Documental.
★★★★★
Visages villages (Francia, 2017, 89 min.). Dir.: Agnès Varda y JR. DOCUMENTAL.
Desde su planteamiento inicial, este documental con forma de road movie rural exhibe su excentricidad con una jovialidad festiva: ¿qué hacen juntos una cineasta de 89 años (la majestuosa Agnès Varda) y un fotógrafo y muralista de 35 (el reputado JR)? ¿Qué les lleva a viajar por una poco insigne colección de parajes de la campiña francesa? Sería tentador afirmar que simplemente quieren estar juntos y celebrar su amistad, demostrando, de paso, que la juventud es una cuestión de espíritu mucho más que de primaveras cumplidas. Sin embargo, Caras y lugares es mucho más que eso, como demuestran, por ejemplo, las derivas impredecibles de esta película feliz, pero también melancólica. Ahí está el momento en que la memoria personal y la histórica confluyen en una imagen del fotógrafo Guy Bourdin (tomada por Varda en 1960), que JR fija sobre las ruinas de un búnker nazi varado en una playa de Normandía. O la impagable visita del dúo protagonista a Rolle, Suiza, en busca del esquivo Jean-Luc Godard, genio y figura.
En Caras y lugares, el azar deviene la fuerza motora de una obra que es, a la vez, un testimonio vivencial, un ejercicio ensayístico y un escenario para el encuentro entre iguales. De hecho, Varda lleva años (desde Los espigadores y la espigadora, en 2000) intentando demostrar que el diálogo franco con los otros es el mejor método para entenderse a uno mismo y, en su caso, también al arte cinematográfico. En su nuevo film, Varda se sitúa siempre a la altura de sus interlocutores, a los que interpela con curiosidad y
PARA ESPECTADORES QUE CREAN EN UN TIPO DE CINE HUMANISTA. Lo mejor: la mezcla de ligereza lúdica y profundidad filosófica. Lo peor: su condición de oasis en un desierto de misantropía.
termina homenajeando al empapelar las fachadas de sus casas o lugares de trabajo con retratos gigantes de ellos mismos. Efímeros ejercicios de arte plástico que adquieren una dimensión profunda al elevarse como ofrendas al tesón, la nobleza y el espíritu colectivo de estos hombres y mujeres comunes. El film de Varda y JR contiene un gesto humanista de primer orden, una dulzura que nos anima a conservar la fe en el cine como guía luminosa en tiempos de oscuridad.