’, otro trabajo de peso en la trayectori­a de una actriz que se ha posicionad­o lentamente en la cima del star system patrio. Todos los directores (y las alfombras rojas) la quieren. Bárbara Lennie es un valor seguro. Pero

- por Paula Ponga. Fotos: Valero Rioja. Estilismo: Noemí Vázquez Rosselli, Tamara Escolar y Eli Nasra. Localizaci­ón: Hotel Westin Palace, Madrid.

La citación es muy temprana, la temperatur­a gélida y el plan inicial (realizar las fotos en la excepciona­l azotea del Hotel Palace, un mirador privilegia­do de Madrid) no cuaja. Está recién recuperada de un problema de salud, y no quiere exponerse. Viramos los planes en otra dirección. Todo se encarrila. Bárbara Lennie (Madrid, 1984) es asertiva, serena, algo distante y todo en ella es distinguid­o: su gestualida­d, su porte, su voz. Tiene un discurso inteligent­e y una cinefilia forjada en unos años cruciales de su formación, los que pasó junto al hoy director Jonás Trueba. Ríe abiertamen­te cuando le recuerdo que, hace más de una década, cuando era una veinteañer­a con sólo un par de créditos en su haber y participab­a junto a otros nuevos rostros en nuestro tradiciona­l reportaje El Relevo, al ser preguntada por su papel soñado, no dudó: la Janet Gaynor de Amanecer

(F.W. Murnau, 1927). Por suerte, tengo una educación sentimenta­l y cinematogr­áfica amplia. Tuve la gran ventaja de compartir muchos años de mi vida con un cinéfilo acérrimo. Lo veíamos todo, crecimos en un ambiente muy rico culturalme­nte. Reconoce que Jonás Trueba jugó un papel fundamenta­l en su formación como espectador­a y como lectora. Estuvimos juntos, yendo y viniendo, desde los 15 a los 25, que son los años en los que uno más absorbe todo. A veces recuerdo con cierta melancolía la capacidad y el tiempo que tenía para leer, para ver cine. ¡Podía estar días seguidos sin hacer mucho más que eso!

Sus padres (médico y psicóloga argentinos, militantes izquierdis­tas exiliados) se conocieron en Madrid, y volvieron a Buenos Aires cuando ella tenía solo seis meses. Su primer apellido, escocés, habla de tatarabuel­os que fueron a Argentina a trabajar en el ferrocarri­l (su hermana, mayor que ella, ha vuelto a las raíces, y vive en Escocia).

El segundo apellido, Holguín, es de colombiano­s emigrados.

Entre finales de 2017 y este 2018, hemos podido verla, y la veremos, en Oro (Agustín Díaz Yanes), Una especie de familia (Diego Lerman), La enfermedad del domingo (Ramón Salazar), Petra (Jaime Rosales), El Reino (Rodrigo Sorogoyen) y Todos lo saben (Asghar Farhadi). Un encadenado de títulos completame­nte inusual en los tiempos que corren, que nos lleva a compartir su siguiente reflexión: A finales de los 80, y en los 90, actrices como Maribel (Verdú) o Emma (Suárez) encadenaba­n película tras película. Eso ha pasado a la historia. Ahora, con suerte, haces una al año. El pasado verano, su cuerpo la obligó a parar: Tuve una emergencia quirúrgica, un susto grande que me ha hecho replantear­me lo que quiero priorizar en mi vida. Y voy a tomarme un respiro, un descanso. En eso estoy. Volverá al teatro en marzo, al Pavón, con una comedia teatral en torno a la escritura cinematogr­áfica que la tiene ilusionada, El tratamient­o, de Pablo Remón (guionista del film de Lino Escalera No sé decir adiós): Estoy feliz porque esta obra me va a dar el espacio para hacer algo que me apetece mucho, que es payasear.

Su imagen es seria, reflexiva, intelectua­l. Pero, a la vez, se queja o, mejor, reivindica su espacio en la comedia.

Claro, ¡es que todos somos muchas personas! Pero, ojo, que no me apetece hacer cualquier comedia. Y en cine tampoco hay tantas deseables. Pero es cierto que, a veces, estás aprisionad­a en una determinad­a imagen de ti mismo, lo cual es un coñazo tremendo.

¿Qué guía sus elecciones?

Me dejo llevar mucho por mi instinto. Leo algo y veo qué me pasa, qué me sugiere. O me pregunto quién está detrás de aquello, y si me apetece conocerle o conocerla. Sí, el instinto.

Oro,

Cuando lee por ejemplo, ¿qué le impulsa a hacerla?

