CREED II. LA LEYENDA DE ROCKY.
Con ‘Creed II: La leyenda de Rocky’, en la que hereda los guantes de Sylvester Stallone, prueba que es uno de los pesos pesados de Hollywood, un todoterreno que sabe lo que quiere: “Todo. ¿Por qué aspirar a menos?”.
La segunda planta del Rochester Hotel ha conocido días mejores. Hoy, sus enmoquetados pasillos y suites –de un perfecto y calculado diseño manifiestamente inaccesible para cualquier bolsillo que no sea el de un oligarca ruso o un jeque– son un hervidero en el que se apelotonan cables, trípodes, sacos de boxeo en platós improvisados y un ejército de publicistas que intenta controlar a una treintena de periodistas venidos de todos los rincones del mundo. Desde hace tres días, este es el cuartel general de Creed II: La leyenda de Rocky en su desembarco europeo. Ausente Sylvester Stallone –su leyenda es tal que puede permitirse quedarse en casa mientras otros cuidan del spin-off de la franquicia que él creó–, el director Steven Caple Jr., Tessa Thompson y los Drago (Dolph Lundgren y su hijo en la ficción, el púgil rumano Florian Munteanu) acompañan en los deberes de promoción a la nueva estrella de la saga, Michael B. Jordan (Santa Ana, California, 1987). ¿Que cuántas entrevistas he dado desde que llegamos? ¡Ni idea, tío! ¿Más de 50? ¿100? Por ahí debe de ir la cosa, cuenta Jordan cuando arranca su cita con FOTOGRAMAS, el punto final del día y del tour de promoción del film. Los actores no cobramos por actuar, eso lo hacemos gratis, dice. El cheque es para cubrir todo esto, la promoción, las entrevistas, los minicuestionarios para Internet… Eso es lo duro y por eso nos pagan. ¿Actuar? Actuar es guay, es divertido. La mayoría de las veces ni lo veo como un trabajo.
¿TÚ NO ERES EL CHICO DE ‘THE WIRE’?
Hoy, tras éxitos incontestables como Black Panther (2018), la primera entrega de Creed (2015) o el prestigio indie conseguido con Fruitvale Station (2013), las tres cintas dirigidas por Ryan Coogler, quizás no lo vea como un trabajo, pero hubo un tiempo en el que no fue así. Hijo de Michael A. Jordan, proveedor de catering, y Donna Davis, profesora de secundaria, Michael B. Jordan –cuya B responde por Bakari, su segundo nombre en suajili, y no a una chanza alfabética paterna– empezó como modelo infantil en Nueva Jersey, donde creció con su familia, antes de, a los 12 años, debutar como actor con pequeñas apariciones en TV (La hora de Bill Cosby, Los Soprano) y roles secundarios en cintas como
Hardball (2001), junto a Keanu Reeves.
Pero fue en 2002, con la serie The Wire, en cuya primera temporada interpretó a Wallace, uno de los chicos a las órdenes del clan Barksdale, cuando todos, industria y público, se fijaron en él: Esa última escena, tío… recuerda Jordan. Fue durísimo. La gente aún me habla de ella, y han pasado más de 15 años. Yo de crío era puro instinto. Sin pulir, sin técnica… Fuerza bruta. Hoy tengo muchas más herramientas y experiencia, pero creo que sigo conservando ese instinto, aunque mucho más definido y consciente de cómo trabajarlo. Ahora, cuando preparo un personaje, sigo mi proceso, sé qué necesito. Antes imitaba lo que veía que hacían mis colegas. Pero intento seguir aportando a mis papeles esa sensación de verdad que tenían mis primeros trabajos. Entre ellos, All My Children (2003-06),
Friday Night Lights (2009-11) o Parenthood (2010-11), series que le dieron notoriedad. Y poco más. Porque una cosa es la popularidad que te da actuar, y otra muy distinta poder vivir de actuar, puntualiza Jordan. Y no siempre van de la mano, algo que la gente muchas veces no sabe… o no quiere saber. Especialmente cuando empiezas. ¿Sabes cuándo supe que no es que quisiera, sino que tenía que ser actor? En 2009. Ya vivía en Los Ángeles, y estaba sin un centavo. Así que un colega y yo fuimos a un restaurante a pedir trabajo. No nos lo dieron porque estábamos sobrecualificados, ríe, pero el encargado me miró y me dijo: Oye, ¿tú no eres el chaval de
The Wire? Fue como una puñalada a mi ego. Me di cuenta de que no había marcha atrás. Tenía que ser actor sí o sí, ahí supe que actuar era mi pasión y gracias a ella aguantaría hasta que saliera adelante. Nada de irme a casa y preparar un plan B. Me ceñiría solo al plan A, actuar hasta tener éxito.
SER PARTE DEL CAMBIO
Pues de momento no le ha ido mal, le comentamos.
