DOMINIC WEST

El británico es Willy, el marido de Colette y, como no podía ser de otra forma, el villano (y van ya unos cuantos) de la función.

Estoy en mi fase francesa, dice Dominic West (Sheffield, Inglaterra, 1969). He sido Jean Valjean en una miniserie sobre Los miserables, fui Valmont en un montaje teatral de

Las amistades peligrosas, y ahora, Willy, un hombre al que hoy, ironías de la vida, solo se le recuerda por su esposa Colette. West, que espera con curiosidad cómo se recibirá el film en Francia –una vez quise producir una película ambientada en la Revolución Francesa y uno de los productores, francés, me dijo que me olvidara de la idea: No nos gusta que los ingleses metáis las manos en nuestra historia–, cuenta que tomó como referencia a Orson Welles y Antonio Salieri. Está claro que no tiene el talento de Welles, pero sí su voraz apetito por la vida, por la comida, el dinero, el sexo. Más adelante, cuando las cosas le van mal y se ve eclipsado por la que cree su propia creación, me fijé en Salieri; una estrella famosa por hacer algo que no se le daba bien.

Si algo se le da bien a West es encarnar a personajes complejos, oscuros, villanos con un toque distinto. Y así es también Willy, aunque con este rol West puede mostrar su potencial cómico. ¿Por qué no me ofrecen más comedias? ¡Esa es la pregunta del millón! Siempre me quieren para interpretar a mala gente, capullos que van a lo suyo. Supongo que cuando se busca a un actor para un personaje así, mi nombre es el primero en salir.

Es un cabrón, ¿qué tal Dominic West?, ríe. Roles como el James McNulty de The Wire o Noah Solloway de The Affair, dos series de un actor que, confiesa, no soporto rodar TV, porque no hay conclusión como en el teatro o el cine. Además, los rodajes son un aburrimiento. Sé que gracias a las series estoy donde estoy, pero así me siento. Intenté dejar The Wire un millón de veces y resulta que es lo mejor que he hecho en mi vida. Todo lo bueno que me ha pasado ha sido a pesar de mí mismo.