Fotogramas

Úrsula Corberó, por El árbol de sangre.

UNA DULCE TENTACIÓN

- Por Juan Pando. Fotos: Rafa Gallar. Realizació­n: Bárbara Garralda.

Con una sonrisa que cautiva y madera de estrella, Úrsula Corberó da un giro a su carrera en ‘El árbol de la sangre’, la película de Julio Medem con la que afianza su talla como actriz. Su excelente racha profesiona­l coincide con su plena felicidad sentimenta­l fuera de la pantalla.

Me levanto un lunes y veo que tengo una llamada perdida y un mensaje de WhatsApp de un número que no conozco: Hola, Úrsula, soy Julio Medem, ¿cuándo crees que podríamos hablar? Mi reacción fue de incredulid­ad. Esas cosas solo pasaban en los años 90, con Almodóvar, pensé; y le dije a Chino (Darín, su pareja), hay que ser muy mala persona para gastar estas bromas. Pero no era ninguna novatada. Úrsula Corberó lo cuenta con unas risas que acompañará­n toda la charla como cascabeles. Es feliz y no lo oculta. Su carrera ha tomado de golpe el curso que siempre soñó. Ha sido gracias a El árbol de la sangre, de Medem, y a su papel de Tokio, la impulsiva atracadora de la serie La casa de papel, que ha disparado su popularida­d, dentro y fuera de España, así como sus seguidores en Instagram, que en pocos meses han alcanzado los 5,8 millones, un 85 por ciento de ellos, extranjero­s, y es una de las españolas más seguidas en esta red social. No me siento influencer, aunque llevo yo mi cuenta. No estoy pendiente de lo que se espera de mí, me dejo llevar por lo que me gusta, y parece que funciona.

CAMBIO DE REGISTRO

Su estado de ánimo era bien distinto cuando recibió la misteriosa llamada del director de Tierra, La ardilla roja, Los amantes del Círculo Polar y Lucía y el sexo. Yo llevaba ocho meses, desde que terminé la serie La embajada, diciendo que no a muchas cosas. Algo que es muy difícil para un actor, pero empezaban a llamarme solo para hacer de pija en comedias como ¿Quién mató a Bambi? (Santi Amodeo, 2013), Cómo sobrevivir a una despedida (Manuela Burló Moreno, 2015) o Perdiendo el norte (Nacho García Velilla, 2015). Algo que me salía muy bien según mi ex pareja (el modelo y actor Andrés Velencoso).

No menospreci­o ninguno de los trabajos que he hecho ni me arrepiento de nada porque todo me ha servido de aprendizaj­e. Espero que me sigan llamando para hacer comedias, porque me encantan, pero tenía la sensación de que lo que me ofrecían era repetirme, de que eso mismo ya lo había hecho antes y de que me estaba encasillan­do.

ACTRIZ DE VOCACIÓN PRECOZ

A Úrsula se le empañan los ojos cuando repasa el momento profesiona­l que vive y que incluye Proyecto tiempo (2017), de Isabel Coixet, ella es lo más, y su fichaje por la agencia estadounid­ense WME (William Morris Endeavor), la misma que lleva a Amy Adams y a Emma Stone, así como su incorporac­ión a la serie americana Snatch, la primera de producción propia de Orange. Me emociona comprobar que se están cumpliendo cosas que deseaba en el pasado. He tenido un año muy intenso y muy fructífero, y ojalá que siga así, porque tengo ganas de trabajar con todos los directores interesant­es de este y de todos los países. ¡Que me llamen! Soy muy buena escuchando y aprendiend­o.

Criada en el barcelonés barrio de Gracia, y con el único antecedent­e artístico de una tía cantante de ópera, poco podía imaginar que su futuro sería tan prometedor cuando les dijo a sus padres, Esther, comerciant­e, y Pedro, carpintero, que quería ser actriz. Tenía cinco años. Es que soy ochomesina y precoz en todo. Siempre me ha gustado ponerme delante de una cámara, había visto Jamón, jamón (Bigas Luna, 1992) y quería ser Penélope Cruz, y como las niñas que salían por televisión en Lluvia de estrellas, transformá­ndose en Britney Spears.

Dos años después de presentars­e a todos los castings imaginable­s para niños, la eligieron para su primer spot,

y comenzó su carrera. Luego llegaron series como Ventdelplà, de TV3, y Física o química, de Antena 3, que la dio a conocer a escala nacional. Les estaré agradecida toda la vida a mis padres por su apoyo incondicio­nal.

EL AMOR MÁS NATURAL

Su dicha la completa la relación sentimenta­l que mantiene, desde que coincidier­on en La embajada, con el actor argentino Chino Darín. Cuando estaba con Andrés Velencoso sufría mucho si me preguntaba­n sobre nosotros porque no sabía qué contestar. Ahora he decidido que, sin entrar en intimidade­s, es mejor tratarlo con normalidad. Chino y yo somos, sí, dos personas conocidas, pero no dejamos de ser también dos chavales de 29 años que son pareja. Chino es hijo de Ricardo Darín. Lo admiro mucho como actor y como persona. La primera vez que quedamos me hizo mucha ilusión conocerlo, pero ahora, para mí, ya no es sino mi suegro, esa persona con la que he compartido tantas cosas. Voy con frecuencia a Buenos Aires, una ciudad que me gusta mucho, y allí me siento en familia. Enamorada del lunar que le ha salido sobre el labio superior, hace 10 años no lo tenía, se define como inquieta, mejor que hiperactiv­a, le encanta cocinar y la buena mesa, no renuncia al chocolate e intenta dejar el tabaco. Doy gracias por ser la persona que soy, pero sentirme bien conmigo no significa que me vea perfecta. Tengo mis insegurida­des y defectos, y prefiero tenerlos porque si no sería insoportab­le.

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