Josh Brolin, por Vengadores: Infinity War y Deadpool 2.
Mientras trata de destruir el universo entero en ‘Avengers: Infinity War’, Josh Brolin repite como personaje Marvel en ‘Deadpool 2’. Dos duros antihéroes que harán más popular a este cowboy solitario que pasó de goonie a venerado actor de carácter.
Me siento identificado con aquellos balas perdidas del viejo Oeste, con los forajidos y los vaqueros que no tenían un rumbo fijo, cuyas vidas eran cabalgar por desiertos, pelearse en un salón, frecuentar prostíbulos y, finalmente, morir en un duelo. Josh Brolin nació lejos (en Santa Monica, California, en 1968) de ese far west del que habla como si hubiera vivido en él. Un territorio salvaje que ha frecuentado en la ficción: en la televisión (la serie Jóvenes jinetes, 1989-1992) y en el cine, en Valor de ley, de los hermanos Coen, y la fantastique y fracasada Jonah Hex, de Jimmy Hayward, ambas rodadas en el 2010. Incluso lo hizo en esa reformulación, también a las órdenes de los Coen, que es No es país para viejos (2007). Ese trabajo, esa película, fue mi resurrección como actor en toda regla, declararía sobre ella. Una más reciente incursión en el Oeste: la fronteriza Sicario (Denis Villeneuve, 2015) y su secuela, dirigida por el italiano Stefano Sollima, que veremos a finales de junio.
MIRANDO HACIA ATRÁS CON (SANA) IRA
Vendí mi rancho hace tiempo, cuando todo me iba mal en el cine, y me hice corredor de bolsa, confesaba Brolin antes de, años más tarde, recuperar ese mismo rancho cuando las cosas le fueron bien: Siempre he vivido entre ríos, entre fronteras; seguramente he vivido entre querer ser actor, pensar que lo era y finalmente conseguirlo. Rodando Sicario: El Día del Soldado en Nuevo México, Josh Brolin y Benicio Del Toro bromeaban sobre sus conexiones en el universo Marvel. En Vengadores: Infinity War, el puertorriqueño es El Coleccionista, y Brolin es el temible devastador galáctico Thanos. Pero este último es también Cable, el mutante hijo de Scott Cíclope Summers y el más divertido compañero de batallitas de Deadpool en Deadpool 2 (David Leitch, 2018). Thanos es un sociópata divertido, definía Brolin al titán rosa que acaba de comenzar las Guerras del Infinito en el cinemático universo marvelita: Su ambición es directa e inocentemente suicida, y es acabar con todo. Me he sentido a veces muy próximo a esos sentimientos, y tal vez por ello me hayan tocado personajes en el lado oscuro. Nathan Summers, o sea, Cable, está en el bando de los buenos, pero no deja de ser un matón con problemas de autoestima al que le persigue la sombra mutante de su progenitor, el que fuera el líder de la Patrulla X.
No ha reprochado nunca nada a su padre, el actor James Brolin, pero sí que ha dejado caer esa cortante ironía de la que hace gala. Promocionando Men in Black 3 (Barry Sonnenfeld, 2012), explicaba que jamás le he pedido consejo sobre ser actor a mi padre, ni he tomado su modelo, que, por cierto, es muy peligroso: repasa los guiones mientras conduce su ranchera por el campo. Ha tenido algunos accidentes, pero no escarmienta. Creo que he heredado de él su facilidad para expresarlo todo sin necesidad de diálogos. Ambos ponemos esa cara made in Brolin de estar enfadados con el mundo, o, directamente, en otro lugar. Sin embargo, esa imagen de macarra, de tipo duro, cuando no directamente peligroso de Josh Brolin no estaba en sus inicios en la profesión. El Brand de Los Goonies (Richard Donner, 1985), su debut, era el hermano mayor, y, como tal, era un poco pegón y chulito, pero buen chaval. Sigo vinculado a ese culto que continúa teniendo la película. Puedo entenderlo, aunque veo a ese niñato que se cree un hombre y me resulta algo odioso. Pero fue el comienzo, y de ahí entré… en una travesía por el desierto de pésimas elecciones, fracasos y alguna que otra pelea por querer demostrarme que de verdad yo valía para esto.
