Fotogramas

Claire Foy, por Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte.

- Por Roger Salvans (Berlín y Barcelona).

La carrera de la actriz británica de moda ha despegado. Después de coronarse en la TV con la serie ‘The Crown’ y apuntar a la Luna junto a Ryan Gosling en ‘First Man: El primer hombre’, cambia de registro y se transforma en Lisbeth Salander en ‘MILLENNIUM: Lo que no te mata te hace más fuerte’.

Podría haber sonado en Venecia, donde un par de semanas antes inauguró la 75.ª Mostra junto a Ryan Gosling y Damien Chazelle con First Man: El primer hombre. O en Toronto, adonde voló para dar más lustre a un festival que, reciclando tópicos, se ha convertido en la nueva antesala de los Oscar. O incluso en San Sebastián, ciudad que visitaría por primera vez pocos días después de nuestra charla. Pero no, Claire Foy (Stockport, Inglaterra, 1984) responde la llamada de FOTOGRAMAS, un viernes por la tarde de mediados de septiembre desde Londres, en una breve parada en su constante periplo transoceán­ico que, en solo unas horas, la llevará de nuevo al otro lado del charco para recoger, en Los Ángeles, el Emmy a Mejor Actriz Dramática por la segunda temporada de la serie The Crown. La verdad es que mi agenda hasta poco antes de Navidad está algo llena, nos cuenta mientras nos atiende a bordo de un taxi ocupada con las mil cosas que tengo que hacer cuando estoy, aunque sea solo por unas horas, en casa. Estas últimas semanas parece que no puedo estar más de dos días en un mismo lugar. Pero lo llevo bien. Más me vale, porque no queda otra, ríe. Tengo que tener los pies en el suelo porque soy madre de una niña pequeña. Pero estar pendiente de ella y cuidarla evita que pierda la cabeza.

LO QUE NO TE SORPRENDE, NO VALE LA PENA

En los dos últimos años, la vida de Foy ha cambiado de arriba abajo. Y muestra de ello es el film que motiva esta charla: Millennium: Lo que no te mata te hace más fuerte, reset para la gran pantalla de la saga literaria creada por Stieg Larsson a partir de una entrega, la cuarta, escrita por David Lagercrant­z en la que Foy asume un rol para el que sonaron desde Rooney Mara, protagonis­ta de la primera versión estadounid­ense de la madre de todos los noirs nórdicos, a Alicia Vikander o Scarlett Johansson. Pero la que se llevó el papel fue Claire Foy, que pasa así de ser la reina de Inglaterra a la reina de los hackers, Lisbeth Salander, la chica del dragón tatuado. Al principio pensé que qué falta hacía rodar una nueva versión y quién estaría tan loco como para encargarse de ello. Tanto las novelas como las películas suecas, la de David Fincher, o los personajes y cómo interpreta­ron a Lisbeth Noomi Rapace y Rooney Mara son geniales. Además, ¡Noomi y Rooney! para empezar tienen unos nombres mucho más alucinante­s que el mío y son unas actrices extraordin­arias. Entonces, lees el guión, conoces a Fede (Álvarez, el director del film) y su equipo y lo entiendes: sí, vale la pena. No tienes otra opción que lanzarte de cabeza, aunque parezca que no encaje para nada con lo que has hecho antes o lo que se espera de ti. Cuando me preguntan ¿Por qué quieres hacer esto? sé que voy por buen camino. Además, soy una actriz inglesa. Nos pasamos la vida actuando en shakespear­es, reinterpre­tar un personaje no es un problema: es un honor.

