Agnès Varda, por Caras y lugares.
‘Caras y lugares’. Lleva más de 60 años dando guerra con su cine y con sus ideas. Siempre moderna, siempre luchadora, enérgica y divertida, Agnès Varda habló con FOTOGRAMAS de su último documental, de su legado, de Godard, de feminismo y de reconocimiento
Agnès Varda y el artista JR recorren la Francia rural, charlan con gente común, les hacen fotos a gran escala y las cuelgan en las fachadas, en un viaje que es un vitalista recorrido humano.
Viejuventud a prueba de bombas. Agnès Varda (Bruselas, 1928) se acerca a los 90 años, aunque su energía y vitalidad están más cercanas a las del artista gráfico JR, su compañero en esta aventura titulada Caras y lugares, que ha llevado a ambos a recorrer kilómetros y más kilómetros de la Francia rural. Yo soy vieja y él es joven, pero, en la película, disfrutamos y nos divertimos juntos. Y el espectador no sufre por esa diferencia de edad, nos decía, en una delicioso encuentro que mantuvimos con ella en el pasado Festival de San Sebastián.
Historia viva del cine europeo y de la Nouvelle Vague, y pionera de la lucha feminista, la Varda, es, en las distancias cortas, una mujer fascinante y divertidísima, y una conversadora entusiasta, algo que su último film pone de manifiesto: La idea era charlar con todas esas personas con las que nos cruzamos. Gente hermosa a la que nos abríamos, de la misma forma que ellos lo hacían con nosotros. No se trataba de entrevistarles de forma periodística, sino de intercambiar experiencias. Yo les hablaba de mi vida, de mis hijos, de mis recuerdos, y se creaba un clima de confianza y de cariño que les permitía expresarse. Y, además, dábamos voz a gente que habitualmente no la tiene. Personas humildes, sin poder, a los que la película pone un foco de luz, y revaloriza a través de la palabra, de la suya propia, y de esas fotografías gigantes de JR que colgábamos en las fachadas.
La música del azar. Maestra del cine documental (que ella califica como una necesidad para mí, por mucho que haya disfrutado haciendo ficción), con títulos en su haber como Mur murs (1981) o Los espigadores y la espigadora (2000), Agnès Varda insiste que su proyecto les obligó a estar a la escucha, con las orejas y los ojos bien abiertos, atentos a todos los rincones, para no perdernos nada que el azar nos propusiera. Y con una enorme empatía natural hacia la gente, que se transmite al
espectador. Así que creo que la película respira ese buen humor por todo lo que nos fue sucediendo durante el rodaje.
Caras y lugares ha sido un proyecto complejo, financiado con crowdfunding. No se hubiera podido hacer de forma convencional, afirma: Rodábamos una semana al mes, sin prisa para mantener esa idea del paseo, del descubrimiento marcado por el azar. Y porque hay que estar muchas horas de pie, de aquí para allá, y, después de una semana, acabo agotada.
Futuro y puertas cerradas. El discurso vitalista de la Varda sólo se rompe, y a medias, cuando le preguntamos qué relación tiene con su legado (a propósito de otro encuentro, con Carlos Saura, que afirmaba no ver sus películas y pensar sólo en el mañana). No pienso en el futuro, porque mi futuro es la muerte. Aunque no tengo prisa por llegar ahí. Quizás me dé tiempo a rodar otra película, a montar alguna exposición de mis collages. Voy haciendo, pero no tengo un plan quinquenal, soy vieja, 89 años. Estoy contenta de haber acumulado películas, amores, hijos y nietos, encuentros y amistades, experiencias...
Entre tanta satisfacción, y volviendo a la proporcionada por Caras y lugares, la directora no esconde un punto negro: Todo el mundo fue muy amable excepto Jean-Luc Godard (vean el film, con homenaje incluido a Banda aparte, y lo entenderán), apunta sobre su viejo compañero de fatigas en los tiempos de la
“No pienso en el futuro, porque mi futuro es la muerte. Pero no tengo prisa por llegar ahí. Quizás pueda rodar otra película, pero no tengo un plan quinquenal”.
Nouvelle Vague. Fuimos muy amigos: Jacques (Demy, del que enviudó en 1990), Jean-Luc y Anna (Karina, pareja de Godard en la época), éramos íntimos, pero ha pasado mucho tiempo. De todos modos, hay cosas que no se pueden borrar, como el cariño, la ternura, la amistad. Y me quedo con eso, afirma. No surrender. Eterna luchadora por la causa feminista, mantiene que si comparamos la situación de la mujer con la de principios del siglo XX, ha habido un gran progreso, aunque se puede discutir mucho al respecto. Y hay 50 veces más directoras que cuando empecé. ¡Pero no hay que parar!, exclama.
En activo desde 1955, cuando debutó con La Pointe Courte, se ha visto galardonada, en poco tiempo, con un Oscar Honorífico y un Premio Donostia: He recibido muchos honores, y los agradezco, pero no es el objetivo de mi trabajo. Sí lo es el encuentro con los espectadores, hablar con ellos, que, a veces, te da una gran felicidad. La misma felicidad que, y perdonen el apunte personal, regaló Varda a quienes charlamos con ella. ESTRENO: 25 MAYO Visages villages (Fra., 2017, 89 min.). DOCUMENTAL.