No, nada mal, sonríe. De hecho, las cosas le van muy bien. Y no solo delante de la cámara, donde ha sido capaz de sobrevivir a uno de los pocos fiascos Marvel de esta década, Los 4 fantásticos (J. Trank, 2015) en la que fue la Antorcha Humana y, tres años después, volver a la Casa de las Ideas para encarnar a uno de los mejores villanos del Universo Cinemático Marvel, el Erik Killmonger de Black Panther. También detrás de ella. En 2016, fundó Outlier Society, productora con la que participó en Fahrenheit 451 (R. Bahrani, 2018), para HBO, y tiene acuerdos cerrados con Netflix ( Raising Dion, una serie que combina drama y superhéroes prevista para 2019); Skydance Media (la compañía de David Ellison, con la que tiene un first-look deal), y Warner Bros., el estudio de Creed, para la que ha rodado Just Mercy, un drama legal de Destin Daniel Cretton, y prepara The Liberators, una cinta bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Pero, para Jordan, lo más importante de este último acuerdo es que hemos colaborado con el estudio para que incorporen en sus rodajes la Inclusion Rider, dice de la política de garantía de la diversidad en la industria cinematográfica que Frances McDormand reclamó en su discurso en los Oscar del año pasado. Espero que sirva de ejemplo para el resto… Sé lo que implica para la industria que gente como yo arranquen esta clase de proyectos. Estamos en un momento de cambio: cuando has visto algo, no puedes hacer ver que no ha pasado nada. Es el momento de hacer las cosas bien, de estar en el lado correcto de la historia. Quiero que se dé ese cambio, quiero estar al mil por ciento en ese cambio. Hoy solo necesitas esto, cuenta cogiendo su
smartphone, y salir a rodar. Nuestra función es dar fuerza a este deseo, inspirar… porque el cambio va a llegar.
CONVERTIRSE EN UN ADONIS… Y DEJAR DE SERLO
Jordan, que en esta entrega no pudo trabajar con Ryan Coogler porque este estaba enfrascado en el montaje de Black Panther, aprovechó el final de Creed II: La leyenda de
“QUIERO QUE MI CARRERA REFLEJE MIS GUSTOS: ME IMPORTAN LAS HISTORIAS PEQUEÑAS, PERO QUIERO CONTARLAS A LO GRANDE”
Rocky para dejar de ser Adonis
y volver a ser Michael. Cuando terminé, ¡oh tío! El paraíso. Se acabó el pollo con arroz. Comía pasta, pizzas, donuts, pasteles de queso, ¡oh, los pasteles de queso! Me pasé días tirado en el sofá, enganchado a videojuegos. Y, sobre todo, pasé tiempo con mi gente. Porque paso mucho tiempo fuera y sé que no soy el mejor a la hora de mantener el contacto. A veces creo que, como amigo, soy lo peor. Intenté recuperar el tiempo perdido con ellos, con mi familia. Y también aproveché para viajar un poco… ¿Dónde? Me fui con unos amigos a Positano, en Italia, y a Saint-Tropez… No está mal, apuntamos. Tío, necesitaba relajarme, ríe antes de cambiar el semblante cuando le preguntamos por su relación con la fama.
Me estoy acostumbrando a lidiar con ella porque… es lo que hay. Viene con este oficio cuando las cosas salen bien, y yo quería que salieran bien. Desde hace unos años todo ha cambiado, ya casi ni puedo salir a la calle… Y conste que casi siempre son muestras de amor y cariño, aunque a veces la atención es abrumadora. Pero hay un diálogo en el film que resume perfectamente mi parecer: No se trata de ser famoso, se trata de que te recuerden.
EL TOM CRUISE DE SU GENERACIÓN
Quizás lo recordemos dentro de un tiempo, por premonitorio o precipitado, pero algunos medios estadounidenses ven en Jordan al Tom Cruise de su generación. Uf, no seré yo quien comente eso, declara. Una comparación que, apuntamos, rompe por los aires años de etiquetas y parcelas –raciales, comerciales, artísticas– estancas. En eso llevas parte de razón: Es otro paso más en la dirección correcta, concede. Ser recordado, premios, éxitos en taquilla… ¿Con qué se quedaría? Quiero que mi carrera refleje las cosas que me gustan, asegura. Empecé en el cine indie, he participado en blockbusters… Me importan las historias pequeñas, pero quiero contarlas a lo grande. Para mí, el éxito es que tus trabajos impacten en el público. Los premios no dependen de mí, una cosa menos a elegir. Mi instinto me dice que el éxito comercial, porque eso implica llegar a más gente. ¿Sabes qué? Lo quiero todo. ¿Por qué aspirar a menos? No quiero tener que escoger, ríe a carcajadas. Ser capaz de hacer lo que te propongas. ¡Esto sí es un reconocimiento! Y, nos atrevemos a decirle antes de la última explosión de risas, una respuesta que firmaría el mismo Tom Cruise.
“TENÍA QUE SER ACTOR SÍ O SÍ. NADA DE IRME A CASA Y PREPARAR UN PLAN B. ME CEÑIRÍA SOLO AL PLAN A: ACTUAR HASTA TENER ÉXITO”