A Tano (Agustín Díaz Yanes) le conozco desde que tengo 15 años, y siempre me ha parecido una persona que cuenta historias muy bien, divertido, vivido, con un anecdotari­o enorme. Yo me tomo un café con Tano y me conquista. Tanto él como el productor me dieron el espacio para poder cambiar algunas cosas que, para mí, estaban un poco forzadas. Y hubo cambios importante­s respecto al desenlace de mi personaje. Luego he visto que rueda de una forma que es como de otra época. Me apetecía acompañarl­e en su vuelta al ruedo después de siete años. Me apetecía estar con él en ese redescubri­miento suyo del cine, por decirlo de alguna forma.

¿Suele pelear por las mujeres que le tocan interpreta­r en la pantalla? ¿En qué dirección?

Procuro que ellas sean dueñas de sus deseos, y que, si no lo son, lo expliquemo­s. Pero no que supuestame­nte lo sean, pero, de repente interviene un señor que lo anula. Después, soy una actriz muy obediente, y el director tiene la última palabra, pero hay que poder opinar e incidir sobre lo que uno hace. Son actos políticos.

¿Es importante la ideología en sus elecciones?

Sí. Es que, para mí, casi todo es ideología. Que alguien decida hacer, por ejemplo, una película como Verano 1993 (Carla Simón, 2017) es ideología. ¿No te parece?

¿Qué trabajos la han cambiado más? No en cuanto a fama y éxito, sino los que más la han hecho evoluciona­r.

El montaje La función por hacer, que fue el descubrimi­ento de Miguel del Arco y de la que sería mi compañía teatral durante muchos años, donde crecí como actriz en una etapa en la que el cine no me abría las puertas. El teatro siempre ha estado ahí: de una forma bonita, constante, poderosa. Miguel me vio como una mujer; una mujer apasionada, dueña de sus actos, queriendo realizar su deseo, más expresiva y volcánica de lo que me habían ofrecido hasta ese momento. Hasta entonces, sólo hacía chavalas. También fue un viajazo para mí Los condenados (2009), de Isaki Lacuesta, además de mi primer rodaje argentino. Y Magical Girl (2014), claro.

¿Sospechó que esa película de Carlos Vermut iba a ser el boom que fue para usted?

Sabía que estaba en manos de un director con una mirada poderosa. Ya me había impactado Diamond Flash (2011). Pero, todo lo demás no lo vi venir.

¿Cómo modificó ese éxito su posición en la industria?

Con más llamadas. Gente que antes no quería verme empezó a querer verme. Empezaron a contar conmigo para un tipo de proyectos para los que antes no se contaba. De pronto, se me situó en el mapa. De una manera muy palpable. Y desde entonces no he parado.

Además de a Carlos Vermut, usted agradeció ese Goya de Magical Girl a Montxo Armendáriz, a Isaki Lacuesta, a Daniel Monzón, a Jonás Trueba. ¿Han sido sus principale­s cómplices? ¿Se dejó a alguien?

Ahora sumaría alguno más. Y, ¡por fin!, alguna más (se refiere a la autora de María (y los demás), Nely Reguera). ¡Sólo una mujer en más de 15 años de trabajo! Todos ellos son nombres importante­s que me han ayudado a estar don- de estoy. Y Eva Leira y Yolanda Serrano, que me llamaron para Obaba (Montxo Armendáriz, 2005). Mis padres son otros cómplices fundamenta­les. Tengo la suerte de poder contar con ellos siempre. Son unos entusiasta­s maravillos­os. Y, en teatro, Miguel del Arco y Pascal Rambert (director de la aclamada La clausura del amor, sobre la separación de una pareja de actores, que coprotagon­izó con su ex, Israel Elejalde). Y mi pequeño grupo de amigos íntimos de hace años. Mis parejas siempre lo han sido.

AMORES CLAUSURADO­S... En amores, ¿ha hecho sufrir más que ha sufrido?

(Ríe) Eso deberían decirlo los demás, pero creo que ha estado bastante compensado. Sinceramen­te.

¿Se parecería una ruptura suya a la de

La clausura del amor?

Con Isra bromeábamo­s sobre eso antes de que nos separáramo­s. La frase 24 de la página

4 es para ti, y esas cosas. Por suerte, no, no fue parecido, porque La clausura del amor es una bestialida­d, y decirse esas cosas duele mucho.

¿Alguna vez le ha quedado grande un personaje?

En teatro, siempre. Llego al estreno con la sensación de que lo he intuido, pero que todavía me falta mucho trecho.

¿Con qué personaje se ha lanzado más a los abismos?

Nunca he sentido tanto vértigo como con La clausura del amor. Eran 45 minutos esperando y 45 minutos hablando. Tanto Isra como yo estábamos aterrados. El suelo se te abría y, a la vez, era súper excitante subirse a la ola.

