True Detective. ¿Vuelve el True Detective que amábamos?
Muchos dieron esta serie por muerta pero, tras pasar más de tres años en el limbo, ha resucitado con una historia que gira en torno a dos niños desaparecidos. ¿Debemos tener fe ante lo nuevo de ‘True Detective’?
Cuando Mahershala Ali recibió la propuesta de trabajar en la tercera temporada de True Detective, no optaba al papel del detective Wayne Hays en el que ahora lo veremos en pantalla. Siguiendo la inercia de los thrillers hipermasculinos, Nic Pizzolatto había ideado un protagonista hombre heterosexual y blanco, mientras que había reservado para un actor negro el personaje de Roland West, su comparsa. Pero con el Oscar recién colocado en la estantería, Ali cuenta que sintió que era ahora o nunca. Aunque el papel secundario estaba bien, quería luchar por el protagonista. Así, recopiló fotos familiares de su abuelo, quien había sido precisamente policía en Arkansas, para demostrarle al creador de la serie que ese personaje podía ser negro. Pudo ser su abuelo. Podía ser él. Y lo convenció.
Sobre la espalda de Mahershala recae un peso enorme. El de relanzar un sello que pudo ser LA MARCA de HBO. No cabe duda de que True Detective llegó como un tsunami a la seriefilia de 2014. Por entonces no se hablaba de otra cosa: mientras unos elaboraban teorías sobre el Rey Amari- llo, otros conversaban sobre nihilismo y un tercer bando arqueaba las cejas ante el nuevo tótem del ‘gafapastismo’. Finalmente la serie logró demostrar que su pretensión de trascendencia no eran solo ínfulas y la parte filosófica se impuso a la trama criminal en un desenlace donde no importaba que quedasen cabos sueltos –de hecho, sumaban– porque pesaban más las heridas emocionales de los protagonistas.
Quizás por eso no se entendió que la segunda temporada apostase por un noir californiano bastante más convencional –y disperso– que, en cierto modo, manchó el legado construido sobre los hombros de Rust Cohle (Matthew McConaughey) y Marty Hart (Woody Harrelson) el año anterior. El entonces presidente de programación de HBO, Michael Lombardo, entonó el mea culpa por este fracaso: reconoció que presionó a Pizzolatto para escribir una historia que pudiera emitirse un año después que la anterior, sin tener en cuenta que aquella se había gestado durante años. True Detective parecía
muerta, pero el tiempo le ha regalado otra vida en la que –veremos– podría pecar de pisar demasiado sobre seguro.
El nuevo relato nos traslada al corazón de los Ozarks, en Misuri, para contar la historia de otro crimen (la desaparición de dos niños), de una familia destrozada y de un policía marcado para siempre por su involucración en el caso. Los cimientos son muy reconocibles, aunque esta vez no nos moveremos en dos líneas temporales sino en tres: el día de la desaparición, la reapertura del caso 10 años después y el presente en el que se graba un documental. No faltarán tampoco las conversaciones en el coche de patrulla que se convirtieron en sello de la primera temporada.
Con esta aparente vuelta a los orígenes, Pizzolatto parece querer decirnos que, si no nos gustaron los cambios de la segunda temporada, no pasa nada porque aquí tendremos otra ración de lo que tanto gozamos en la primera. Esto puede ser positivo si logra darnos otra historia prodigiosa, pero también un problema: lo que hizo grande a True Detective en su momento no fue solamente su calidad, también que era una propuesta distinta y sugerente. Y un ‘más de lo mismo’ rara vez nos deslumbra. ¿Nuevo éxito o fracaso? Se admiten apuestas.
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