LA PRINCESA DEL PUEBLO

La carrera de Foy puede parecer vertiginos­a (en 2011 debutaba en el cine, junto a Nicolas Cage, en En tiempo de brujas), pero nada comparado con la rapidez de sus respuestas. Habla a una velocidad supersónic­a y, en la vida real, su inglés no tiene el típico giro posh de las clases altas británicas o el que usa en The Crown. De hecho, Foy es una de las pocas actrices y actores del panorama british actual de clase media. Hija de un comercial de Rank Xerox y una trabajador­a de una compañía farmacéuti­ca que se divorciaro­n cuando ella tenía ocho años, es la pequeña de tres hermanos y no pasó nunca por escuelas privadas, sino que se graduó en la Oxford School of Drama. Una vocación, la actuación, que abrazó después de aparcar su sueño de ser bailarina por una artritis y de recuperars­e, cuando tenía 17 años, de un tumor en un ojo. La fuerza de voluntad para superar estos obstáculos quizás sea lo que ven en ella cuando le ofrecen estos papeles de mujeres tenaces, sufridas y que, a su manera, van siempre hacia delante. Quizás. Pero, en cualquier caso, me encanta que me vean así y ojalá me sigan ofreciendo papeles tan estimulant­es. Hasta hace unos años pensaba que tenía que aceptar todo lo que me ofrecían porque si no se olvidarían de mí… Pero una vez solucionad­o lo material, la idea es ir a por lo que de verdad te apasiona. Hacer lo mismo una y otra vez puede ser muy aburrido. Tener miedo en esta profesión es esencial, sentir que te lanzas al vacío. Creo que, si un día llego a sentirme tranquila del todo, relajada y sin nervios en un set o sobre un escenario, sería como si

“ME SIENTO AFORTUNADA DE HABER PODIDO VIVIR UNA VIDA NORMAL ANTES DE ‘THE CROWN’. LA FAMA PUEDE SER APABULLANT­E”

lo que hago estuviera falto de vida. Los mejores trabajos son siempre los más difíciles. ¿Qué es una vida sin riesgo? En ese sentido quizás sea un pelín ‘masoca’. Pasarlo mal en un rodaje está bien… ¡Bueno, siempre que sea por esto! Pasarlo mal porque hay gritos, malos modos o acoso, eso sí es un problema, puntualiza.

GRITOS Y CHILLIDOS

Foy parece haber llegado a su destino y, después de bajar del coche, escuchamos los gritos y chillidos de, no puede ser de otra manera, miles y miles de niños jugando. ¡No son miles! Lo que pasa es que hacen mucho ruido, nos corrige y ríe cuando le apuntamos que este bullicio es un buen entrenamie­nto para las alfombras rojas y las ceremonias de premios que, presumible­mente, llenarán su agenda estos próximos meses. Es divertido porque yo sigo haciendo lo mismo de siempre, desde que empecé como actriz cuando tenía 23 años. La única manera de tomarse todo esto de los premios es pensando que es un orgullo representa­r tu trabajo. A nadie le amarga un dulce. Que la gente en general y tus compañeros de profesión en particular aprecien lo que haces es maravillos­o. Una manera de enfrentars­e a este oficio en el que, sin duda, tiene que ver el hecho de haber llegado a la fama pasados los 30 años y con más de una década de pequeños papeles y grandes trabajos a la espalda, le sugerimos. Totalmente. La verdad es que me siento muy afortunada de haber podido vivir una vida normal durante un tiempo antes de The Crown. La fama puede ser algo apabullant­e. Es importante ser consciente de que no es lo más importante del mundo.

MIRANDO ADELANTE CON IRA

Lo cierto es que Isabel II, Janet Armstrong y Lisbeth Salander tienen algo que las une, dice Foy poco antes de despedirse retomando una de las preguntas que le hemos hecho al principio de nuestra charla. Se rebelan contra unas circunstan­cias determinad­as, ya sea por su educación, su origen o su familia, y encuentran la manera de ser ellas mismas. Las tres viven en un mundo en el que no pueden decir lo que piensan o no saben cómo decir lo que piensan… Pero las tres encierran en su interior un universo de emociones. Vaya, que parece que he desarrolla­do la costumbre de interpreta­r a mujeres ligerament­e enfadadas, ríe. Pues no va a quedar otra que asumir un nuevo reto para romper esta racha, ¿qué tal una comedia antes de volver a encarnar a Lisbeth en una nueva entrega? Bueno, a ver cómo funciona esta película, aunque está claro que esa es la idea. Y lo de la comedia… Me encantaría. ¿Sabes por qué? Porque no se me da bien. Ya he hecho alguna en el pasado y lo pasé mal. Es tan difícil hacer comedia. Tendría que ser en teatro, con público que se ría cuando toque. En un set de rodaje nadie ríe… y no hay nada más triste que soltar un chiste y que la única respuesta sea un silencio atronador.

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Claire Foy no quiere papeles fáciles: “¿Qué es una vida sin riesgos?”.

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