Ready Player One
★★★★★
Ready Player One (USA, 2018, 140 min.). Dir.: Steven Spielberg. Int.: Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Mark Rylance. CIENCIA-FICCIÓN.
Quiero pensar que, más que por el homenaje nostálgico que la novela de Ernest Cline le rinde, de manera reverencial, a su persona y a lo que ha supuesto para la cultura popular, Steven Spielberg se ha sentido interesado por Ready Player One como una manera de poder expiar cierta mala conciencia. En los años 80, esa década que en la película que nos ocupa supone el hardware espiritual de un software mucho más atemporal, Spielberg se dejaba un pastón en una subasta adquiriendo el trineo de Ciudadano Kane (1941), mientras daba largas a su director, Orson Welles, quien mendigaba a su puerta (y a la de George Lucas) en busca de mecenas. Lógico es que ahora se identifique con el genio (muerto) desterrado en un universo de nostalgia (el personaje de Mark Rylance) y con la búsqueda artúrica y teológica de un Rosebud que se revelará el factor humano de un mundo refugiado en lo virtual.
Una caza del tesoro deslumbrante, sublimación y demostración del alma lúdica del autor de En busca del Arca perdida (1981), pero también de la del que se deja tentar por el lado desencantado y amargo (A. I. Inteligencia Artificial, Minority Report), impregnado de una hermosa, aunque dura, tristeza. Como la de ese amor perdido, una de las claves del relato, hallado en un lugar espectral y cinéfilo como es El resplandor (1980), de Stanley Kubrick, lo que da pie para que se defienda una obra a contracorriente y todavía hoy incomprendida.
En ese maremágnum de arrolladoras, gozosas, referencias Amblin y pop, de una aventura que se diría la multiplicada y avatar infancia Enid Blyton de Snake Plissken, el antihéroe creado por John Carpenter (a quien saluda aunque la acción no suceda en Nueva York o Los Ángeles, pero sí en los suburbios de Están vivos), Ready Player One se convierte en una reflexión sobre el sentido mismo del cine fantástico, del cine. Las luces y sombras, el santo grial oculto de la carrera de Steven Spielberg tal como la habrían decodificado los alienígenas de Exploradores (Joe Dante, 1985).
PARA PSICOANALISTAS DE STEVEN SPIELBERG Y DEL LEGADO DE LA PRODUCTORA AMBLIN. Lo mejor: el alucinante y magistral fragmento en El resplandor.
Lo peor: que los avatares del juego sean tan feos.