FLIRTEANDO CON EL DESASTRE...
En 1996, fue uno de los protagonistas de Flirteando con el desastre. Parafraseando el título de ese film dirigido por un bisoño David O. Russell, que puso a prueba la paciencia de su reparto (Josh Brolin, el primero), esos años de bandazos profesionales del actor fueron un encadenado de roles secundarios y oportunidades perdidas que forjaron más su carácter de tipo malencarado y escéptico. Tras Los Goonies, fue la estrella de una cinta de serie Z sobre skaters (Thrashin’, David Winters, 1986), una película que ni siquiera fueron a ver los skaters yonquis de California. Opositó al rol que se llevaría Johnny Depp en la serie Nuevos policías (1987-91), pero tuvo que conformarse en aparecer en un mísero episodio donde Johnny Depp me pateaba el culo. Y volvió a tropezar en la vintage, policíaca y de culto Detective privado (1987-88), que pasó sin pena ni gloria. Mejor funcionaría la ya citada Jóvenes jinetes, pa-
saporte para la pantalla grande, aunque con papeles que no le permitieron destacar: Mimic (Guillermo del Toro, 1997) o El hombre sin sombra (Paul Verhoeven, 2000), por citar dos títulos dentro del género fantástico. Eran años en los que, a la mínima ocasión, volvía a mi rancho, a ser ese huraño cowboy que se cruzaba con su padre, al que tenía y tengo por vecino, y nos saludábamos sin decir una palabra. Y en los que tuve a mis hijos, dice de Trevor (1988) y Eden (1994), fruto de su matrimonio con Alice Adair (1985-1998). Después se casaría con Diane Lane (20042013) y, desde 2013, lo está con Kathryn Boyd.
ENCONTRANDO MI CAMINO
Siempre hay una canción country que explique cómo te sientes y que te ayude, aunque sea a pegarte un tiro. Esta es una máxima de un buen amigo de mi padre y mío: Tommy Lee Jones. Y tiene razón. Josh Brolin, que produce en estos momentos el biopic de Tammy Wynette que dirige Taylor Hackford (George and Tammy, con Jessica Chastain como la cantante, y él como George Jones, también estrella del country y su marido), pone banda sonora de western al punto de inflexión de su carrera: conocer a los Coen y cruzarse con su gran amigo Javier Bardem en No es país para viejos. Con los Coen ha repetido en Valor de ley (2010) y en ¡Ave, César! (2016), pero también lo ha hecho con Woody Allen. Asegura que Melinda y Melinda (2004), pero, sobre todo, Conocerás al hombre de tus sueños (2010) son momentos especiales en mi reencuentro con ser actor. Otra figura destacada en su carrera: Oliver Stone, que, en 2010, contó con él para la mustia secuela de Wall Street, pero, antes, le había dado la oportunidad de adentrarme en los más oscuro del ser humano interpretando a George W. Bush en W. (2008). Fue una época en la que recibió su primera y última, hasta la fecha, nominación a los Oscar, por su rol secundario en Mi nombre es Harvey Milk (Gus van Sant, 2008). Me costó mis años, pero hallé la senda correcta, reflexiona. Ahora se luce con Paul T. Anderson (Puro vicio, 2014), consigue ser un ídolo del cine de superhéroes y coquetea con escribir un largo (es autor de un cortometraje, X, del 2008, protagonizado por su hija Eden y su hijastra Eleanor, fruto del enlace de su segunda cónyuge, Diane Lane, y Christopher Lambert). Y si no es la senda correcta, al menos es una en la que hoy cabalgo sin torturarme. Y le imaginamos decir esto como un cowboy, adentrándose con su caballo en el crepúsculo.