El árbol de la sangre. Todo queda en familia.
Julio Medem retoma su cine más personal con ‘El árbol de la sangre’, la historia cruzada de cuatro familias cuyos miembros están marcados por una culpa que resume el cainismo hispánico.
Julio Medem ha cumplido con El árbol de la sangre un viejo deseo, dedicarle una película a su madre, Margarita Lafont Mendizabal. Es una gran mujer, a la que quiero y admiro profundamente y esta es la mejor historia que podía brindarle porque habla del parentesco y de la familia. Está contada, además, desde un caserío y a ella, que es vasco-francesa, le debo mi parte vasca. La cinta narra en dos tiempos, el actual y el pasado, a lo largo de un cuarto de siglo, las vidas de cuatro familias muy dispares, procedentes de Barcelona, Madrid, Sevilla y el País Vasco, que es- tán vinculadas entre sí. Esta es una trama que surgió de mi inconsciente, como es habitual en mí. Me imaginé una campa, con vacas que bajan corriendo del norte y toros que suben, frente a ellas, también a la carrera, del sur. Un relato que tiene que ver con el cainismo y con las dos Españas.
MEDEM EN ESTADO PURO
La cinta marca el retorno del cineasta donostiarra a su cine más personal, el de Vacas, Tierra, La ardilla roja, Lucía y el sexo o Los amantes del Círculo Polar, con ese estilo poético con tintes simbólicos y surrealistas tan suyo. Es cierto que mis dos últimas películas no son las que habría querido realizar, sino las que pude rodar; pero cuando me metí a fondo en ellas disfruté mucho haciéndolas. Al no salirme Aspasia, cuyo guión transformé luego en mi primera novela, el productor Álvaro Longoria me ofreció
hacer un remake de En la cama (Matías Bize, 2005), que fue Habitación en Roma. Luego me decidí por Ma ma, porque a Penélope Cruz le encantó su guión, que yo había escrito hacía tiempo. Fue justo cuando acabó de montar este último título cuando retomó el guión de El árbol de la sangre, uno de los tantos que tiene pendientes de llevar a la pantalla. Yo no paro de escribir, no paro, explica.
EL PESO DE LA CULPA
La película comienza como una historia de amor. Rebeca y Marc, o sea, Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes, se reúnen en el caserío de los padres de él para escribir la historia de sus familias. Según avanzan en la narración, con saltos al pasado, irán surgiendo secretos a cual más desconcertante y terrible, entrando en el terreno del thriller. Esta es una película sobre la conciencia. Casi todos los personajes han cometido en el pasado algún acto que les provoca sentimiento de culpa, lo que les mueve a redimirse. Unos lo hacen en vida y otros, con un sacrificio al amor. Y lo dejo ahí.
UN REPARTO DE LUJO
Medem, con 60 años cumplidos el 21 de octubre, que no revelan su entusiasmo y presencia juveniles, no oculta su ilusión por haber trabajado con Ángela Molina, Emilio Gutiérrez Caba o José María Pou. Hay que elegir a los actores que mejor les vayan a los personajes. El de la Maca lo escribí para Najwa Nimri, que ha hecho un trabajo que es una barbaridad. Daniel Grao me gustó mucho en Julieta, de Almodóvar, e hizo una prueba fantástica. Joaquín Furriel, sin acento argentino, es el gran macho cargado de testosterona, el toro, víctima de su ímpetu viril. Úrsula Corberó llamó mi atención en Cómo sobrevivir a una despedida. Con ella me ha pasado como con Paz Vega en su día, ha sido pura intuición. Tiene mucho talento, es muy rápida, lo pilla todo enseguida, le vas marcando, lo fija y luego te da más. Una barbaridad. De lo mejor que he visto en mi vida como director. Feliz con su película, Medem confía en que gustará al público y en que esta podría ser su cinta más comercial. ESTRENO: 31 OCTUBRE El árbol de la sangre (España, Francia, 2018, 134 min.). Dir.: Julio Medem. DRAMA.
“LA PELÍCULA TRATA SOBRE LA CONCIENCIA Y LA NECESIDAD DE LOS PERSONAJES DE REDIMIRSE ANTE EL COMPLEJO DE CULPA POR HECHOS TERRIBLES COMETIDOS EN EL PASADO”