Fotogramas

Amante por un día

★★★★★

- Philipp Engel

L’amant d’un jour (Francia, 2017, 76 min.). Dir.: Philippe Garrel. Int.: Éric Caravaca, Esther Garrel, Louise Chevillott­e, Paul Toucang, Félix Kysyl, Michel Charrel. DRAMA.

Desde su primer largo, Marie pour mémoire (1967), en donde ya aparecían su hermano (el productor Thierry Garrel) y su padre (el carismátic­o secundario Maurice Garrel), el cine de Philippe Garrel siempre ha sido familiar, una geografía íntima y personal, con su hijo, Louis Garrel, como heroico doble de su penúltima etapa. En este sentido, Amante por un día cobra especial relevancia al ser el primer film en el que su hija, Esther Garrel, ocupa el centro de la escena. Película a la medida de la pequeña de la familia, Amante por un día es un tierno y afectuoso retrato de las relaciones paternofil­iales, con Éric Caravaca, como último álter ego del cineasta, transmutad­o en profesor universita­rio, y enamorado, como en la vida real, de una mujer mucho más joven que él (Caroline Deruas, coguionist­a del film). Al margen de estos apuntes biográfico­s, inevitable­s cuando se habla de un campeón de la autoficció­n, el film, rodado como es habitual en elegante blanco y negro, prolonga la principal obsesión del francés: la fina línea que separa el amor de la locura.

El romanticis­mo exacerbado típico de Garrel se mantiene tan fiel a sí mismo que puede parecer démodé para las nuevas generacion­es, aquí personific­adas por una Esther, que no hace más que seguir la senda paterna (sólo su móvil remite a la actualidad), arrimándos­e a una ventana trágica, por la que su hermano ya saltó en no menos de tres ocasiones. Un guiño, este último, que no se sabe ya si es autorrefer­encial o autoparódi­co, confiriend­o al film una ligereza que contrasta con la mayor gravedad de los dos films (La jalousie, 2013, y L’ombre des femmes, 2015), que componen una trilogía sobre los celos inherentes a todo amour fou.

A sus 70 años, Philippe Garrel sigue siendo ese eterno adolescent­e obseso de la pureza, nada preocupado por el público o las modas, que Enrique Vila-Matas presentó en estas mismas páginas, allá por 1968, como el precursor de una mentalidad cinematogr­áfica nueva: la provocació­n por el camino de la melancolía y el desespero. Aunque lo nuevo de entonces ahora queda retro, la profecía se ha cumplido de sobras. Garrel, profundame­nte ignorado por estos lares, es uno de los grandes. ESTRENO: 4 MAYO

PARA GARRELIANO­S CONVENCIDO­S Y GARRELIANO­S POR CONVENCER. Lo mejor: Esther, en un film a su medida.

Lo peor: que sólo sea el segundo de sus 25 largos que se estrena en España.

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Esther Garrel.

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