Fotogramas

ETHAN HAWKE

Ethan Hawke, en cartelera este mes con ‘Juliet, desnuda’ y en todas las quinielas de premios gracias a ‘El reverendo’, recuerda el rodaje de ‘El club de los poetas muertos’, la película que hace 30 años cambió su vida.

- Por Ethan Hawke.

El actor de Juliet desnuda, y uno de los protagonis­tas de la temporada de premios, recuerda, en Qué película la de aquel rodaje, su paso por El club de los poetas muertos.

Tengo tan vivo el recuerdo del rodaje de El club de los poetas muertos… Y eso que ha pasado una eternidad, 30 años, desde que la rodé, en el invierno de 1988. El recuerdo es tan fuerte que, aún hoy, cuando la cazo haciendo zapping en televisión, me acuerdo de lo que comí el día que rodamos la escena, cualquiera que esta sea, que veo en la tele. Yo era un chaval, tenía 18 años, y aunque ya había actuado antes en dos películas, una de ellas Explorador­es (J. Dante, 1985), aquí fue la primera vez que me sentí actor de verdad. Y fue gracias a Robin Williams, en la escena del bárbaro gañido, cuando mi personaje, Todd, improvisa un poema frente a la clase. Fue la primera vez que sentí que desaparecí­a dentro del personaje, que entraba en un mundo completame­nte distinto. La escena no era nada fácil, porque Peter (Weir, el director) quería hacerla en una sola toma o con los mínimos cortes posibles, con una steadycam dando vueltas a nuestro alrededor. Hoy todo el mundo usa este tipo de cámaras, pero entonces no era lo habitual. Yo estaba nervioso, Robin también, pero me miró a los ojos y, entre los dos, la sacamos adelante. Nunca antes había sentido algo así… Volver a sentir esa sensación es lo que ha dado sentido a toda mi carrera. También recuerdo que, en esa época, ya me tomaba muy en serio eso de ser actor. Había leído a Stanislavs­ki, estaba siempre metido en mi personaje, vaya, que quería ser el nuevo Montgomery Clift. Y Robin siempre estaba haciendo bromas, intentando que todos riéramos.

¡Y yo no quería reír! Y cuanto más se esforzaba en hacerme reír, más me enfurruñab­a yo y él más se empeñaba en ser gracioso. Llegué a creer que me odiaba, pero nada más lejos de la realidad; al terminar el rodaje, me llamó su agente. Quería llevarme. Yo aún no tenía agente, y Robin le dijo que me fichara, que yo tenía algo. Significó mucho para mí. Lo cambió todo. Y, por lo que parece, ¡yo también he cambiado! Hace un tiempo, mi madre hizo que mis hijos la vieran. Cuando llevaban más de media película vista, se giraron y me preguntaro­n: Papá, ¿y tú cuándo sales? ¡Cómo que cuándo salgo! ¡Salgo desde el minuto uno! ¡Soy ese de ahí! ¿No reconocéis a vuestro padre? Eso sí que es desaparece­r en el personaje, ¿no?

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