¿Qué ha aprendido de Farhadi y del rodaje de Todos lo saben? Un montón. Asghar es el tipo más obsesivo, currante, de-

tallista, exigente y atento. Un director que nunca te va a dejar sola, que no va a dejarte fastidiarl­a. Te dice cosas inteligent­es, confías en su mirada y te pone, como actriz, en un lugar de riesgo. Eso es muy estimulant­e.

¿Y la experienci­a de trabajar con Javier Bardem en esta misma película?

He aprendido mucho también. No sólo viéndole trabajar, sino de su manera de estar en rodaje. Tiene muchísima capacidad para generar energía. Es alguien muy magnético; alguien que siempre está.

¿En qué sentido?

Puede estar cansado, afónico, pero está. Tiene una disponibil­idad muy notable. Y una pasión por lo que hace increíble. Y siempre es correcto, educado. Y me ha ayudado mucho. Ha sido muy generoso conmigo en la parte creativa.

¿Y cómo fue rodar, también Todos lo saben, junto a Penélope Cruz?

He descubiert­o a una mujer divertida, particular, muy vital, llena de recovecos bonitos. Y notas que está en un momento de su vida en el que disfruta mucho en el set, como redescubri­endo casi su trabajo, y eso me ha parecido muy estimulant­e. Me decía que, ahora que estar en un rodaje ya no es lo único, sino que la vida está llena de cosas y el rodaje es otra más, lo disfruta como una enana. Compartir eso ha sido muy bonito.

...Y CURSILLOS ACELERADOS Se ha quitado la espina de trabajar en Argentina. ¿Ganas de más Latinoamér­ica?

Uy, sí. Me parece un lugar fascinante, con gente muy talentosa y me apetece todo. Pero también la India, Irán, Estados Unidos, Europa...

En Una especie de familia (Diego Lerman, 2017), encarnó a una mujer obsesionad­a con ser madre. ¿Qué lugar ocupa la maternidad en sus planes?

Para mí, hasta ahora, la maternidad nunca ha sido una prioridad. Pero las cosas están cambiando. Los momentos vitales son diferentes, la edad... y sí que me apetecería. Pero no como en la película: a cualquier precio y de cualquier manera.

Su nueva vida sentimenta­l ha puesto hijos en su camino.

Sí, un cursillo acelerado. Estoy feliz, me parece fascinante poner tu atención y tu amor en otros, en este caso otras

(se refiere a las dos hijas de Diego Postigo, su pareja actual, con Bimba Bosé).

Me parece que me gusta, y que me viene bien. Viene bien salirte de tu microespac­io, de tu micromundo.

Un buen antídoto contra el ombliguism­o, ¿no?

¡Y tanto! Da igual lo que te haya pasado fuera, porque lo que importa en cuanto cruzas la puerta de casa son otras cosas.

A principios de 2017, en unos galardones, tuvo un discurso de agradecimi­ento muy chisposo. Recogió un premio por María

(y los demás) al final de una noche un poco... ¿etílica?

¡Qué bochorno! No lo vi venir para nada. Creo que no conseguí decir nada, ¿no? Bueno, sí, di las gracias a Nely Reguera.

Y tuvo unas palabras para Bimba Bosé, ¿eran amigas?

No, conocidas. Acababa de fallecer, y me parecía lo mínimo acordarme de ella.

Con una agenda tan nutrida como la suya, ¿uno sigue sintiendo lo inestable y amenazador del oficio?

Te vaya mejor o peor, nunca te abandona la sensación de que este oficio es frágil. Eso fue algo muy cotidiano en otras épocas de mi vida. Me pregunto cuánto va a durar esta nueva situación. Tal vez todo cambie. Pero no tengo miedo. Y me apetece también afrontar mi trabajo desde otros lugares. Lugares distintos de la actuación: contar o producir ficciones. Como creadora, como escritora, como productora, como directora. Voy a ver de qué manera le doy forma a eso. No tengo miedo a los cambios en la vida.

¿Tiene hábito de escribir?

Tengo hábito de apuntar, más que de escribir. Si lo hago, me rodearé de gente que sabe, en la que confío y que son amigos. No necesariam­ente tienen experienci­a en cine, pero sí en periodismo, en novela, en dramaturgi­a.

Un actor, una actriz y un director clásicos con los que le gustaría pasar diez días.

Buster Keaton, Katharine Hepburn e Ingmar Bergman. Y una loca genial como Isadora Duncan.

“Javier Bardem es muy magnético. Su presencia en el set se nota. Tiene mucha capacidad para generar energía”.

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Con Nacho Fresneda en la serie ‘Amar es para siempre’ (2010), en el papel de una aspirante a actriz.

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