PEDRO MARI SÁNCHEZ
Pedro Mari Sánchez, que acaba de estrenar la serie de TVE ‘Fugitiva’, recuerda el inolvidable rodaje de ‘La Gran Familia’ (Fernando Palacios, 1962).
Aquel Críspulo de La Gran Familia recuerda, en ¡Qué película la de aquel rodaje!, su participación en el mítico film de Fernando Palacios.
Siempre que pienso o me pregutan por el encanto eterno de La Gran Familia (F. Palacios, 1962), recuerdo la frase de mi personaje, Críspulo, al descubrir, de repente, el mar en las secuencias que pasan en Tarragona: ¡Cuánta agua en la calle! Y es que el secreto de que sea un film que haya aguantado el paso del tiempo radica en que los espectadores de diferentes generaciones siguen siendo como Críspulo y se sorprenden con lo que les pasa a esta familia, a la que llegué gracias a Estrellita Castro, que me recomendó al productor de la película, Pedro Masó, después de oírme cantar. ¡Vamos a tirar petardos! Lo que es curioso es que mucha gente piense que yo, en esa época, era como mi papel.... ¡ni de lejos! En mi casa, no hacía estas trastadas. Era un niño travieso dentro de unos límites, aunque reconozco que, una vez sí fui más allá en mis pequeñas gamberradas. Los del departamento de producción me habían dado una provisión de petardos para usarlos más adelante en la historia, pero yo decidí comenzar a explotarlos antes de tiempo, y asusté a más de uno. Por ejemplo, al director de fotografía, Juan Mariné, que, pobre, recibió uno de mis petardos. No se enfadó conmigo, todo lo contrario, sino que fue una de las personas del equipo que empezó a explicarme cosas de tipo técnico del cine. De toda la vida, no sólo he tenido mucha curiosidad: además, me he relacionado de una manera muy natural, muy cercana con los actores y las personas que me acababan de presentar. Me ocurrió con los maravillosos Alberto Closas, Amparo Soler Leal, Pepe Isbert o José Luis López Vázquez de La Gran Familia, y también, años después en Cabriola (1965), que filmé con Marisol. Un día se presentó en el set la mujer de Mel Ferrer, el director... ¡nada más y nada menos que Audrey Hepburn! Una mujer guapísima, elegante y cariñosísima, de una delicadeza extraordinaria, a la que, durante los días que estuvo entre nosotros, la traté como si la conociera de toda la vida. Definitivamente, yo no era Críspulo, pero en una cosa sí coincidí con él: tampoco me cortaba ante los desconocidos. Hasta hoy.